Rogue One. Una historia de Star Wars: Una saga interminable
Una historia puede ser nueva y, sin embargo, hablar de tiempos remotos. El pasado surge con ella.”
Michael Ende, La Historia Interminable
Toda historia puede despertar vetas y ramificaciones a partir de su tronco central, originar relatos satélites e impulsar a sus seguidores a que se comprometan con un enjambre narrativo cada vez más complejo. Más allá de esta posibilidad, solo algunas son capaces de merecer el título de interminables, es decir, algunas cuyos detalles den paso a más y más historias, acumulando nuevos hitos y emociones, y siempre mantener la atención, siempre ser la antesala para nuevas posibilidades.
En este escenario rizomático, los spin-offs siempre caminan sobre hielo delgado. O bien operan únicamente sobre los hombros de los gigantes a partir de los que nacieron, aprovechándose de su sitial privilegiado pero no aportando nada en concreto; o logran destacar con luces propias, haciendo del precedente nada más que un dato inicial y poco relevante para su propio rendimiento. O logran atravesar la superficie congelada con éxito, adecuándose a un universo antes delineado, entregando nueva información, aportando a su espíritu y esencia; o su pesado andar agrieta la delicada capa que los sostiene y caen irremediablemente a las congeladas aguas del olvido. La pregunta entonces cae de cajón. ¿Hay algo en Rogue One: Una historia de Star Wars que la encumbre como una de las cimas de esta galaxia tan lejana? ¿Es propiamente una historia de Star Wars?
Partamos por el principio. La película se sitúa como una precuela al Episodio IV, tratando el relato de aquellos rebeldes que consiguieron robar los planos de la Estrella de la Muerte, el arma mortal del Imperio con capacidad para destruir planetas enteros, lo que funciona como punto de partida de la llamada Una Nueva Esperanza (George Lucas, 1977). La avanzada la lleva Jyn (Felicity Jones), hija de Galen Erso (Mads Mikkelsen), principal ingeniero detrás del arma de destrucción masiva, quien abrumado por la magnitud de su trabajo ha escondido un punto débil en lo profundo de su estructura. La inteligencia de la Rebelión intercepta a un piloto desertor con información crucial, comienza a armar el puzzle y captura a Jyn con la confianza de que ella será la clave para abrazar ese granito de esperanza. Ella, hasta ese momento alejada de los ánimos revolucionarios, solo inicia la aventura por la promesa de saber qué ha sido de su padre, secuestrado cuando era una niña. Liderados por el capitán Cassian Andor (Diego Luna), conjugan un equipo de infiltración hacia las entrañas del Imperio, donde todo se pondrá en riesgo para adquirir esa pequeña pieza de conocimiento, clave para romper la opresión que azota a la galaxia.
Cuando fue de conocimiento público que Disney había adquirido Lucas Films, y por tanto los derechos de explotación de la franquicia de Star Wars, uno de las primeras especulaciones -bastante infundadas por decir lo menos- hacía relación a cierta infantilización que podían sufrir las nuevas películas. Quizás a modo de respuesta, o bien en sintonía con las preferencias narrativas de estos tiempos, las dos primeras entregas de este nuevo ciclo se han alejado completamente de aquello, presentándose oscuras, desafiantes, despiadadas. En este sentido, a la luz de la pregunta que enunciábamos al inicio, Rogue One se siente en una línea de continuidad, profundizando lo comenzado en El Despertar de la Fuerza (J. J. Abrams, 2015) desde una perspectiva cinematográfica. En el despliegue de la campaña secreta que guía la película hacia adelante, nos vamos enterando de ciertos detalles que complementan la historia original, algunas golosinas para los más fanáticos y una visualidad muy atractiva para recrear las dificultades de la rebelión.
La dimensión de la imagen es precisamente uno de los elementos más destacados del filme, alejándose de una sobreestilización que la tecnología actual permite, particularmente en contextos de ciencia ficción. En penumbra, manchados y grasientos, los cuarteles de la rebelión sobreviven a duras penas, recordando la estética de un cine bélico que hacía materia del barro y el dolor de los soldados en el frente. Quizás más que sus predecesoras, Rogue One explota la lógica del filme de guerra, ya en la mencionada esfera visual, ya en un amplio despliegue de batallones y trincheras, como si fuera consciente de que por mucho que la acción ocurra en distantes planetas y con gigantescas naves espaciales, no hay combate más épico que el de cuerpo a cuerpo.
