Muestra de Cine Palestino: Sobre Omar (Hany Abu-Assad, 2013)

Entre el pasado 23 y 29 de junio se celebró la primera Muestra de Cine Palestino organizada por el Centro de Estudios de Palestina de la Universidad de Columbia en la Cineteca Nacional. El ciclo, que pretende ser anual, se enfoca en difundir un cine aplaudido internacionalmente, pero poco conocido en nuestro país, buscando transmitir la mirada palestina a un conflicto que ha resonado bastante estos últimos días. Los ocho largometrajes y cinco cortos se enmarcan en la temática del exilio, mostrando su historia y las consecuencias de la ocupación. Junto a la muestra, se contó con la participación de investigadores del Centro de Estudios Árabes de la Universidad de Chile, comunicación vía skype con directores y actores, comentarios de Miguel Littin y una presentación de Anita Tijoux, entre otros. Fue la cinta Omar (2013) la que abrió la muestra debido a la fama lograda con su nominación a mejor película extranjera en la última entrega de los premios Oscar y a su éxito en diversos festivales internacionales (como en el Festival de Cannes donde ganó el premio especial del jurado). Aquí la revisamos.

 

El filme comienza de manera ágil e intrigante, y desde su primera secuencia nos enfrentamos a lo que será el resto del metraje: nuestro protagonista escala el muro de Qalandia en la conflictiva zona de Csjordania en una estrepitosa huida para encontrarse con su novia Nadia.

El director Hany Abu-Assad, tal como lo hizo con su aclamada Paradise Now (2005), retrata el conflicto israelí-palestino desde el individuo y sus afectos, situándonos desde la perspectiva de un joven de la resistencia que reparte sus días trabajando como panadero, entrenándose para derrocar la ocupación junto a sus amigos y soñando con un futuro junto a la chica que ama.

La amistad, el honor y sus objetivos se pondrán a prueba cuando sea arrestado por el gobierno de Israel y obligado a cooperar con el enemigo. En esta cinta vemos muestras de lealtad y la falta de ella, en un mundo en que nada es lo que parece y en el que las certidumbres de los protagónicos se deshacen en cada nuevo giro dramático.

Posee además una visión interesantísima lograda por medio de una cámara móvil que sigue cada paso de Omar, en un suspenso logrado de forma realista a través de persecuciones por pasillos laberínticos y tejados, en escenas de tortura y encierro estetizadas por medio del claroscuro y primerísimos planos que acentúan el drama de un joven enfrentado a la política y la crueldad de los intereses de cada bando.

Si bien muchos han tildado esta película como propagandista debido al negativo retrato de Israel, en realidad funciona como un telón de fondo, que más allá de la polémico que puede ser, muestra a sus personajes como seres de carne y hueso que son afectados por la realidad circundante. Estamos así enfrentados a dos visiones: el oficial israelí que sólo hace su trabajo previniendo ataques y asesinatos por parte de los rebeldes; y Omar, quien realiza actos contestatarios debido a una situación opresiva que le impide moverse con libertad para ver a sus seres queridos y le somete a una persecución injustificada, pues tal como dice su amigo Tarek en una frase clave para comprender las motivaciones del grupo: “cada día que pasa es otro día de ocupación”.

De esta manera, más allá del conflicto, lo que finalmente permanece es el drama humano en que las traiciones, la falta de comunicación y la manipulación tuercen el destino. Será en última instancia, el amor el que redimirá a Omar, quien al final del filme se sitúa como un mártir en un desenlace sorpresivo que deberá ser completado por el espectador y que contiene un cierre a nivel ideológico al utilizar aquella enigmática frase que como por causalidad parece colarse en la cinta: ¿sabes cómo cazan a los monos en África?, anécdota que nos hace considerar la avidez del ser humano en sus deseos y su obnubilación al tratar de conseguirlos.

Esta historia captura nuestra atención desde el comienzo con un ritmo acelerado y una tensión creciente que poco a poco genera un lazo empático con nuestro protagonista, mostrándonos cómo una disputa territorial afecta la existencia de individuos condenados por su lugar de origen.

Catalina Arancibia Durán