Spring Breakers (Harmony Korine, 2012)
Si hay algo que caracteriza las películas de Harmony Korine es la exploración constante de la decadencia y los excesos en un grupo humano podrido como el agua estancada. Y para llevar a cabo esta exploración Korine realiza diferentes ejercicios: un retrato coral de lo que quedó de un pueblito white trash devastado por el paso de un tornado (Gummo), una película dogma sobre la familia disfuncional de un discapacitado mental (Julien Donkey Boy), el delirio de una comuna de dobles de famosos, y de una congregación de monjas paracaidistas (Mr. Lonely), etc. pero todos estos ejercicios tenían algo en común: una relación con la marginalidad, cierto tono testimonial, un lenguaje muy heredado de Herzog —quien ha colaborado en más de una ocasión en sus películas— y del neorrealismo, que le hicieron ganarse un público en particular.
Sin embargo, en Spring Breakers hay un cambio en este sentido: ahora la decadencia se encuentra en el meollo mismo de la cultura del Imperio, para diagnosticar ahí el mismo comportamiento enfermo que antes había detectado fuera de sus fronteras. Los protagonistas dejan de ser seres raritos, que nos ponen incómodos y con los que no nos gustaría ser comparados. Son seres alfa, seres a los que el imaginario mercantil propone como ejemplares. Por eso tiene tanto sentido que las protagonistas —unas menores de edad en bikini envueltas en una orgía de violencia y promiscuidad durante sus vacaciones de primavera— sean conejitas Disney: esas niñitas multidisciplinadas y modelos de una moral todo espectador de 14 años, que dan la impresión de estar ahí en el imaginario comercial solamente para ser explotadas como íconos sexuales apenas cumplan la mayoría de edad. Hay una larga tradición que parte con Britney Spears y Lindsay Lohan —y que parece ser una fórmula consolidada y exitosa— que hace que estas cándidas estrellas pop sean a la vez objeto de un apetito sexual impaciente y a duras penas disimulado. Es cosa de revisar al vuelo la cantidad y el contenido de los memes que surgieron a partir de Spring Breakers para darse cuenta del alcance de lo que estoy diciendo dentro del imaginario colectivo.
Esta ola de memes es indicador a su vez de otro síntoma: al jugar con los códigos del pop, es este al público que termina atrayendo, por lo que la película pareciera estar más destinada a un seguidor de Rápido y Furioso que para un fanático de Gummo. Y claro, como la película es la consumación grotesca de los imperativos con los que el ciudadano promedio se ve bombardeado, puede terminar pareciendo una celebración genuina, bajo ciertos ojos. Ya lo dice el personaje de James Franco —un gángster que apadrina a las chicas y las conduce hasta lo más profundo de la vorágine—: “Este es el sueño americano. Este es mi sueño.” Por mi parte, no puedo evitar pensar en una cita de Marilyn Manson que dice: “Yo crecí en América, y América me odia por lo que soy. Yo soy vuestra mierda: deberíais avergonzaos de lo que habéis comido”.
Por: Horacio Ferro