La guerra del planeta de los simios (2): La humanidad como algo que hay que humanizar
La última película de la trilogía del Planeta de los simios en una de sus primeras imágenes nos introduce en un bosque en el que unos soldados se aprontan a atacar un puesto donde los simios se encuentran atrincherados. Los seguimos como si fuéramos uno más de ellos, inmersos en la espesura, pero antes de que se preparen a atacar aparece un gorila, que les presta su ayuda. Entonces surge cierto desconcierto, nos preguntamos qué pasó exactamente para llegar a esa situación. Aunque pronto, resuelto el ataque a los simios, la interrogante se resuelve al darnos cuenta de que varios simios que estuvieron de parte de Koba hoy se encuentran en el bando opuesto y ayudan, por miedo a Cesar, a los humanos. A partir de estas imágenes iniciales surge una figura interesante para esta última entrega: el traidor frente a su propia especie. Ella será importante para adentrarnos en el cierre de una de las trilogías más completas de los últimos años.
Cuando miramos en profundidad La guerra del planeta de los simios, tenemos no solo que tener un pie en las dos películas anteriores, El origen (Rupert Wyatt, 2011) y El amanecer del planeta de los simios (Matt Reeves, 2014), sino también en las películas clásicas, esas que se volvieron iconos a fines de los sesenta y durante los setenta. Porque visto así, el final de la trilogía cumple una función solamente como punto de llegada, asunto por el que difiero con otros puntos de vista que válidamente ven en este final como una de las cintas más flojas de la trilogía. Me refiero al valor de Matt Reeves en cerrar de forma inteligente una película que es totalmente consciente del devenir y de lo que se convertirán los simios en el futuro de la misma saga, dándole fuerza a un relato cuya finalidad es ser una precuela.
La guerra del planeta de los simios termina cumpliendo dos funciones principales, primero como una precuela que de manera astuta le da origen y causa a los hechos que presenta el mundo dominado por los simios. Esto vale para quien conoce y ha visto El planeta de los simios (Franklin J. Schaffner, 1968), pero también abre un camino para quienes no la han visto. De ahí que desde el término de la travesía que emprende Cesar se transforme en la excusa perfecta para enlazar las dos sagas, porque todo termina conectado de forma sutil y consecuente, formando un mundo único. Tanto los nombres de algunos personajes, como los lugares, incluso la música, juegan un rol fundamental que abre puertas: son la excusa perfecta para explorar y darle nuevo vigor, en tanto saga completa, a la historia de esos simios que terminaron por dominar nuestro planeta.
En La guerra del planeta de los simios Cesar se encuentra en un desafío personal tras el ataque a manos del general que comanda la resistencia humana. A diferencia de las otras entregas, la encrucijada del personaje se vuelve una aventura que nos involucra al reflexionar sobre temas que van tomando relevancia mediante una historia de venganza. Ahora las emociones del simio parecieran estar mucho más cerca de la ceguera humana que las de su propia especie, porque sin duda Cesar ha tomado un camino que le aleja de la mesura de las dos películas anteriores. Nunca habíamos visto el odio en sus ojos, lo que la da un nuevo cariz al personaje y sirve para ver a un simio mucho más cercano a una psicología humana; la cual sabemos lo llevará a su destrucción, trance que deberá sortear para salvar a su propia especie. Es decir, se trata del mismo dilema por el cual los humanos también deberán elegir, aunque esto con un destino totalmente diferente.
La aventura personal de Cesar esta vez, y como consecuencia de las películas anteriores, nos lleva a conocer un mundo que de alguna forma asumimos mucho más cercano. Con esta película atendemos a un elemento central que permite establecer un marco comparativo entre las dos sagas. Cuando alguna vez vimos al personaje de Charlton Heston gritándole a los monos que le quitaran sus sucias manos de encima, sin duda asumíamos su punto de vista, y tomábamos partido por él. Ver a esos simios nos causaba rechazo, porque cazaban humanos como si fueran animales. El gran golpe de la actual trilogía, en cambio, fue dar vuelta la situación e implicarnos, a tal grado que nuestro punto de vista ahora empatiza con Cesar y los suyos. Incluso el personaje de Maurice toma una relevancia que es fundamental para entender lo que, a sus ojos, es esa bondad que la raza humana perdió, destruyéndose unos a otros.
