RRR: La zona desconocida

Es cierto: las escenas de acción son de una precisión que se ve poco en nuestro cine y ese puede ser el primer elemento de enganche. Pero en todo esto, el profundo amor por la imagen y por el cine en general no puede ser pasado por alto. Es fantasía pura y dura, ejecutada al máximo y en este caso, con los mejores resultados posibles.

Desde hace un tiempo, Netflix ha ido incorporando una buena cantidad de películas indias a su catálogo, películas que lejos de nuestra mirada hollywoodense, llaman la atención por su factura, pero, sobre todo, por la manera en que instalan algunos de sus tropos en lo visual, sus temáticas y el origen de su idiosincrasia. Ahí donde Danny Boyle intentó dar alguna señal acerca de este tipo de cine en Slumdog Millionaire (2008), sin éxito, el cine indio tiene luz propia, que de alguna manera está reflejado en una prolífica y más que consolidada industria que, con su presencia, necesariamente nos obliga a salir de nuestra zona de confort.

RRR se plantea como un buen ejemplo de esto. Si bien al inicio del filme señala claramente que esta película no se basa en hechos reales, es imposible no pensar en el trauma de la invasión y la colonización británica en territorio indio. En este tema, la película no juega por la sutileza. El villano es el imperio, el que no está concentrado en una sola persona, sino en un conjunto de acciones que desprecian las costumbres locales. Incapaces de comprender la idiosincrasia de la gran población india, la comunidad británica – una comunidad que vive tras muros y no permite la entrada de nadie que no pertenezca a ella – responden a la clásica forma de acceder a lo exótico, intentado poner nombre y molde a lo que observan.

Este efecto también es generado en el espectador de RRR. Tal vez una de las cosas más sorprendentes es la duración del metraje – 187 minutos – en donde no se observan baches o momentos mal aprovechados. De esta forma, podemos pasar por todos los estados: una amistad nacida a partir de buenas acciones, la defensa de una aldea, el amor, la persistencia de éste, el respeto por la nación y los orígenes de cada uno, junto con una apasionante banda sonora y cuadros de baile y canto que pueden confundirnos. ¿Es un musical? No hay indicios sobre eso. Al menos no parece ser esa la intención. Lo que tenemos es más bien una forma de hacer las cosas con naturalidad y mirada consciente sobre sus propios géneros cinematográficos. En este caso, el encasillamiento que tanto nos gusta llevar a cabo, no tiene ningún sentido.

La mirada sobre lo espectacular guarda algún matiz negativo a propósito de sus peligros y capacidad de adormecer al público. En este caso, no hay otra forma de definición, sobre todo porque la forma de concretar el efecto buscado está íntimamente relacionada con el gran formato y la capacidad de usar toda la pantalla con signos e imágenes que impresionen y convoquen al espectador. La gran cacería, la pelea en territorio enemigo – territorio mental, territorio físico – también requieren de esa complicidad.  Este efecto no es fácil de conseguir, porque a la larga, RRR emerge como un artefacto con muchas matrices. Aunque considera varias de las lógicas del cine occidental, su base se encuentra en otro sitio, uno en donde varios de nuestros preceptos abordados desde la culpa judeocristiana y otros males heredados, no tienen ningún tipo de peso en las acciones de nuestros personajes.

Aquí es donde también podemos preguntarnos por el efecto que una película de este tipo podría tener en países como el nuestro. ¿Qué es lo que nos convoca en ella? Por cierto, podemos responsabilizar de esto al éxito de filmes como la saga Rápido y Furioso, cuya exageración visual se ha convertido en su sello característico (un sello esperado, sin duda). Sin embargo, en este caso podemos encontrarnos con algo que busca trascender al simple hecho de impactar o de provocar sentimientos diversos en los espectadores. Lo más importante, a la larga, son este tipo de películas que, frente a todo, no buscan traicionarse a si mismas para conseguir la complacencia del espectador. Esto, que no siempre está presente, habla también del profundo respeto de ella hacia quienes serán su público. La gracia de películas como esta es, precisamente, la ausencia de ese factor de subestimación hacia quienes la ven.

Es muy probable que este último elemento sea el más importante respecto a RRR. Es cierto: las escenas de acción son de una precisión que se ve poco en nuestro cine y ese puede ser el primer elemento de enganche. Pero en todo esto, el profundo amor por la imagen y por el cine en general no puede ser pasado por alto. Es fantasía pura y dura, ejecutada al máximo y en este caso, con los mejores resultados posibles.

Título original: Raudraṁ Raṇaṁ Rudhiraṁ (RRR o “Rabia, Guerra, Sangre”). Dirección: Koduri Srisaila Sri Rajamouli. Guion: Koduri Srisaila Sri Rajamouli. Fotografía: K. K. Senthil Kumar. Reparto: N. T. Rama Rao Jr., Ram Charan, Ajay Devgn, Alia Bhatt, Shriya Saran, Samuthirakani, Ray Stevenson, Alison Doody, Olivia Morris. Año: 2022 País: India. Duración: 182 min.