Entrevista a Antonia Girardi, directora de FIDOCS: “Hemos estado siempre reflexionando el cine como evento colectivo”
"Esta sería la primera versión que hemos podido planificar sin acontecimientos intempestivos, pero FIDOCS desde su origen ha tenido una urgencia política: esa idea inicial de mostrar las películas que no se habían podido exhibir en la dictadura, y que después ha ido mutando la idea de lo político, sin embargo, siento que al final siempre hay que estar abiertos a los acontecimientos e irse adaptando a ellos".
Hace algún tiempo escribí que FIDOCS parece estar siempre en crisis, pero que todos los años logra situarse y encontrar su espacio histórico y simbólico dentro del circuito festivalero, altamente sobrecargado en estas fechas. Sin embargo, desde el 2019, y pese a asumir en medio de una restructuración por falta de financiamiento, la investigadora y programadora de cine Antonia Girardi le tocó, además, liderar un festival en medio del Estallido Social del 2019 y la reciente pandemia. Presentando este 26º FIDOCS, que comienza hoy, conversamos con ella para saber su visión sobre el festival, los documentales, la ciudad y las audiencias, entre otras cosas.
Sebastián González: ¿Cómo fue la preparación de esta versión ya completamente presencial, hubo cambios en la planificación con relación a las versiones pasadas?
Antonia Girardi: Fue interesante volver a plantearse la vuelta real y total a la presencialidad, pensando que íbamos a tener aforos completos, que quizás ya no iban a haber tantas restricciones de viaje. Pero creo que también el tiempo de pandemia nos permitió un poco pensar nuevamente la estructura del festival y enfocarnos sobre todo en que cada función tenga el lugar que necesita, por eso seguimos con la idea de tener funciones únicas. También pensando en algo que no va a ocurrir en todas las funciones, pero muchas de ellas van a ser presentadas por gente que viene de otras disciplinas, tratando de generar vínculos entre su quehacer, sus prácticas y las películas. Cada función va a ser un acontecimiento, volviendo a posicionar la experiencia colectiva y presencial del cine. En ese sentido tomamos una decisión, que puede parecer radical, de no ser híbridos. Tenemos solo una pequeña parte, la competencia de cortos emergentes, que nos pareció bueno que fuese en digital a través de una alianza con Santiago a Mil (teatroamil.tv), porque muchos de los cortometrajes son de equipos y realizadores de regiones. En ese sentido nos parece interesante que pudiesen verse en todo chile. Pero apostamos por lo presencial para poner el énfasis en la importancia de la sala y la experiencia más ritualizada del cine.
S: Asumiste la dirección el 2019, un festival sin recursos y en un escenario sacudido por el estallido social, luego la Pandemia.
A: Hemos tenido unas últimas ediciones atípicas. Esta sería la primera versión que hemos podido planificar sin acontecimientos intempestivos, pero FIDOCS desde su origen ha tenido una urgencia política: esa idea inicial de mostrar las películas que no se habían podido exhibir en la dictadura, y que después ha ido mutando la idea de lo político, sin embargo, siento que al final siempre hay que estar abiertos a los acontecimientos e irse adaptando a ellos. El 2019 fue muy interesante lo que pasó, tuvimos que tomar la decisión de si hacer el festival o no, primero y dijimos que había que abrir el espacio, que sirviera como plataforma para conversar y hacer cosas que no tenían que ver necesariamente con el cine documental. Después, con la aparición de la Pandemia hicimos una versión completamente digital, pero que de todas formas intentamos hacer cosas colectivas, como el homenaje a Lotty Rosenfeld por Delight Lab en la Plaza Dignidad. Creo que hemos estado siempre reflexionando el cine como evento colectivo, pero no sé si esto responde a la pregunta. Tuvimos mas tiempo para tomar la decisión de hacer un festival más libre, atesorando la experiencia de la proyección y del ambiente que esta genera, apoyada en las salas independientes que están desapareciendo. En la misma línea decidimos instalarnos en el centro de Santiago y en cines emblemáticos, que cada vez más pierden financiamiento, nos pareció importante.
S: Y ¿cómo estos cambios han afectado al equipo? hay algunos programadores que se han ido…
A: Estaba Marcelo (Morales) que se fue porque asumió la dirección de la Cineteca Nacional, que, si bien fue triste para nosotros, es una muy buena noticia para el cine en general. De todas formas, Marcelo participó en las primeras etapas y siempre va a ser un amigo del festival, aunque no pueda ser uno de los programadores oficiales. También se tuvo que restar Ricardo Alves, programador y cineasta brasileño que participaba en la programación. Pero también se sumó Francina (Carbonell), que nos parece súper interesante tener la mirada de una directora joven; también esta Alba (Gaviraghi), directora ejecutiva de la Escuela FIDOCS, y que colaboró en la programación de Cortos Emergentes; y está Cristóbal (Escobar), que llega el 2019 y se preocupa un poco más de las funciones especiales y esas películas que pueden atraer un público más amplio. El equipo funciona de una manera bastante orgánica, donde cada uno tiene la responsabilidad de una sección, pero donde todos colaboramos. Somos muy poco verticales en ese sentido.
S: Algo en común que tiene FIDOCS con, por ejemplo, FICValdivia, es que son liderados por personas que vienen más de la cinefilia que de la producción o la realización. ¿Cómo eso se ve reflejado en FIDOCS?