Dado lo anterior es inevitable verse expuesto a experimentar cierto dolor -que va mucho más allá de la captura de movimiento y que muchas veces colinda con una violencia que escapa a la de un blockbuster común y corriente-, y que creo siempre se supo medir en favor de la identificación con la víctima. Por ejemplo, era imposible no ponerse en el lugar -o derechamente sufrir- con ese simio que era azotado por uno de su misma especie, y que termina siendo ejecutado. Es ese simio traidor el que sin duda nos hace recordar una figura que se ha visto en otras películas, como las que tocan el tema de los campos de concentración, pero que en este caso toma una relevancia totalmente distinta y funciona dentro del verosímil propuesto por el filme, donde la redención de ese traidor termina cumpliendo un rol fundamental. Sirve como metáfora de lo que somos capaces de hacer a nosotros mismos, como un reflejo de cierta condición humana. La salvedad es que ocurre en el contexto de una película que se enmarca dentro de cierto tipo de cine; uno que busca, aparentemente, solo entretener.
El director Matt Reeves logra plantear un juego con personajes-espejos, en el que muchas veces los simios acaban teniendo rasgos de humanidad mucho más profundos que los propios soldados. Un espejo desde donde el mismo Cesar sabe volver a tiempo, a partir del cual se desprende el hilo de gran parte de la nueva trilogía, y que permite conectar con la saga anterior. Con ello se le otorga un sentido consistente en encausar una vía salvífica que no existía previamente, que sucede de forma gradual y consecuente para con todas las películas, por lo que que llegado este momento podríamos verlas todas juntas. La búsqueda de la humanidad, e incluso la pérdida de esta, se enmarcan en el tema primordial; a partir del cual se extrae un corolario: el director supo manejarse dentro de cierto marco, sin perderse en una trama que siempre estuvo controlada. La búsqueda por responder una idea que se instaló desde los filmes clásicos de la saga: ¿en qué momento dejamos de tener humanidad y qué es lo que significa algo tan básico como tener humanidad? es algo que se plantea en base a los personajes, incluidos simios y soldados. Nova termina por cumplir el rol de enlazar esa idea, para así preguntarnos finalmente: ¿en qué nos diferenciamos con un simio? Y más aún, ¿cómo establecerla en un contexto donde la guerra se instala como algo que termina destruyendo al propio hombre? Tal es la idea básica que recorre todas las películas.
El mundo que termina por construir Reeves conforma “la otra cara de la conquista”. Esa posibilidad, como pocas, de ver la contraparte de una misma historia; el intento por mirarnos y descubrir dónde falló todo. O tal vez, simplemente, nos permite descubrir la posibilidad de un final en donde, en ningún caso, tanto la nueva trilogía y la saga clásica se contraponen como para poder afirmar que una es mejor que la otra. Todo lo contrario, el valor de La guerra del planeta de los simios radica en que la historia de la saga consigue armarse como un todo, a partir del cual el espectador que no vio una de las escenas más icónicas de la historia del cine puede concluir ese camino que Cesar inició cuando habló por primera vez.
Nota comentarista: 7/10
Título original: War for the Planet of the Apes. Dirección: Matt Reeves. Guión: Mark Bomback, Matt Reeves. Fotografía: Michael Seresin. Montaje: William Hoy. Reparo: Andy Serkis, Woody Harrelson, Steve Zahn, Amiah Miller, Judy Greer, Karin Konoval, Aleks Paunovic, Sara Canning, Gabriel Chavarria. País: Estados Unidos. Año: 2017. Duración: 142 min.