Avengers Infinity War (2): Los liberales radicales

El fin de semana, luego de ver Avengers: Infinity War, le pregunté a un amigo -seguidor histórico de la saga de los Avengers-, qué le había parecido la película. En un tono algo confesional, me dijo que no esperaba nada más que llenara sus expectativas de fanático. ¿Qué expectativas son esas? le pregunté. “Efectos de primer nivel y fan service a la carta”, me respondió.

Evidentemente, mi amigo no buscaba contenido ni tampoco le interesaban demasiado los procedimientos formales en la película, sino más bien sus efectos, una suerte de magia (o ilusionismo, tal vez). Su fascinación con la película pasaba por constatar que allí sigue existiendo algo que él ya reconoce luego de diez años (desde Iron Man en 2008): cierta coherencia argumental, las habituales dosis altas de acción, humor irónico y guiños a su público cautivo.

Siguiendo esta lógica, sería una ingenuidad y un error esperar de Infinity War densidad, profundidad y complejidad. Y esto es lo que diría cierta crítica: que acá no hay nada relevante ni estética ni discursivamente como para discutir, solo efectos. Pero más allá de volver sobre cuestiones ya obvias (qué novedad hay en insistir en la ligereza y el efectismo luego de diecinueve películas), lo cierto es que la producción cinematográfica de la saga de Marvel puede ser decodificada incluso allí donde pareciera que de lo que se trata es simplemente de mostrar el nivel de depuración tecnológica del efecto.

Infinity War, junto con Black Panther (Ryan Coogler, 2018), marcan la madurez productiva de Marvel Studios, precisamente porque logran condensar y exhibir de manera simple un complejo y contradictorio discurso liberal que desde hace un par de años vive cambios decisivos.

En el caso de Black Panther están en juego una serie de dinámicas de apropiación y fagocitación cultural de diversas banderas de corte progresista (discursos de la diferencia como luchas feministas, anticolonialistas, multiculturales, etc.).  No por nada se nos presenta a Wakanda, país de origen de Black Panther, como una nación exótica, colorida, próspera, desarrollada, tecnológica, inserta de canto en el capitalismo global y, al mismo tiempo, como un pueblo conectado con sus raíces ancestrales, cuidadosamente celadas por sus ciudadanos, especialmente por la guardia real (Sí, Wakanda es gobernada por una bella monarquía), conformada solo por mujeres. ¿A medida de quién está hecha esta imagen de lo africano? ¿Quién pensó esa representación?  

El conflicto central de Black Panther implica a T’Challa, el nuevo rey de Wakanda que deberá luchar contra un compatriota -representado como un terrorista díscolo ex CIA- que luego de tomar conciencia de la histórica opresión de la raza negra en el primer mundo, ha decidido declararle la guerra al colonialismo y racismo haciéndose del poder en Wakanda. Al final de la batalla, donde evidentemente gana el bueno, se impone una tesis terriblemente conservadora: T’Challa asume que lo que hay que hacer por el país es abrir un centro de ayuda para afroamericanos en Oakland y, también, abrir Wakanda al mundo. Comercialmente, claro. La película es un claro ejemplo del modus operandi del progresismo a la Obama: una política bienintencionada de consagración de derechos sociales que mantiene inalterada una política económica neoliberal.

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En el caso de Avengers: Infinity War, película que hoy nos convoca, vemos cómo los Avengers se baten a duelo con Thanos, quien es representado como el líder de un grupo sectario con sed de poder dispuesto a hacer desaparecer a medio universo. El archirrival de turno tiene sus razones para hacerlo, cuestión que hace de Thanos el personaje más trabajado y “complejo” de la película, en oposición a los superhéroes de la Tierra, cuyas acciones, carentes de matices y grises, no tienen más justificación que una serie de valores de sentido común donde siempre ellos son los buenos.

Pero para Thanos la subsistencia del universo depende de la toma de decisiones que escapan al sentido común de los Avengers. Dado que los recursos del universo son finitos y el modelo es una suerte de capitalismo intergaláctico, el nacido en Titán considera que si no se hace algo, el universo completo desaparecerá. De hecho, hay una escena donde nuestro archirrival le muestra a uno de los Avengers cómo era su mundo antes de su agónico fin, dando a entender que él intentó advertir en su momento a sus líderes sobre la inminente una catástrofe alimentaria y poblacional, pero no fue escuchado.

