Mirai, mi pequeña hermana: Refinando el estilo
Kun es un niño de cuatro años que, de un momento a otro, debe lidiar con su recién nacida hermana y todo lo que ello implica: dejar de ser el centro de atención de la casa, sus padres asumiendo nuevas labores y el encuentro con el inevitable rol de hermano mayor. Ese es el punto de partida de Mirai, mi pequeña hermana, la más reciente película del laborioso Mamoru Hosoda, quien, desde 2006, ha construido un proyecto fílmico de temáticas y puntos de vista claramente definidos.
Summer Wars (2009) giraba en torno a un núcleo familiar y su impenetrabilidad por parte de agentes externos, Los niños lobos (2012) era el retrato de una madre aprendiendo a sobrellevar las dualidades de sus hijos, y El niño y la bestia (2015) exploraba las vicisitudes de la paternidad. En tanto, La chica que saltaba a través del tiempo (2006) -un curioso punto de partida para su carrera, considerando que se trata de un remake y de una adaptación literaria a la vez- se centra en la adolescencia y la importancia de la familia escogida: los amigos.
En Mirai, Hosoda vuelve a enfocarse en los lazos filiales, esta vez tomando como excusa las dificultades de la hermandad para luego dar paso al inmenso bagaje emocional que representa formar parte de una familia, y de llevar la herencia de todo su conjunto de ancestros. Sin embargo, se trata de un ejercicio de depuración, en el que Hosoda captura con simpleza las múltiples ramas del tema que moviliza su cine.
A diferencia de sus films previos, los elementos fantásticos aparecen mucho más contenidos sobre sí mismos. De manera casi episódica, Kun se encuentra con una versión futura de su hermana, visiones del pasado de sus padres y abuelos, y hasta el propio perro de la casa antropomorfizado. Utilizando la mirada inocente del niño, Hosoda aprovecha de romper las barreras de tiempo y espacio para reunir un “nosotros” que trasciende el presente, e incluso va más allá de la particularidad, pues la historia de esta familia podría ser la historia de todo un país.
Mirai se siente pequeña pero aspira alto (es, de hecho, el film más corto de su director), y su principal valor radica en la falta de discursos moralizantes o deterministas en los que pudo haber caído con facilidad. Y aunque se podría decir que sí es ideológicamente tradicional en su planteamiento de “familia”, no tiene sermones explícitos que vayan en esa línea. Lo que sí tiene es un estilo de animación conmovedor, un trabajo meditado de arquitectura, un par de momentos de pesadilla y una canción adorable.
Hosoda, no obstante, puede rendir aún más. Con todos sus méritos, Mirai no es ni mejor ni peor que el resto de su filmografía, sino que más bien representa otro ladrillo -muy bien pulido- en la elegante torre que proyecta ser su cine.
Nota comentarista: 8/10
Título original: Mirai no Mirai. Dirección: Mamoru Hosoda. Productora: Studio Chizu. Guión: Mamoru Hosoda. Música: Takagi Masakatsu. País: Japón. Año: 2018. Duración: 100 min.