Un punto de debate, que seguro abrirá la discusión hacia adelante en el cine de industria, tiene que ver con el rescate de algunos personajes, cuyos actores ya fallecieron y que mediante la tecnología del Motion Capture y la animación digital son traídos nuevamente a la pantalla. Desde la perspectiva del fanático, lo más seguro es que se sienta como un merecido homenaje y una técnica atractiva para respetar los fundamentos de la saga. Pero también vale la pena preguntarse por los alcances de este medio, y cuánto será explotada por los grandes estudios, que, como sabemos, no escatiman en esfuerzos por atraer audiencias sin importar lo plástico que pueda percibirse el resultado. En este caso, creo que el experimento sorprende y funciona, pero si se hace costumbre puede que pierda fuerza.
Ahora bien, las bondades que se alcanzan en términos visuales no se empatan con determinados aspectos de la construcción dramática, los que hacen flaquear de tanto en tanto a la propuesta. Me referiré concretamente al que me parece el menos logrado, el desarrollo de personajes. Exceptuando el caso particular de la protagonista, el resto de sus acompañantes no alcanzan a establecerse concretamente como pilares estables con los que podamos sentir empatía. A ratos el androide K-2SO, que las hace de alivio cómico, se posiciona con propiedad al interior de la historia, pero ni Cassian ni el resto del equipo están lo suficientemente delineados. Y al tratarse de un tipo de historia colaborativa -donde cada integrante del grupo aporta su talento para la consecución del objetivo- que solamente Jyn cuaje del todo como personaje hace que se sienta un vacío, porque no alcanzamos a comprender ni a sentir las motivaciones profundas de los involucrados en una de las misiones más peligrosas de las que se tenga registro en el universo conocido.
La saga de Star Wars entró de lleno al nuevo sistema hollywoodense, donde abundan los superhéroes, los universos cinemáticos y la veloz reiteración. Antes debíamos esperar varios años para ver un nuevo episodio de la franquicia creada por George Lucas. Hoy tenemos uno al año, lo que si bien sirve para apaciguar el hambre constante de los espectadores contemporáneos, le quita potencia a un estreno que pierde épica como fenómeno en sí. Ahí estaba el desafío principal de este capítulo, sobrepasar su mera presentación y el recuerdo reciente de su antecesora. Creo que las cartas estaban dispuestas para que el resultado fuera todavía más impresionante, pero en términos de guión -como decía, principalmente en la faceta de los personajes- hizo falta mayor profundidad, entender el peso de la revolución en un puñado de sujetos que buscan el bien colectivo. Star Wars siempre ha tenido un componente político por debajo de su trama, el que de tanto en tanto emerge con mayor potencia. Creo que Rogue One podría haber ahondado aún más en aquello, sin comprometer su fundamento.
No obstante lo anterior, hay un encanto en este universo que de ninguna manera pierde potencia. Y la riqueza del marco hace la película atrape tanto en su acción como en los rescates que realiza a personajes de la primera trilogía, los que sin duda dejan los pelos de punta en más de una oportunidad. Es la ventaja de este gigante, cuya historia permite incontables secuelas y precuelas, en una inimaginable variedad de fuentes y formatos. Van dos de cinco, y aún Disney no decepciona. Solo el tiempo dirá si el resto de las películas responden al ánimo de su matriz, pero esa es otra historia y deberá ser contada en otra ocasión.
José Parra
Nota del Comentarista: 8/10
Título original: Rogue One: A Star Wars Story. Dirección: Gareth Edwards. Guión: Chris Weitz, Tony Gilroy. Fotografía: Greig Fraser. Música: Michael Giacchino. Reparto: Felicity Jones, Diego Luna, Ben Mendelsohn, Donnie Yen, Jiang Wen, Mads Mikkelsen, Forest Whitaker, Alan Tudyk, Riz Ahmed, Jonathan Aris, Jimmy Smits, Alistair Petrie, Genevieve O'Reilly, Valene Kane, Warwick Davis. País: Estados Unidos. Año: 2016. Duración: 133 min.