El hilo fantasma (2): Cuando la tensión psicológica eclipsa hasta al más elegante vestido
En el contexto de la posguerra en los años cincuenta en Londres se nos narra la historia de un modisto llamado Reynolds Woodcock que junto a su hermana se dedicaban a vestir a gente rica y bien posicionada de la época. Una vida claustrofóbica donde todo giraba en torno al trabajo del diseñador de vestidos.
Estábamos esperando la nueva película de Paul Thomas Anderson con entusiasmo, sabíamos lo que nos podíamos esperar y lo ha bordado, pero no sólo eso, sino que ha llevado toda su filmografía un paso más adelante. Quien realmente va a comprender El hilo fantasma es quien conoce sus anteriores películas, puesto que muchos temas se repiten, pero jamás vimos antes lo que ha hecho con ésta.
Muchos hablan de ella como una gran película, pero cuando empiezan a contar de que se trata parece que no la hubiesen entendido. Y eso se debe a que a pesar de ser una película que cuenta con una línea narrativamente muy clara no se queda en ella, más bien son los retazos en los que vive toda una tela metalenguística, la sutileza omnipresente que borda la perfección a base de gestos y silencios. Es que trabaja a varios niveles sin salirse del tono que ha propuesto, pero dentro de ese tono va profundizándose y volviéndolo todo retorcidamente más complejo. Tenemos la historia de sucesos, tenemos la psicología del protagonista que se va develando, tenemos la metáfora del trabajo creativo obsesivo, y así el curso de la película avanza de manera impredecible pero coherente, una engañosa sensación de que el espectador controla y/o puede predecir y entender todo lo que está pasando para, secuencia tras secuencia, ir demostrando que no es así, la película siempre está adelante del espectador ¿Qué nos está mostrando detrás de los que nos está contando? Hay misterios a ser revelados y sobre todo se debe, como ya decía antes, al gran logro de lo que se cuenta durante todo el metraje con los silencios de los expresivos personajes.
La música hace oposición al relato, los decorados son eclipsados por la posición de los personajes en los planos y sus gestos, cierta manera de homenajear a algunos melodramas están allí como eso, un homenaje a lo que ya conocemos, como por ejemplo Rebecca (Alfred Hitchcock, 1940) o The Passionate Friends (David Lean, 1949). Estamos en un momento en que quizás Paul Thomas Anderson sea de los pocos directores que decide beber de una historia de cine americano/inglés para decirte: ya sabes esto, y esto, y esto, entonces intentaré que veas esto otro. En otras palabras, es una obra que logra desconcertar porque todo, curiosamente, sí es lo que parece, pero es más que eso. Como si hubieran varias capas en la historia. Hace lo que hace el cine en mayúsculas, muestra y muestra, no juzga, comprende, observa, acepta y profundiza.
Como decía al comienzo, podemos encontrar elementos de anteriores películas suyas como Punch-Drunk Love (2002) y There Will Be Blood (2007). Aquí también podemos ver las contradicciones del poder, la debilidad que hay en él y qué esconde, muestra la oposición entre lo masculino y femenino, vemos cómo estos elementos que se oponen encajan.
Vivir para trabajar, encontrarse a salvo en el trabajo, la obsesión por crear, la necesidad de ser amado a través del reconocimiento al trabajo, de ser respetado por el trabajo. Las relaciones humanas que sustentan ese mundo, de una manera claustrofóbica y opresiva, los complejos juegos de poder. El protagonista está roto y ha adaptado el mundo material a uno reducido por lo conocido, la necesidad de tener el control y estar a salvo, su rutina, sus necesidades, su cotidianidad. Y en ese mundo está Alma, un personaje que entra en su vida para no salir más de él, mimetizándose con todo, para darlo vuelta todo, convertirlo en otra cosa, pero para que siga siendo todo igual. Lo que importa aquí es la piscología de las pulsaciones y cómo son canalizadas.
¿Por qué se construyen estas relaciones en torno Reynolds Woodcock de esta manera? En una época como la actual, en la que estamos masivamente más sensibles a todo lo relacionado con el patriarcado, la manera nada simplificada en que se nos enseña cómo se vive con este paradigma que ni es negro o blanco para comprender lo intrincada que puede ser la convivencia y la necesidad. La película explica bastante bien de dónde provienen estos comportamientos, son las pulsiones de los sentimientos hacia una madre muerta, hacia lo fantasmagórico de esta madre muerta, porque está presente en toda la película aunque sólo la veamos un momento, como también está presente todo el tiempo la necesidad neurótica de ser aceptado por ella. Dicen que los diseñadores de moda suelen tener traumas infantiles con sus madres y que Paul Thomas Anderson se basó en este referente para contarnos lo que quería expresar en la relación de un hombre-niño-genio con una mujer-madre.
Me ha resultado increíblemente interesante llamar a la coprotagonista Alma, para otra capa de la película, hablando no de la capa narrativa, sino de la capa donde no hay una historia de amor, ni mucho menos una historia de amor tormentosa, ni una variación de un matrimonio, ni el detrás de telones del éxito de un hombre. Es el humano como separado de su alma, jugando con ella, sabiendo cuán inútil le es y cuánto la necesita, y toda la contradicción que implica satisfacer las necesidades de esa Alma que no tienen nada que ver con su necesidad de crear, ni de trabajar sin fin. Que busca la libertad, la espontaneidad, el cariño, la fragilidad expuesta, el disfrutar de los momentos, de las pasiones.
Con esta película Daniel Day-Lewis se retira del cine. Dicen que el parecido con su personaje no es menor, ya que también es un trabajador e investigador obsesivo. Trabajaron juntos con Paul Thomas Anderson en el guión. No sabemos hasta qué grado la vida real y la de la película se mezclan. Pero al basar la historia original en una anécdota matrimonial vivida por el propio Anderson más la personalidad puesta al servicio del trabajo de Day-Lewis, se hace bastante sentido.
Sobre la música, como mencioné más arriba, está para hacer contrapunto con la atmósfera, invitándonos a observar. Jonny Greenwood vuelve a colaborar con Anderson bajo unas exigencias muy claras del director al compositor haciendo una pieza clásica pero resultona, aunque bastante melosa.
No cabe duda de que el director-autor sabe a la perfección que está haciendo con cada elemento de la película convirtiéndola en un filme que se podrá ver muchas veces. Esperamos que Paul Thomas Anderson siga en su estado de gracia por mucho tiempo.
Andrea Bravo
Nota comentarista: 9/10
Título original: Phantom Thread. Dirección: Paul Thomas Anderson. Guión: Paul Thomas Anderson. Fotografía: Paul Thomas Anderson. Música: Jonny Greenwood. Montaje Dylan Tichenor. Reparto: Daniel Day-Lewis, Vicky Krieps, Lesley Manville, Harriet Sansom Harris. Pais: Estados Unidos. Año: 2017. Duración: 130 min.