La red avispa (2): Otro combate por la Historia

Este es uno de esos casos en que el cine se alinea con la Historia, y no solo porque la película, basada en el libro Los últimos soldados de la Guerra Fría de Fernando Morais, trate de un hecho histórico. Sucede cuando la creación audiovisual traspasa la pantalla para generar movimiento, articula la energía de algún grupo, aunque, en este caso, la energía liberada confabula en contra de la película misma y llama a la censura. He aquí la paradoja, pues son aquellos que denuncian la falta de libertad en Cuba quienes precisamente actúan contra lo que supuestamente luchan.

La década de los 90 parece ser una década corta. La caída del muro de Berlín, el fin de la Unión Soviética y el consecuente “fin de la historia” configuraron, en apariencia, un leve estancamiento de los procesos históricos que se licuaron en guerras consideradas menores allá en Europa del Este y Oriente medio. En América Latina se terminaban las últimas dictaduras y Estados Unidos quedaba sin contrapeso como la potencia hegemónica de la región. El fin de la revolución cubana era sólo cosa de tiempo sin en el apoyo soviético. Entonces, ¿por qué no apurar el proceso?

Acelerar lo inevitable, al menos esa era la idea de la disidencia cubana anticastrista con sede en Miami, la que confiaba en el inexorable fin de la revolución. En ese sentido, romper la idea de una isla indefensa o totalmente dependiente de la URSS es una de las conclusiones a las que se podría llegar con la película La red avispa (2019). Aunque más parece que Olivier Assayas (el director), intentó retratar “objetivamente” un hecho histórico, entrelazando a este último los dramas personales de los protagonistas.

Estrenada en Netflix en medio de la pandemia, no quedó exenta de polémica y acalorados debates, sobre todo entre los “cubanos-americanos” autoexiliados, quienes han expresado un evidente disgusto por la manera en que la cinta aborda las tensiones de la isla caribeña con Estados Unidos. Así también, la forma en que son retratadas y expuestas las organizaciones “Hermanos al Rescate” y la “Fundación Nacional Cubano Americana” en los atentados contra balnearios y hoteles mediante bombas y disparos. Desde Miami, en tanto, han colectado firmas para obligar a la plataforma de streaming a quitar la película del catálogo e incluso habrían amenazado con incendiar los cines que la lleguen a exhibir.

Este es uno de esos casos en que el cine se alinea con la Historia, y no solo porque la película, basada en el libro Los últimos soldados de la Guerra Fría de Fernando Morais, trate de un hecho histórico. Sucede cuando la creación audiovisual traspasa la pantalla para generar movimiento, articula la energía de algún grupo, aunque, en este caso, la energía liberada confabula en contra de la película misma y llama a la censura. He aquí la paradoja, pues son aquellos que denuncian la falta de libertad en Cuba quienes precisamente actúan conforme aquello contra lo que supuestamente luchan.

La película nos relata el modo en que Cuba articula una red de espías en Miami y consigue infiltrarse en organizaciones como las antes nombradas, con tal de evitar los atentados terroristas planeados por estas. Se verá entonces que, al funcionar bajo el amparo de Estados Unidos, dichas organizaciones violan reiteradamente el espacio aéreo cubano, confiados en la invalidez defensiva de la isla; al mismo tiempo que utilizan el status de organizaciones humanitarias para ejercer el narcotráfico.

Lo interesante de la película está en las reacciones que genera o puede llegar a generar respecto al tema que narra. Abordar Cuba o cualquier país indeseable para Estados Unidos, con una mirada que no sea la de este último, es considerado, en sí mismo, una defensa de los primeros. Para este caso particular no importa si el filme establece desde el inicio que Cuba es un “régimen autoritario”, porque aun así los más críticos tildan a la película de ser “propaganda” en favor del gobierno cubano. Pero, ¿no es eso precisamente el cine de Hollywood? Es bien sabido que la maquinaria cultural estadounidense utiliza el cine como medio de propaganda política e ideológica, siendo incluso capaz de vetar películas y personas de la industria.

Si nos fijamos un poco en las palabras que comúnmente se utilizan para referirse al gobierno cubano, sobresalen régimen y dictadura, pero ¿por qué se sigue llamando de tal forma a Cuba? Pareciera que tener elecciones, Presidente y asamblea nacional no pesan nada frente a las etiquetas que se reproducen constantemente desde el país de Donald Trump. El falseamiento histórico es sistemático en el cine norteamericano, es cosa de ver cómo en sus películas sobre la Segunda Guerra Mundial derrotan al nazismo sin ayuda de nadie.

Pese a contar con un elenco de actores famosísimos, la película no destaca formalmente. Categorizada como un thriller, hace un contrapunto entre la hazaña del espionaje y los dramas familiares que viven los agentes cubanos y se centra, principalmente, en René González (Édgar Ramirez),  su esposa Olga (Penélope Cruz) y Juan Pablo Roque (Wagner Moura).

A propósito de este último, vale la pena destacar la transtextualidad que se genera cuando en la base de Guantánamo, el personaje interpretado por Moura, declara ante los estadounidenses su inconformidad con el “régimen” por el asesinato de Arnaldo Ochoa, un héroe de la revolución devenido traficante y, por ello, asesinado. Ochoa, quien fuera amigo de Juan Pablo Roque, mantuvo un lazo con nada más ni nada menos que Pablo Escobar, quien coincidentemente también es encarnado por Moura en la serie Narcos (2015-2017). Es decir, Roque y Escobar son la misma persona; y más allá de ser algo anecdótico, la transtextualidad también nos plantea una reflexión respecto al lugar que ocupa América Latina y el Caribe, en lo que podríamos llamar la “geopolítica de la estética”, esto es: qué se ve cuando se ve a Latinoamérica en el mundo.

La red avispa puede ser una visión de la ruina del “tercer mundo” político y los desvanecidos sueños de la revolución, pero de igual manera es el recordatorio de un cine con perspectivas emancipadoras, que fue inspirado en el mismo continente que hoy es estéticamente sinónimo de narcotráfico. De ahí quizás lo provocativo de las imágenes de archivo de Fidel Castro en el filme, puesto que durante ya largos años se lo ha relegado a un lugar común de cosificado dictador, mientras que a Pablo Escobar se le ha complejizado y alzado como el rostro y, por qué no, el ethos estético del continente.

 

Título: La red avispa. Título original: Wasp Network. Dirección: Olivier Assayas. Reparto: Edgar Ramírez, Penélope Cruz, Ana de Armas, Wagner Moura, Gael García Bernal, Édgar Ramirez. País: Francia. Año: 2019. Duración: 123 min. Distribución: Netflix.