Steve Jobs (Danny Boyle, 2015)
A ver, es importante señalar que soy bastante escéptico con los biopics como género, ya que tienen mayores ventajas que una ficción convencional, por lo tanto parten de un punto más privilegiado, y si bien las figuras que se buscan retratar siempre son interesantes para más de alguno, pongo en duda totalmente que el retrato que se realiza de la personalidad de turno se apegue a la verdad objetiva y documentada. También pongo en duda la ausencia de juicios de valor del o la guionista hacia esas mismas personalidades. Es cierto que se trata de una cuestión inevitable, pero sirve para comparar lo verídico con lo subjetivo una vez terminada la película y sacar conclusiones propias con respecto a determinadas decisiones.
Esta película del irregular Danny Boyle (salvado por 28 días después, la cual considero excepcional y reivindicativa) se centra en una figura polémica que reúne una serie de características y atributos que la vuelven especial para protagonizar un biopic, pues querámoslo o no, Steve Jobs fue un ser fascinante, principalmente por sus contradicciones personales y las contradicciones culturales que supone el imperio que levantó desde su garage cuando solo era un joven estudiante.
Más allá de haber protagonizado la revolución tecnológica que significó la invención de los computadores personales, Jobs llama la atención pública por algo que parece de segundo orden, e incluso “superfluo”, y es el hecho de que fue un multimillonario que amasó una fortuna precisamente por protagonizar tal revolución tecnológica. Es cierto que en esta oportunidad, lo uno no puede estar sin lo otro, ambas cosas complementan a Jobs, es más, el mismo tagline de la película plantea una duda donde esta unión es evidente, y que dice ¿Puede un gran hombre ser un buen hombre? Es una excelente pregunta que nos remonta sin querer a Ciudadano Kane y al mismo tiempo nos hace evaluar la denominación, pues por lo general los “grandes hombres” no necesariamente pertenecen al mundillo de las grandes acumulaciones (Gandhi, por dar un ejemplo entre cientos), por lo tanto, si buscáramos la respuesta a dicha pregunta en este filme, aplicando la denominación típica, ella misma encierra automáticamente tanto la vida privada de Jobs como su obra y los resultados de esto último.
A distinción de otros biopics que he visto, donde no escatiman minutaje a la hora de darnos a conocer hasta el más ínfimo detalle sobre la vida de la personalidad estudiada, en Steve Jobs nos encontramos ante una propuesta muy atractiva, pues se divide en tres actos. El primero en 1984 (interesante alusión), el segundo en 1988 y el tercero en 1998 (cabe destacar que cada acto fue filmado con distintos formatos, en 16mm, 35mm y en digital).
La película parte con el estreno público de la Macintosh 128K, ordenador de la empresa Apple archiconocido por ser el primero en contar con un mouse y luego convertirse en un ordenador de uso masivo. Convengamos que cada acto se basa en lo anecdótico. Un nuevo dispositivo sale a la luz, con sus perfeccionamientos y sus nuevas implementaciones, pero detrás de este escenario, Jobs (interpretado por Michael Fassbender) se enfrenta con la gente que lo rodea, pisoteando a la gran mayoría no sólo con su capacidad de adelantarse al progreso mismo, sino que con su fría capacidad de importarle un carajo la opinión del resto.
A medida que sus nuevos inventos van poco a poco convirtiéndose en meras antigüedades, y esto, a su vez, produciendo desinterés por parte de los accionistas interesados en Apple, vamos pasando a un nuevo acto donde Jobs estrena un nuevo dispositivo. Desde la Macintosh, pasando por el computador NeXT y concluyendo en el Imac, acto donde vemos a Fassbender personificando a Jobs en su fase del personaje tan explotado por la cultura popular (incluso por Los Simpsons), es decir, el sujeto delgado, aparentemente amable, de mezclilla, sweater negro y zapatillas blancas que nos hace sospechar que quizás no es tan millonario.
Cada nuevo adelanto implica una nueva situación donde Jobs debe sacar a relucir su verdadera personalidad tras bambalinas, la cual va cambiando en detalles, centrando la supuesta redención de Jobs en su hija, con la cual termina logrando un mutuo entendimiento final antes de entrar al escenario y contribuir con la Imac (haciendo alusiones previas a su futuro invento, el IPod).
Ahora, volviendo al tagline, ¿se logra responder la duda? Sí. ¿Fue Steve Jobs un buen hombre? No totalmente. Pero, ¿quién lo es totalmente? Vale más sólo preguntarse, ¿fue un gran hombre? Yo la verdad lo desconozco, pues, siendo fiel a lo que mencioné párrafos más arriba, el factor dinero es importante en esta clase de contexto (a menos de que lo veamos bajo el sofismo de que la acumulación descomunal de dinero es un talento humano), y dado que el filme menciona este factor como si fuese algo poco relevante, no solo el tagline queda cojo, sino que la película también, por lo tanto la figura de Jobs carece de una multi-dimensionalidad con respecto a sí mismo y su contribución al chiste que representa el capitalismo especulativo y el fenómeno desfavorable y generacional que significa la instalación de la lógica tecnológica globalizada, principalmente en los países tercermundistas. Puede parecer una cavilación rebuscada, pero si ignoramos lo que he mencionado, sólo estamos ante el estudio correcto de un solo rostro del fenómeno Jobs, por lo tanto es un planteamiento incompleto, políticamente correcto y que pretende humanizar a nuestro protagonista con su capacidad de supuesta redención. Aquello queda tan patente en el desenlace lleno de aplausos que no es necesario ahondar tanto más allá de los márgenes en que el guión nos coloca con sus evidentes puntos de vista, cuestión que explica sus nominaciones al Oscar.
Nota comentarista: 5/10
Título original: Steve Jobs. Dirección: Danny Boyle. Guión: Aaron Sorkin. Fotografía: Alwin H. Küchler. Montaje: Elliot Graham. Reparto: Michael Fassbender, Kate Winslet, Seth Rogen, Jeff Daniels, Michael Stuhlbarg. País: Estados Unidos. Año: 2015. Duración: 122 min.