La tragedia de Macbeth: El peso del destino

Sea como sea, La tragedia de Macbeth aparece como un punto singular en la carrera del cineasta, un verdadero cambio dentro del estilo que cultivó durante tres décadas. Es decir, es mucho más que una simple variación en los nombres que aparecen en los créditos del largometraje.

Dentro de la filmografía de los hermanos Joel y Ethan Coen son poco frecuentes las adaptaciones de obras preexistentes. Películas como The Ladykillers (2004), No Country for Old Men (2007) o True Grit (2010) son excepciones en una veintena de guiones que privilegian las ideas propias e idiosincrasias características de dichos cineastas. Por eso, llama la atención que Joel Coen haya querido adaptar una de las obras de teatro más famosas de William Shakespeare en La tragedia de Macbeth (The Tragedy of Macbeth), cuya historia tiene la carga, además, de haber sido llevada anteriormente al cine por directores de la talla de Akira Kurosawa, Orson Welles y Roman Polanski. Pero casi igual de sobresaliente es que se trata del primer largometraje que hace completamente en solitario, sin la compañía de su hermano.

Todavía no se sabe con certeza la extensión ni las implicancias del descanso que se tomó Ethan Coen, quien después de The Ballad of Buster Scruggs (2018) decidió centrarse en proyectos fuera del cine. Sin embargo, esa pausa fue propicia para que Joel pudiese hacer esta película, ya que según contó en una entrevista para Los Angeles Times, trabajar junto a su hermano significaba que debían inclinarse por proyectos que fuesen interesantes para ambos, lo que inevitablemente dejaba fuera aquellas propuestas que podían ser del gusto de uno pero no del otro. Ese es, de hecho, el origen de esta adaptación de Macbeth, una oportunidad para concretar una cinta que no podría haber hecho junto a Ethan, ya que apuntaba más bien a su interés exclusivo.

Quizás la razón fue la seriedad de la historia, que tiene como columna vertebral el peso de la predestinación y la inevitabilidad de la tragedia. A diferencia de la mayoría de las películas de los Coen, que cuentan con muestras de ironía y humor negro, la obra de Shakespeare es adaptada por Joel con fidelidad y respeto; en el largometraje no hay espacio para la irreverencia ni el absurdo, al menos en el sentido que ayudaron a popularizar los directores. Sea como sea, La tragedia de Macbeth aparece como un punto singular en la carrera del cineasta, un verdadero cambio dentro del estilo que cultivó durante tres décadas. Es decir, es mucho más que una simple variación en los nombres que aparecen en los créditos del largometraje.

La película comienza con la imagen de unos cuervos dando vueltas por el cielo, en un sombrío augurio de lo que vendrá más adelante. El protagonista de la historia, Lord Macbeth (Denzel Washington), es un hábil guerrero que un día se encuentra con tres brujas (Kathryn Hunter), quienes le informan que el rey Duncan (Brendan Gleeson) lo recompensará por sus logros con un nuevo título nobiliario y que incluso él mismo ocupará después el trono de Escocia. Cuando la primera parte de la profecía se vuelve realidad, su esposa, Lady Macbeth (Frances McDormand), lo convence de hacer todo lo posible para asegurar que se cumpla el resto y se conviertan en los próximos reyes, aunque eso signifique asesinar a los que se crucen en su camino.

Como en las demás versiones que han surgido sobre Macbeth, la película de Coen gira en torno a la ambición y a la disputa entre libre albedrío y determinismo. La predicción de las brujas es, al mismo tiempo, un camino inescapable y el primer paso para que la pareja protagonista muestre su verdadero rostro. A los personajes no les basta con esperar que se cumpla ese vaticinio, sino que deciden tomar el asunto en sus propias manos, tanto para garantizar ese desenlace como para apresurarlo. La fuerza inexorable que atraviesa al relato de Shakespeare, ese impulso del destino que avanzará sin importar los obstáculos, refuerza el carácter fatalista de la historia y la emparenta con las tragedias griegas, donde el rumbo de los individuos está controlado por fuerzas que escapan de su comprensión.

La adaptación de Coen, sin embargo, introduce un factor que le entrega una nueva dimensión a la obra: la edad de los protagonistas. Los Macbeth interpretados por Washington y McDormand están lejos de la juventud de otras versiones, así que su imposibilidad de tener herederos se debe más a la menopausia que surge con los años que a una infertilidad innata. La vejez de los personajes tiene efectos sobre sus motivaciones, que pasan a adquirir un sentido de urgencia, como apresurados por la presencia de una cuenta regresiva. Así, la ambición de la pareja viene acompañada de la desesperación. Cuando ya ha transcurrido la mayor parte de sus vidas se ven enfrentados a la posibilidad de acceder a una enorme cantidad de poder y el miedo que les surge consiste en no alcanzar a aprovecharlo.

Al trabajo de los actores principales, cuya calidad viene precedida de dos prestigiosas trayectorias, se suma la atmósfera que elige la película para ambientar el relato. La tragedia de Macbeth aprovecha la fotografía en blanco y negro de Bruno Delbonnel, además de una relación de aspecto casi cuadrada de 1.37:1, para darle un aire fantástico a sus imágenes. La obra no transcurre en un mundo como el nuestro, sino que en uno más etéreo, sujeto a reglas propias, como el del expresionismo alemán. El diseño de producción de Stefan Dechant es acotado en el número de elementos que muestra en la pantalla, pero los objetos que aparecen en la película están llenos de personalidad, como un reflejo de las sensaciones que la cinta quiere transmitir. Por lo tanto, los decorados no están regidos por un sentido práctico, sino que expresivo.

Los diálogos de Shakespeare sufren pocas variaciones en el guion de Coen, quien es consciente del poder de las palabras, su estructura y melodía. Es precisamente ese lirismo el que lo lleva a optar por un enfoque más flexible de la realidad al momento de ambientar la historia, acercando la obra más al terreno de los sueños que de lo factual. La Escocia de la cinta es un lugar de contornos difusos, cuyas características físicas están en un segundo plano de lo importante para la obra, como los deseos, los pecados y los miedos de los personajes.

 

Título: La tragedia de MacBeth. Dirección: Joel Coen. Guión: Joel Coen. Fotografía: Bruno Delbonnel. Reparto: Denzel Washington, Frances McDormand, Corey Hawkins, Moisés Ingram. País: Estados Unidos. Año: 2021. Duración: 105 min.