La casa que Jack construyó (1): Quien cita último ríe mejor
Randolph Candecott publicó en 1878 el cuento ilustrado La casa que Jack construyó. Inspirándose en una antigua canción infantil de autoría indeterminada y desplegando unas cuantas líneas que se unen con una asombrosa simplicidad, logra problematizar en torno a la relación entre palabra e imagen (en este caso, en la forma de dibujos). Lo anterior lo llevó a ingresar a la historia como el padre de lo que los amantes de las etiquetas llaman “libro-álbum”. La genialidad de la obra de Candecott es que en ella las imágenes y las palabras parecen crear un movimiento que provoca que la mirada siga un continuo que no distingue entre páginas. Un movimiento en el que, empero, las imágenes parecen decir lo que las palabras no pueden, al tiempo que las palabras dicen lo que en las imágenes queda fuera. De este modo, le imprime al libro una profundidad inesperada trascendiendo el universo de la literatura infantil. Tanto es así que algunos lo identifican como el creador de lo que sería un “estilo pictórico de narración” en el que los dibujos están compuestos por líneas aparentemente simples con las que, sin embargo, logra capturar lo más hondo de las situaciones que están también delineadas por un puñado de palabras.
No es casual que la última entrega del cineasta danés Lars Von Trier se titule justamente La casa que Jack construyó (2018). Como si intentará consumar la problemática que Candecott apenas anuncia, el filme se divide en capítulos que se enhebran a través del diálogo en voz en off entre Jack, quien parece estar yendo a un lugar cuyo camino desconoce, y Verge, quien parece guiarlo hacia un lugar que conoce mejor que la palma de su mano. Cada capítulo se sucede al ritmo del relato de Jack acerca de lo que en pantalla se llaman apenas “incidentes” para nombrar los distintos asesinatos que cometió. Dicho relato es, en un par de ocasiones, interrumpido por Verge, quien interroga las intenciones que subyacen a los perversos actos convocados por Jack para dar pie a una serie de profundas reflexiones que a su vez son expresadas de manera simple a través del anudamiento de imágenes que parecen haber sido seleccionadas del grupo que resulta de una búsqueda en Google. Por ejemplo se nos muestran intercaladamente cuadros tan icónicos que aburren, de Gustav Klimt o de Paul Gauguin (que dicho sea de paso era ferviente admirador de Candecott) cuando Verge intenta controvertir lo señalado por Jack afirmado que el arte para él tiene que ver con el amor.
En el libro-álbum de Candecott, el relato está construido como si quisiera hacerse, con altas cuotas de humor, de aquella sensación de curiosidad que nos provoca la pregunta por el origen de las situaciones: “Esta es la Gata, Que mató a la Rata, Que comió la Malta, Que está en la Casa que Jack construyó”. Sin embargo, esa curiosidad que nos impulsa a seguir avanzando en la lectura del cuento, termina por ser asumida como una curiosidad infructuosa, en el sentido de que a lo único que nos lleva es a una secuencia infinita que más nos aleja que nos acerca a ese enigmático origen de todas las cosas. De este modo, combinando palabras e imágenes, Candecott reconfigura la tragedia volcándola hacia la condena que supone dar explicaciones que no llegarán a parte alguna.
Del mismo modo, el centro del filme de Von Trier es la casa que Jack construyó. Pero a diferencia del cuento ilustrado, aquí la casa que Jack construyó es a la vez el punto de partida y el punto de llegada. Jack es un ingeniero con trastorno obsesivo compulsivo que, cumpliendo con su deseo de ser arquitecto, emprende varios intentos de construirse por sí mismo una casita a la orilla de un lago. Como si participara de una cadena causal corriente, Jack le explica a Verge que el asesinato a personas, llevado a cabo con la naturalidad de quien va a comprar pan, hacía que su trastorno disminuyera. Sin embargo, la disminución del trastorno tampoco le aseguraba dar con el material propicio para construir su casa: levantó y demolió la misma ciento de veces. Por ende los asesinatos no hallaban una explicación distinta de servir como antecedente para crear una obra de arte en la que Jack pudiera capturar a los cuerpos inertes enredados con otros cuerpos sin pulso bajo el apodo de Mr. Sophistication.
La operación de Von Trier se alza como una respuesta cómica a la propuesta del cineasta franco-suizo Jean-Luc Godard, en la que insiste en su reciente filme titulado precisamente El libro de imagen (2018). Allí profundiza en el método utilizado en su célebre Historia(s) del cine con el que acerca imágenes preexistentes que parecen distanciadas entre sí, visibilizando su vínculo a través de una voz que las refiere. Las imágenes de archivo con las que inaugura este nuevo filme son las de una mano que maneja una moviola (primer aparato que hizo posible el montaje), que es la misma mano que opera los aparatos arrojados por la era digital resistiendo el paso de las guerras, de la inmigración, de movimientos independistas, de convulsiones en el mundo árabe, como si con ello quisiera mostrar la fuerza política del cine. La advertencia que, sin embargo, instala Von Trier es que la mano de Godard es también la mano con que Jack ahorca a sus víctimas con la pulcritud de quien padece de un trastorno obsesivo compulsivo. Que a su vez es la misma mano con la que Von Trier monta este filme en el que hace ingresar incluso imágenes de sus polémicos filmes anteriores, o imitar el video clip del controvertido, por ser galardonado con el Premio Nobel de Literatura, Bob Dylan.
Con ello, el tránsito hacia el infierno de Jack, el asesino, de la mano de Verge, el poeta, reverbera en la célebre frase de Simone Weil según la cual “el infierno es superficial. El infierno es una nada que tiene la pretensión y produce la ilusión de que existe”. Es así como la movida de Jack se identifica con la de Von Trier: como la casa que Jack construyó con cuerpos que transformó en materia inerte, el cine de Von Trier crea una ilusión de significación que sin embargo revela que no hay otra cosa detrás de lo que se ve en pantalla.
Nota comentarista: 8/10
Título original: The House That Jack Built. Dirección: Lars von Trier. Guión: Lars von Trier. Fotografía: Manuel Alberto Claro. Reparto: Matt Dillon, Bruno Ganz, Uma Thurman, Riley Keough, Sofie Gråbøl, Siobhan Fallon, Ed Speleers, Osy Ikhile, David Bailie, Yu Ji-tae, Marijana Jankovic, Robert G. Slade. País: Dinamarca. Año: 2018. Duración: 155 min.