Lady Bird (2): Learning to fly
“Su cabeza hecha de estrellas, pero aún no agrupadas en constelaciones”
-Elías Canetti
La mejor forma de enfrentarse a esta película tal vez sea, valga la obviedad, con su inicio. Como una suerte de tratado de sortilegios dispuesto a abrazar o expulsar al espectador de la pantalla, los primeros 4 minutos de Lady bird son un prodigio de síntesis visual y narrativa: dos rostros despiertan, Christine y Marion, madre e hija, y emprenden el viaje por carretera a Sacramento mientras escuchan una lectura The Grapes of Wrath de Steinbeck. A continuación, la emoción que acaba en recriminaciones mutuas, el apuro por ocupar el silencio incómodo, los idealismos de la adolescencia echados abajo por el pesimismo adulto, diálogos que asoman como cuchillos, una conversación ridícula que se vuelve un territorio en disputa. Christine prefiere “volar” escapando de la discusión. Corte. Imágenes de la escuela católica en donde se pasará el último año escolar. Los ritos que se deben cumplir: los rezos matutinos, la lectura bíblica, la religión y la patria unidos en un lazo inmune, las rémoras del 11 de septiembre, el vía crucis de Cristo visto de soslayo por Christine, los cantos, las pantomimas de la comunión, todo emergiendo como un continuo excitante y juvenil. Todo Lady Bird puede resumirse en esos primeros minutos.
Pero, ¿quién es Christine? Es una chica que pide a cada momento que la llamen “Lady Bird” como signo de disconformidad ante un mundo del que se siente incómoda y ajena. Vive con su familia en el lado pobre del vulgar Sacramento, cuando sus aspiraciones son vivir en la ilustrada Nueva York. Es ignorante y algo cándida, pero anida una instintiva vivacidad que la hace entrañable. Es dura e impaciente, pero algo nos dice que sus caprichos y ansiedades son obra de una energía que aún no sabe por dónde asomar. Greta Gerwig expone esas contrariedades y contradicciones como rasgos que enriquecen a Christine, filmándola como si fuera un lago superfluo y en pleno movimiento, abierta a la compasión y al ataque, al insulto y la ternura. Cuánto de biográfico hay en este retrato es poco importante, pero si es cierto el rumor de que Gerwig recibió asesoría de Wes Anderson y Noah Baumbach, entonces Gerwig escuchó y aprendió la lección. De cada cual ha tomado lo mejor: la imaginación sensible de Anderson y la inteligencia que de tan consciente se vuelve acritud y dureza en Baumbach. También ha sabido esquivar los defectos de sus maestros: la ñoñería visual de uno y la agresividad un tanto gratuita en la que suele caer su pareja.
Por supuesto, esta es una “película de iniciación”: están las conversaciones a escondidas entre amigas, las traiciones banales de los adolescentes, las primeras exploraciones sexuales con el propio cuerpo y con el otro, los amores imposibles y el desencantamiento final. Pero también Lady Bird habla del aborto, la depresión, la adopción, el arribismo, la crisis económica, las arbitrariedades de ser educado en un sistema público de educación. En este sentido, esta es una película omnímoda. Tal vez porque es su debut, Greta Gerwig ha querido poner en este film todo lo que ha podido y querido. Y no le resulta mal. De hecho, son costados o subtemas que alimentan la propia energía perceptiva en la que reposa Lady Bird, como si el acopio de situaciones y diálogos reflejaran, más que una exageración, la exuberante personalidad de Christine y sus variadas formas de abrazar su realidad.
Pero de todos los temas o subtextos que sobresalen en Lady Bird hay uno que a ratos aparece de manera incómoda, lacerante, como un pozo oscuro e irresuelto: la relación entre padres e hijos. Hay una película oculta, embrionaria, que tal vez Gerwig hará nacer más temprano que tarde, pero que aquí muestra rasgos de dolorosa belleza: la frontalidad de las breves e intensas discusiones entre Christine y su madre, el estoicismo y la resignación amable de un padre sin trabajo y depresivo, el amargo despertar en el momento justo en que uno se aleja de sus padres, sin olvidar que esa nueva realidad es a la vez una pérdida que nunca podrá compensarse del todo. A juzgar por sus imágenes finales, es el corazón definitivo de Lady Bird, su lugar menos exhibido, pero el más perdurable.
Nota comentarista: 8/10
Título original: Lady Bird. Dirección: Greta Gerwig. Guión: Greta Gerwig. Fotografía: Sam Levy. Música: Jon Brion. Reparto: Saoirse Ronan, Laurie Metcalf, Lucas Hedges, Beanie Feldstein, Tracy Letts, Timothée Chalamet, Odeya Rush. País: Estados Unidos. Año: 2017. Duración: 94 min.