La larga noche de Francisco Sanctis: Un tipo común

Algunas de las mutaciones recientes de las ficciones ambientadas en dictadura han trasladado el foco hacia personajes que quedan fuera del entendimiento antagónico de la época. Personas “normales” que no simpatizaban con la dictadura en sí, pero que tampoco pertenecían al sector militante activo. Desde las versiones más sórdidas del personaje “neutro” encarnadas por Alfredo Castro en la obra de Larraín hasta la visión más empática respecto al chileno no comprometido de la serie Los 80, varias de las obras recientes se han encargado de renovar la lectura del pasado reciente desde posturas y personajes menos relacionados con lo épico.

Estos personajes pertenecientes a la “mayoría silenciosa”, como se le ha denominado en Argentina, toman protagonismo nuevamente en la ópera prima de Francisco Márquez y Andrea Testa. Francisco Sanctis es un funcionario que, a pesar de encontrarse en plena dictadura de Videla, mantiene su vida laboral y familiar en un estado de normalidad. En medio de una jornada de trabajo recibe la misteriosa llamada de una ex-amante que desea contactarlo para publicar un viejo poema suyo en una revista venezolana. Al encontrarse con ella Francisco descubre que el supuesto interés por su poesía es solo una excusa para entregarle el nombre y dirección de dos militantes próximos a ser detenidos. Francisco, que ya no mantiene ninguna relación con su juventud revolucionaria, debe decidir entre salvar la vida de dos desconocidos o seguir con su tranquila posición de tipo normal.

La obra de Márquez y Testa inicia con la delimitación de un conflicto claro entre la pasividad y el compromiso, entre la posibilidad de continuar con una vida corriente y la responsabilidad que cae sobre la conciencia ex-revolucionaria de Francisco. Pero si la estructura de la película funciona en torno a un conflicto claro, su desarrollo se basará en una serie de ambigüedades de escaso dramatismo. Resulta curioso que la escena en que le entregan la peligrosa información a Francisco transcurra desde el interior del automóvil, mientras estilizadas luces cubren los rostros de los personajes. Márquez y Testa establecen abren la cinta con un tono noir que funciona como promesa de una misión peligrosa. Sin embargo la obra no nos entrega persecuciones ni tiros, sino que una serie de caminatas inconducentes. Si la premisa de la obra nos deja imaginar la trayectoria de un personaje y su paso hacia la acción heroica, su desarrollo nos deja suspendidos en su indecisión. Similar al absurdo deambular de After Hours (Martin Scorsese, 1985), vemos a Francisco cruzar diversas calles para encontrarse con personajes que solo refuerzan la ambigüedad de su accionar. El paso a la acción en que gira el conflicto central de la película queda inmovilizado por esta duda política. Si la conciencia revolucionaria permitía a los personajes encontrar un coraje insospechado en el cine revolucionario de los sesenta, en la lectura actual de la obra de Márquez y Testa funciona como un lastre de juventud que inmoviliza cualquier posibilidad de realizar una acción con certeza.

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En La larga noche de Francisco Sanctis las detenciones quedan fuera de foco, los cascos militares son apenas discernibles en la penumbra, en una constante confusión sensorial (y formal) entre “buenos y malos”. La paranoia de Francisco confunde los peligros reales e imaginarios, los pasos militares y militantes, y sobre todo, la posibilidad de una responsabilidad revolucionaria con una fantasía de juventud. El rostro de Francisco deambula en medio de la oscuridad en medio de una de las representaciones más claustrofóbicas que se han hecho de la ciudad de Buenos Aires.

A diferencia del rechazo que pueden generar los personajes apáticos de Larraín, es difícil sentir simpatía o disgusto frente al protagonista de La larga noche. Algo similar se puede decir del resto de los personajes (la “informante”, su amigo del bar, el chico militante del cine) que se mueven por las mismas zonas de difícil lectura. La obra de Márquez y Testa no busca condenar (ni simpatizar) con el accionar de Francisco, sino complejizar la lectura de la dictadura como un enfrentamiento simple entre dos partes. No se trata tampoco de una lectura de la “mayoría silenciosa” como una masa inocentemente ignorante, sino de un viaje sensorial por la parte más confusa y ambigua de la dictadura. La larga noche de Francisco Sanctis escarba en la ambigüedad de los personajes no protagónicos de las historias de represión a través de uno de los noir más estáticos del último tiempo. La confusión del personaje se traspasa de la misma manera hacia el espectador, que queda mentalmente inmovilizado cuando el taxi conduce a Francisco al ritmo de Nino Bravo.

Nota comentarista: 8/10

Título original: La larga noche de Francisco Sanctis. Dirección: Francisco Márquez y Andrea Testa. Guión: Francisco Márquez y Andrea Testa. Fotografía: Federico Lastra. Montaje: Lorena Moriconi. Reparto: Diego Velázquez, Laura Paredes, Valeria Lois, Marcelo Subiotto, Rafael Federman. País: Argentina. Año: 2016. Duración: 76 min.