A: Yo creo que son espacios que hay que cuidar y que muchas veces la tendencia es que la producción es lo más importante, pero tanto la investigación como desde la crítica da lugar a generar conexiones. En ese sentido creo que un festival es como un laboratorio para ir poniendo las películas como lo que obviamente son, el objeto que estamos estudiando y a partir del cual queremos conversar. El desafío también es que, si bien obviamente partimos desde la cinefilia, queremos trazar lazos hacia otros amores, no solo el amor al cine, y creo que en ese sentido hay que abrir un espacio de reflexión que ojalá sea un poco mas expansivo. Obviamente nuestro mayor público y audiencia son los estudiantes de cine, la academia, pero también tenemos que ir conquistando otra audiencia que quizás se interesan por una película que tiene que ver con medicina, biología u otra cosa. Esa es una hebra que tiramos para ir atrayendo a otros públicos que se puedan apropiar de estos espacios también, como un lugar de reflexión y un espacio pedagógico. Por ejemplo, la Escuela (FIDOCS) ha ido generando una comunidad, transformando la audiencia que se vuelve amiga del festival y que después vuelve y quiere colaborar como voluntaria y generando algo que de verdad está vivo. Cuando asumimos con el nuevo equipo tomamos el desafío de ir generando nuevos lazos con el centro de la ciudad, con la sala de cine, con instituciones culturales, y también con gente de otras disciplinas más allá del cinéfilo duro.
S: Y en términos de la programación…
A: Nosotros asumimos que estábamos en un momento de crisis y que queríamos que el festival volviese a ser un lugar atractivo, reconquistar a la industria nacional. No digo que no lo haya sido, pero queríamos recuperar un lugar más protagónico, y eso tuvo que ver con una mayor flexibilidad en términos de estrenos. Siento que de a poco hemos ido reconquistando a la audiencia, tenemos más público interesado en participar en diversas áreas. Obviamente se pueden tener algunos estrenos, pero para nosotros se trata más bien de ofrecer a la Competencia Nacional un espacio donde sabemos que la proyección va a ser muy cuidada, un lugar amplio para el diálogo, para encontrarse con un público diverso, es decir, tiene que ver con el rito. En la Competencia Internacional si tratamos de traer cosas que son más novedosas, pero no es un elemento o regla al momento de programar.
S: ¿Qué te pasó cuando tuviste que asumir FIDOCS?
A: Fue super desafiante igual, porque yo había sido parte del equipo de programación, y sabía de los problemas que había. Me tocó enfrentarme a ediciones donde teníamos invitados increíbles, 80 películas alucinantes y salas vacías. Entonces tuvimos que entender cual era el rol y las prioridades del festival. Hicimos un equipo bastante amigo y no sabíamos como iba a resultar, no teníamos financiamiento, pero era un espacio que era vital para la ciudad. Creo que uno siempre tiene que estar repensando un festival, lo que funcionó en 2019 no necesariamente va a funcionar el 2020. Por ejemplo, tomamos la decisión de no ir digital, pero quizás a futuro tengamos que replantearlo, que la lógica de las plataformas se imponga y hay que ver en ese momento que hacemos. Tampoco es que deba existir una dictadura de la sala que nos aísle como la Isla de Asterix, de gente que quiere seguir viendo cine en salas, sino que también hay que ir evaluando y escuchando al público. Por ejemplo, mucho tiempo pensamos que nuestra audiencia tenía que ver mucho con la histórica, vinculada a la fundación del festival, pero lo interesante es que tenemos un público muy joven que participa del festival por primera o segunda vez en su vida. Por eso es importante tener este espacio de conversación para volver a encontrarse con la gente del documental, pero también con estudiantes, con gente del mundo de la filosofía o de la antropología que pueda encontrar en las películas un motor para sus propias investigaciones. Y que esos cruces y reflexiones les permitan al publico expresarse sobre lo que siente o piensa de las películas.
S: Sobre esto de las audiencias jóvenes, resulta interesante que sea la primera o segunda vez que asisten al festival, en ese sentido, ¿Cuál fue tu primer FIDOCS?
A: Yo fui muy chica a FIDOCS, de adolescente recuerdo una edición donde hubo una retrospectiva a Herzog, cuando el festival aún se hacía en el Göethe Institut en calle Esmeralda. Fueron películas que me marcaron un montón, cuando el festival se hacía en invierno y había colas eternas en la sala Cine UC. Recuerdo también cuando (Ignacio) Agüero estrenó El diario de Agustín y que fue bien polémica.
S: Para ir cerrando, ¿cuál crees tu que es el legado o la imagen que quieres darle al festival?
A: Obviamente nos gustaría tener más presupuesto para poder, por ejemplo, poder invitar a más realizadores que tengan tiempo y puedan quedarse para más actividades, como la Escuela FIDOCS. La misma escuela es un lugar que nos gustaría que siga creciendo porque creo que ahí hay una suerte de laboratorio que sirve para entender a la comunidad. Yo creo que para nosotros es importante que la programación se mantenga acotada y que cada función tenga una discusión con el realizador y con algún invitado, ya que eso van generando lazos. Me gustaría que el festival fuese más conocido fuera del universo intelectual y cinéfilo, hacerlo más transversal, seguir trayendo películas que cautiven y que generen preguntas. También nos gustaría tener el presupuesto para traer instalaciones u obras de teatro que pongan en juego lo documental. Obviamente nuestro corazón siempre estará con el cine, pero generar estos lazos son importantes para no tener una comunidad que se mira así misma. Tenemos una ambición grande, pero a pequeña escala, por eso es importante tener un equipo pequeño, cohesionado, que le guste lo que hace y lo haga con buen presupuesto.