Sin norte: El potencial cinematográfico de la baja resolución
El libro El hacedor (de Borges), Remake, del español Agustín Fernández Mallo, es un experimento que consiste justamente en un remake literario que -como lo dice su título- recrea el libro de Borges El hacedor. En la versión de Fernández Mallo se encuentra "Mutaciones", un texto que homenajea y reescribe el relato “Un paseo por los monumentos de Passaic, Nueva Jersey” del artista norteamericano Robert Smithson. El escrito de Smithson es algo así como la transcripción literaria de un recorrido que hizo con cámara fotográfica Instamatic por las ya ruinosas calles de su ciudad Passaic. El escrito del autor hispano es la repetición de este recorrido pero desde una pantalla de computador: con los punteros cardinales, los zooms de Google Maps Satélite y sin la molestia de caminar, el alter ego de Fernández Mallo visita los mismos lugares y en el libro quedan como evidencia las capturas de pantalla de ese trayecto inmóvil. En Sin norte, la película de Fernando Lavanderos estrenada en 2015 y que recién llega a las salas nacionales, algo hay de ese juego: se repite el recorrido ya trazado por otro y la tecnología funciona como mediadora de un viaje. En Sin norte, eso sí, Google Maps y su posibilidad de compartir ubicaciones se convierte en la herramienta para una persecución.
La película, un ejercicio original de hibridación de géneros como el road movie y los registros documentales que permite un celular, se centra en la búsqueda de Isabel, una mujer extraña e indescifrable que abandona a Esteban y sin explicaciones, se va al norte de Chile. Deja eso sí, un iPod en el que Esteban puede ver los videos que ella sube a un Dropbox sincronizado con su celular. Los videos son las pistas para perseguirla, ubicarla, psicopatearla. La película abre con una toma cenital que es también un ángulo panóptico, un ángulo de vigilancia, y también un ángulo privilegiado de Google Maps. Y, si bien con estos antecedentes podría esperarse un punto de vista crítico hacia las obsesiones que puede producir y permite la tecnología, la película va por otros caminos y se posiciona críticamente neutra frente a un modo de ser contemporáneo que normaliza la práctica del psicopateo. Sin norte puede ser la tantas veces visitada búsqueda de uno mismo por medio del viaje y puede ser, también -y esto es lo más arriesgado y logrado de la película-, un ejercicio audiovisual de hibridación de formatos y, por tanto, una exploración cinematográfica.
En los créditos de la película, se menciona a Gonzalo Verdugo como el director de la segunda unidad, "viaje de Isabel", y la actriz que la interpreta, Geraldine Neary, figura como realizadora y cámara. Su viaje, por tanto, es casi un filme independiente, un documental en baja resolución con rasgos etnográficos que captura la fotogenia del norte, la religiosidad popular, como también historias y cantos de nortinos chilenos y bolivianos. En este sentido, la película principal depende de este otro registro y su argumento simple, la búsqueda de un amor que se fue, y el uso de un género de códigos marcados como el road movie, se vuelve otra cosa.
Como ficción estándar y con caídas en las escenas de mayor espesor dramático –entre otras cosas, porque cuesta disociar al actor principal, Koke Santa Ana, del humor viral de las “42 frases”, y quien por tanto se luce más en las escenas tipo sketch–, la película solo funciona en diálogo con los videos del celular. Y lo mismo sucede al revés. Aquí, entonces, el registro comúnmente descartado y también inútil que muchas veces acompaña un viaje cobra potencial estético. Sin embargo, en tanto injerto de una película de ficción, trae dudas: ¿cuánto es puesta en escena y cuánto hay de realismo?, ¿cuánta fluidez hay en los diálogos?, ¿quiénes son personajes y quienes personas?
Podemos decir que participamos en el mismo juego que Fernando Lavanderos proponía en su ópera prima de 2004, Y las vacas vuelan, el que fue prologándose en el resto de su filmografía. En aquel mediometraje, ejercicio del tipo “Dogma 95 metacinematográfico”, los registros también se cruzaban y los límites realidad-ficción quedaban aún más indefinidos que en Sin norte. Solo que los actores eran desconocidos e inexpertos, el presupuesto muy bajo y la idea algo intuitiva. Sin norte, por tanto, podemos entenderla como un paso creativo y como resultado acabado de una idea ingeniosa esbozada desde la película de 2004. Pero que la idea funcione no asegura ni buenas actuaciones, ni buenos diálogos, ni personajes atractivos. En otras palabras, no asegura una buena ficción, aunque sí, permite un buen documental, y como tal, podemos someterlo a las cuestiones éticas con que se arriesga.
Entre los registros del celular de Isabel uno llama la atención: una mujer exdrogadicta establece un diálogo cómplice con la protagonista, le abre su casa, la considera su amiga. Y aquí surgen preguntas: ¿sabe la mujer que forma parte de una ficción y no solo de un registro descartable en baja resolución?, ¿sabe que su presencia en la pantalla no se distinguirá mucho de un registro miserabilista de un reportaje de Mega? La película, con su apellido de ficción, deja abiertas esas preguntas.
Ximena Vergara
Nota comentarista: 7/10
Título original: Sin norte. Dirección: Fernando Lavanderos. Guión: Elisa Eliash, Ernesto Ayala, Fernando Lavanderos. Fotografía: Andrés Garcés, Johnny León, Rodrigo del Castillo. Montaje: Rodrigo Saque. Música: Sebastián Vergara. Reparto: Koke Santa Ana, Geraldine Neary. País: Chile. Año: 2015. Duración: 107 min.