Puede que Thanos tenga razón respecto del diagnóstico que realiza (el asunto de la superpoblación es y será un tema cada vez más recurrente), pero el hecho de que esté realmente dispuesto a aniquilar a medio universo representa una amenaza para la filosofía (medio binaria y fascistoide) los Avengers, precisamente porque se trata de un tema tabú, una decisión que vulnera varios principios básicos de la racionalidad liberal en la que se inscribe el espíritu de estos superhéroes: cuestiona el valor sagrado de la vida, atenta contra la libertad individual, la propiedad privada, etc.

En realidad, no es ni la humanidad, ni el Planeta Tierra, ni el universo lo que defienden los Avengers, sino su sistema de creencias y valores centrado en la libertad individual. Lo demás viene por añadido. Es más, si observamos con detención, veremos que en las películas de Marvel lo ausente siempre es la humanidad, siempre lo que falta es el pueblo. Si aparece gente común y corriente en escena es porque está corriendo por su vida, justificando con su carrera la existencia de estos justicieros, nunca para cumplir su voluntad. Incluso quienes detentan la representación de ese pueblo ausente (generalmente, el gobierno de EEUU) lo hacen en un segundo plano y para negociar cuotas de poder con los propios superhéroes, cuestión que quedó meridianamente claro después de Capitán América: Civil War. Se trata entonces de un pueblo que carece de representación política e imagen propia.

Decía anteriormente que Infinity War nos muestra a los Avengers como los  defensores de la libertad y la vida, es decir, ellos son los buenos. Thanos, en cambio, es el genocida, y por tanto, el malo. Sin embargo, su caricaturización como un asesino a sangre fría no debe confundirnos. No es que los Avengers sean los liberales y Thanos el representante del fascismo. En realidad, ambos son la representación más genuina de la filosofía liberal: acomodaticia, doble estándar, paradójica. Esto nos permite dos lecturas: una, la más usual, donde Infinity War resulta ser la mejor y más elaborada oda al liberalismo en lo que va de la saga, y otra, donde la película evidencia sus límites y contradicciones.

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A propósito de esto último, no puedo evitar comparar la disputa entre Thanos y los Avengers, con el impasse que hace pocas semanas tuvo Mario Vargas Llosa con el ultraderechista Axel Kaiser en un foro realizado en Santiago, precisamente, sobre liberalismo. En aquella ocasión Kaiser tuvo la ocurrencia de preguntar si estaría de acuerdo con afirmar que existen dictaduras “menos malas” que otras, a lo que el escritor peruano le espetó un tajante “esa pregunta yo no te la acepto”.

Pues bien, Vargas Llosa representa aquí el espíritu de los Avengers, una especie de superhéroe del liberalismo que está dispuesto a defender hasta la muerte su sistema de valores. Kaiser, por su parte, sería Thanos: aparte de tener la misma sed de poder y reconocimiento, es también más pragmático y está dispuesto a tranzar sus valores por un fin último que, sin embargo, no se distancia del credo liberal: libertad individual y económica, derecho inalienable a la propiedad privada, etc. La pregunta es, ¿quién de los dos es el sujeto realmente radical?

Infinity War puede ser entendida como algo más que una película banal o simplona. Del mismo modo las críticas a la película pueden ir más allá del argumento clásico contra lo masivo, lo comercial, etc. Los hermanos Russo logran -con o sin querer- presentarnos una síntesis interesante de la filosofía liberal que hoy hegemoniza el planeta. Y lo hacen entregando un resultado visualmente superior a películas anteriores de la saga Marvel.

 

Sebastián Pérez Rouliez

Nota comentarista: 6/10

Título original: Avengers: Infinity War. Dirección: Anthony Russo, Joe Russo. Guión: Christopher Markus, Stephen McFeely. Fotografía: Trent Opaloch. Música: Alan Silvestri. Reparto: Robert Downey Jr., Chris Hemsworth, Benedict Cumberbatch, Chris Evans, Mark Ruffalo, Scarlett Johansson, Chris Pratt, Tom Holland, Josh Brolin, Elizabeth Olsen, Chadwick Boseman, Pom Klementieff, Terry Notary, Dave Bautista, Karen Gillan, Tessa Thompson, Zoe Saldana, Gwyneth Paltrow, Tom Hiddleston, Cobie Smulders, Paul Bettany, Sebastian Stan, Peter Dinklage, Samuel L. Jackson, Benicio del Toro, Danai Gurira, Benedict Wong, Anthony Mackie, Don Cheadle, Idris Elba, Vin Diesel, Bradley Cooper, William Hurt, Stan Lee. País: Estados Unidos. Año: 2018. Duración: 156 min.