74 m2 (Tiziana Panizza, Paola Castillo, 2012)
Tiziana Panniza y Paola Castillo, dos de las documentalistas más reconocidas del medio por sus carreras individuales, trabajan juntas en este documental de poco más de 1 hora de duración que condensa material e historia recopilada en más de 7 años de trabajo. El resultado de esta colaboración es un trabajo de largo aliento que supuso el seguimiento de un proyecto social, concentrándose en dos de sus dirigentes más emblemáticas y comprometidas, Iselsa y Cathy. Una toma ilegal de terrenos genera la urgencia y la necesidad de que 150 familias puedan participar de un proyecto urbano innovador y de vanguardia en cuya elaboración y concreción ellos serán parte fundamental. Se trata de un proyecto de vivienda social, liderado por jóvenes arquitectos, que les permitirá tener sus propias casas en un sector de clase media de Valparaíso, con la posibilidad de regularizar sus situaciones y lograr una mejor calidad de vida. El documental se desarrolla a partir y a la par de este anhelado proyecto colectivo y, de la misma manera en que van transcurriendo y evolucionando las vidas de sus protagonistas, transcurre y evoluciona la vida del equipo fílmico y la de cada uno sus integrantes, cada vez más tocados por este sueño. Los lazos que usualmente se generan en trabajos documentales como éste, son aquí particularmente relevantes porque la vida ha pasado para todos: el documental se inicia con el diseño de los planos y concluye con un vecindario construido y finalmente incorporado en un sector que inicialmente se le resiste, pero también en sus inicios está el embarazo de Cathy y durante esta hora, los espectadores verán crecer también, de paso y en un segundo plano, a una hermosa niñita. Se siguen así los avances del proyecto y la cámara presencia, por ejemplo, las primeras reuniones sociales con los arquitectos, las discusiones al interior del Gran Comité conformado por los vecinos y las entrevistas entre algunos de sus dirigentes y autoridades. Pero también la cámara incursiona al interior de las casas, y expone en especial las vidas, antes y después de la anhelada mudanza, de las familias de Iselsa y Cathy, el crecimiento de sus hijos, la primera navidad bajo el techo propio, el primer y nada grato invierno, el casamiento de la hija de Iselsa hacia el final como coronando ceremonialmente esta nueva vida. Estas mujeres, que integran el Comité, encarnan la esencia del documental, la lucha, el ansia, la persistencia, el cansancio ocasional. Son la médula y la concreción de una idea. Los proyectos sociales -uno tiende a olvidarlo y se le agradece mucho a Panizza y Castillo el remecer esa realidad- parten de individuos y tras ellos no hay abstracciones sino personas… historias…esfuerzos, penas y alegrías. Durante 7 años y por la envergadura del proyecto, tropezar más de una vez parece ineludible: inesperadas complicaciones del terreno en que se construirá, necesidad de reunir nuevos recursos, las primeras lluvias que delatan falencias serias en la construcción, inevitables conflictos intestinos entre los dirigentes. Sin embargo, si hay un tema que subyace en este recorrido es sin duda la endémica desigualdad social y la marcada diferencia de clases que inexplicablemente -o no tanto- existe en Chile. Este grupo de personas deberá no sólo llevar adelante la construcción de sus viviendas propias, sino también una emblemática lucha por su inserción en un medio que les es hostil, y al que, según algunos, no pertenecen El documental es notablemente sensible a esta última circunstancia y repara en un hecho muy ilustrativo que le servirá para dar cuenta de que la inserción finalmente será posible: un vendedor de sistemas de seguridad ofrece sus servicios a los involuntarios e impotentes vecinos “invadidos” dada la alta posibilidad – creen éstos- de que los inmigrantes sean delincuentes y malvivientes. Los nuevos vecinos adquirirán el reconocimiento tácito de su integración cuando también a ellos se les llegue a ofrecer el mismo servicio una vez instalados en sus casas ya construidas. Esto y la invitación a tomar té en su casa que hace Iselsa a una de las vecinas inicialmente más reticente (de esas que junta firmas para evitar lo inevitable) serán los indicios de que la convivencia sí era posible, que los temores resultaban infundados… “son como nosotros” “son personas bien centradas” se les oirá decir a estos vecinos cuando finalmente se hayan permitido bajar las barreras de sus prejuicios. El documental registra esa resistencia desde el comienzo con la gente más antigua del barrio que habla de sus aprensiones sobre la desvalorización de sus casas y el ambiente peligroso que caerá sobre sus vidas. Una forma acertada de exponerla serán las tomas de ellos mirando, a la distancia con curiosidad y recelo, desde la protección de sus ventanas, de sus cercos, detrás de sus rejas filosas, hacia el terreno, cuando se realiza una ceremonia mapuche para bendecir la nueva tierra. El trabajo de Panizza y Castillo, es excelente y logra proporcionarnos bellamente (ademas de la fotografía, y el montaje, no imagino una mejor elección que la música de Camila Moreno) esa visión panorámica que requiere la comprensión de un proyecto de estas implicancias y dimensiones y a la vez la visión precisa y atómica del impacto vital en individuos que voluntariamente o arrastrados a ella, se adecuan a las nuevas circunstancias. Sin explicaciones adicionales ni de autoridad, serán estas personas, habituadas ya a la presencia de un equipo de filmación con el que la confianza lograda es evidentemente alta (demostrando con ello el acucioso y delicado trabajo emprendido), quienes nos pondrán en nuestro lugar, recordándonos que hay batallas realmente importantes que dar, que hay un mundo más vasto que mirar que no se detiene necesariamente en el horizonte. Elena Valderas F.