Nada que perder (3): Entre el cielo y la tierra

Tuve la siguiente experiencia: la vi dos veces. La primera en formato “pirata” y la segunda en formato “cine”. Vi dos películas distintas.

La primera película me pareció un drama bien dirigido de dos hermanos que asaltan bancos, en un formato encajonado en el noir con guiños a los hermanos Cohen y ambiente de western texano, acompañado de un soundtrack cortesía de Warren Ellis y Nick Cave y algunos temas de música country-blues con bastante estilo.

La segunda película que vi me pareció una obra maestra. Aquí pude ver no sólo la composición y construcción del paisaje por vía del encuadre y la luz (un trabajo delicado por parte del inglés Giles Nuttgens perfecto en interiores, así como con la vastedad de las horizontales, los cielos y la tierra), sino también la cantidad de guiños de lectura que van componiendo un mosaico más complejo. Ellos van de la ya acuciosa revisión de tópicos clásicos del western (la lealtad, la herencia, el sacrificio, la amistad) además de una opción analítica de sus tramas históricas (la relación comanches y sujetos blancos, la lucha por sobrevivir en la pobreza, la explotación de la tierra), temas que se van tramando con la cuestión del paisaje y el territorio, como lucha por la sobrevivencia, como descripción de un mundo social propio de los pueblos al interior de Texas.

Aquí son inevitables las referencias: los westerns de Budd Boetticher en su vocación casi existencial, o la mirada política de un Arthur Penn como la mítica The  Chase (1966), o la dimensión sacrificial en Peckinpah. O respecto a la descripción social contemporánea (el extractivismo petrolero,  el negocio de los bancos con la tierra, la expropiación histórica a los comanches), aquí recuerda películas como Petróleo sangriento (Paul Thomas Anderson, 2007), Promised Land (Gus Van Sant, 2012) o Bernie (Richard Linklater, 2012), todas de algún modo neo-revisiones del western a partir de la clave del paisaje social, humano e histórico.

Nada que perder tiene también muy buenas secuencias de acción, de persecución y violencia a secas, no exentas de humor y resueltas con solidez. Un ejemplo de ello es la persecución a uno de los personajes por parte del sheriff y parte del pueblo, una secuencia de tiroteos que recuerda a los clásicos cierres clásicos entre sheriffs y delincuentes. Pero estos elementos nunca están desenganchados de las tramas argumentales y dramáticas: por un lado el sheriff a punto de retirarse y su amistad con su asistente comanche. Por otro, la relación de los dos hermanos, uno de ellos endeudado con el banco, queriendo dejar una herencia a su familia. Aquí el filme no se pierde: se trata de relaciones de hombres, entre hombres, de hermanos, amigos, padres e hijos. Se trata también de etnias y clases sociales: la pobreza y la delincuencia, el clima de desencanto por parte de los habitantes de los pueblos respecto a los bancos, e incluso una cita al inicio sobre ex soldados de la guerra de Irak.

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Releo lo anterior y me doy cuenta que todo esto lo obtuve en el segundo visionado en pantalla grande, no con ánimo proselitista, si no que habla de que las condiciones en sala me parece siguen siendo el camino para cineastas como David Mackenzie. Él -como Paul Thomas Anderson, solo por dar un ejemplo- es un cineasta que aún piensa en esa pantalla, respecto a los detalles del cuadro, del desvío de la anécdota o, insisto, la composición lumínica de la vastedad, los movimientos de cámara, y la línea del horizonte como algo que separa el cielo de la tierra, el mundo de los hombres que sucede aquí, entre seres reales.

Al final del filme, sabemos, se trata del bien y el mal. De la búsqueda de la justicia, pero también sobre qué es lo justo en un mundo que todos nos roban. Una pregunta que surge en una conversación-duelo entre hombres en el plano de la igualdad.

Cuando vi la película en pantalla chica, leí en el cierre una reconciliación. Al verla en formato grande me di cuenta de que termina en plena tensión, con estas preguntas que no terminan por cerrar. A no perdérsela.

Iván Pinto

Nota: 9/10

Título original: Hell or High Water. Dirección: David Mackenzie. Guion: Taylor Sheridan. Fotografía: Giles Nuttgens. Música. Nick Cave, Warren Ellis. Reparto: Jeff Bridges, Chris Pine, Ben Foster, Gil Birmingham, Katy Mixon, Dale Dickey, Kevin Rankin, Melanie Papalia, Lora Martinez-Cunningham, Amber Midthunder, Dylan Kenin. País: Estados Unidos. Año: 2016. Duración: 102 min.