Cuando respiro en tu boca (2): De ángeles, eclipses y lunas

Por: Gabriel Lizama

Corría 1991 y en los pasillos de la Facultad de Artes de la Universidad de Chile había un sentimiento de cambio. La dictadura había cerrado una etapa, pero no una herida, aquella estaba abierta y sangrante. La sensación general era la de no tener muy claro hacia donde apuntaba el futuro, pero la sola salida de Pinochet de la casa nacional generaba un sentimiento de reconstrucción emocional y reagrupación artística. En aquellos pasillos, salas y subterráneos se dieron hartos factores para que naciera un grupo como Lucybell, además de muchas otras bandas, menos bulladas, pero igual de valiosas. La sensación descrita es uno de esos factores, otro de seguro es la increíble masificación de un circulo de amantes de la música alternativa (o derechamente ruidosa) y los casetes que se intercambiaron. Ahí, en el centro de ese fenómeno, hay personajes vitales, como Guillermo Escudero y todo el trabajo realizado por la revista Música Marginal. Esos casetes, en su mayoría “piratas”, cambiaron la vida de muchos, de hecho, cambió la vida de mi padre y la de mi familia; también cambiaron la vida de Claudio Valenzuela y Gabriel Vigliensoni, principales responsables del sonido de Lucybell en aquellos años de gestación.

Ahora, en la distancia, podemos naturalizar a través de todos los hits radiales a Lucybell como una banda pop más del espectro de la “música comercial”. Pero la verdad es que lograr la masividad en Chile partiendo de un producto que tiene sus influencias puestas en Joy Division, Killing Joke, Cocteau Twins y My Bloody Valentine es una proeza notable.

Cuando respiro en tu boca nos interna en la grabación del primer disco de la banda, Peces (1995), en un viaje poco detallista pero que gana en intimidad, realismo e incluso en sus momentos más incomodos, voyerismo. Al igual que expresa el tecladista Gabriel Vigliensoni, en la película: “sabemos que no estamos haciendo nada nuevo”, esa pareciera ser la misma actitud del director. Sin fines de innovar, su intención es posicionarse en la vereda de la observación de lo cotidiano, de esperar que el tedio genere una especie de “verdad”. Ahí hay una herramienta muy interesante, que tiene que ver en como hacer sentir el tiempo al espectador, pues, la mayoría de las personas romantizamos lo que no conocemos, creemos que grabar una película, por ejemplo, es un sueño, cuando muchas veces está mucho más cerca de una pesadilla. Con la producción de un disco pasa lo mismo, hay muchos momentos de fastidio, de repetición, de frustración y de exposición dolorosa, como escuchar un error propio en loop, hasta saber como mejorarlo. Para mí aquí está el valor más grande de la película, te hace sentir ahí, te mete en el estudio, te muestra la inocencia de estar haciendo algo por primera vez y sabemos que en lo efímero hay un misterio, al cual somos todos atraídos.

lucybell

La estructura presentada por Moena, está capitulada en ocho días de grabación, en los que la banda comparte, por partes iguales, el protagonismo con el delirante Mario Breuer, el afamado productor argentino, responsable de hits inmortales en las voces de Charly García, Spinetta y Fito Páez, por nombrar algunos. Uno de los atractivos del metraje es poder atender cómo las canciones del discos van tomando forma y cómo el método de producción de Breuer va delineando el material, incluso desde un constante bombardeo de críticas, bromas pesadas y, en momentos, derechamente bullying. Las escenas entre Breuer y Francisco González, solo pueden recordar a Lars Ulrich y Some Kind of Monster (Joe Berlinger, Bruce Sinofsky, 2004), el hilarante documental sobre la crisis de mediana edad de Metallica.

Se extrañan los años fundacionales, los años de llevar los equipos en micros, de pagar por tocar, de rodar por todas las fiestas universitarias en las que hubiera una mesa de sonido y un par de amplis, esas noches de dormir en plazas. Son esos años los que marcan a fuego a un grupo de amigos, los funde en identidad, de esas madrugadas nace un sentido y ahí también nacieron los “Peces” oscuros de los que nos canta un joven Valenzuela.

Todo el camino recorrido de la banda para llegar hasta ahí está ausente. Pero esa elipsis en el relato la podemos encontrar en la relación entre los integrantes, como también en el productor. Es bastante increíble ver a Claudio, literalmente, pedirle permiso a Breuer para meter unas pistas de guitarras en sus propias composiciones. Como también ver a un productor de moda y con poder ejercer presión frente a unos jóvenes principiantes. Con los años todos los integrantes de la banda han ganado en seguridad y han validado una carrera, al igual que un espacio, en la música pop chilena. Por lo que ver a esos jóvenes frágiles, tímidos, inseguros y arrojados al abismo de la creación, de una PRIMERA creación, es una experiencia emocionante. Como versa la canción, en esos años a la banda no le “venían a hablar de paraísos”, aunque el camino había sido sinuoso en esos primeros 3/4 años, estos cabros no sabían que la gente iba a hacer filas para comprar su disco debut en la “Feria del Disco” del paseo Ahumada. Los años de sudor y ternura estaban a la vuelta de la esquina.

 

Nota comentarista: 7/10

Título original: Cuando respiro en tu boca. La creación de Peces. Dirección: Carlos Moena. Guión: Carlos Moena. Producción: Carlos Moena, Rodolfo Gárate, Felipe Arancibia. Casa productora: The Union Films. Fotografía: Carlos Moena. Montaje: Carlos Moena. Sonido: Ignacio Cubillos. Reparto: Mario Breuer, Fernando Arratia, Claudio Valenzuela, Gabriel Vigliensoni, Marcelo Muñoz, Francisco González. País: Chile. Año: 2018. Duración: 90 minutos.