Rezagadas: Frances Ha (Noah Baumbach, 2013)
Frances Ha sigue a Frances (Greta Gerwig, quien co-escribe el guión) y su amistad con Sophie, dos mejores amigas que se separan luego de vivir juntas en NY. Frances es una aspirante a bailarina, Sophie no sabemos bien a qué se dedica pero se enamora de un ingeniero comercial y luego se va a vivir a Tokio. Empieza aquí el periplo de Frances, que la va llevando de casa en casa y de pieza en pieza, en plena merma económica. En medio de eso, una pequeña crisis en la que debe hacer frente a la toma de decisiones sobre todo cuando comienza a asumir que sus opciones para dedicarse al baile se vuelven más estrechas.
Del lado de los vínculos, Frances parece pasar por un pequeño duelo: la distancia de su mejor amiga es la pérdida de un apoyo vital, y su ausencia se hace sentir durante toda la película. Dos nuevos amigos artistas, Lev y Benji –con quienes comparte casa durante un período, en parte ayudarán a suplir la falta– y dos viajes –el primero para ver a su familia y el segundo un viaje repentino y solitario a París– solo acrecientan la sensación de inadaptación y de estar fuera de lugar. Es como si nada encajara o tomara la forma adecuada: como si ni retroceder a una vida familiar o avanzar una vida plena en la realización laboral fueran cuestiones aceptables o a la mano.
Filmada austeramente en blanco y negro Frances Ha –como algunos filmes de Bujalski o la serie televisiva Girls– podría ser el retrato de una generación (y casi de una clase social, agregamos) que no encuentra relato más que en las relaciones interpersonales, en sus neurosis y sus dificultades para salir adelante en un mundo altamente competitivo y donde cada cual hace frente según sus posibilidades. Es también una generación aferrada al habla, un habla cotidiana e interrumpida, que entre citas y neologismos intenta dar cuenta de sus emociones. Baumbach recoge eso para ensayar un análisis íntimo, social, casi terapéutico.
Leve, pero a la vez con tacto y más de un guiño cinéfilo a la Nouvelle Vague, Frances Ha convence en la medida de su avance, con personajes bien perfilados y una dimensión real (por sintomática) y afectiva (por su acercamiento) que se encuentra en un punto justo entre el drama y la comedia, entre la soledad alienada y las alegrías del encuentro, entre el paso a la adultez obligada y una adolescencia que no quiere irse… entre el ser y el aparecer, en definitiva.
Iván Pinto