The Flash: Uno de los últimos clavos en el ataúd del género de superhéroes

Es cierto que The Flash trata de jugar con la comedia y la parodia, la que se viene utilizando como carta final para salvar al género de superhéroes del inminente retroceso que ha sufrido tanto en popularidad como en calidad durante los últimos años, pero incluso pensando que ese es el tono de la narrativa, no convence. La cantidad de vacíos argumentales y liviandad en los sucesos, aburre. La historia, genera indiferencia: sabemos que en algún minuto el héroe volverá a usar el mismo recurso de viaje temporal que inició todo para arreglar lo que fue su culpa, con el costo personal de volver a su propio status quo. La actuación protagonista de Ezra Miller, al tener que interpretar dos versiones del mismo personaje, uno más odioso que el otro, tampoco ayuda.

El cine de superhéroes es mucho más antiguo de lo que se podría creer. Bastó con que una audiencia lo suficientemente grande consumiera los cómics estadounidenses de finales de la década de 1930 para que las adaptaciones empezaran a poblar la pantalla grande en los 40. Adaptaciones quizás poco serias y baratas, con muchas limitaciones técnicas, pero intentos dignos, al fin y al cabo.

La suerte de los personajes que las editoriales potenciaron fue muy variada: algunos fueron olvidados y otros permanecieron en el inconsciente colectivo. Superman y Batman lograron posicionarse como parte del creciente mito cultural de Estados Unidos, mientras que personajes alguna vez muy populares empezaron a perder fama. Así ha sido el destino de este tipo de arte —el noveno—: aleatorio y definido por lo que las grandes audiencias demandan consumir en un momento dado de la historia, pero destinado a avanzar y retroceder cuando la agenda cambia o la fórmula se agota.

La irrupción de Iron Man en 2008 de la mano de un estudio independiente —que hoy es una de las marcas más reconocidas a nivel mundial, Marvel Studios— fue una apuesta por lograr que personajes que habían pasado por incontables cambios y maduraciones en los cómics permanecieran relativamente fieles al material original al ser adaptados al cine. Superman, Batman, Spiderman y X-Men cimentaron el camino, pero la intervención de los grandes estudios sobre personajes que ellos sentían muy cercanos, no contentaba a un grupo de fanáticos que cada vez era más grande, y que ahora estaba empezando a dictar la pauta del consumo cultural. Aun así, el movimiento fue arriesgado, sobre todo al proponer un universo cohesionado, pero que finalmente rindió millonarios frutos.

La competencia de Marvel, DC Comics, editorial que había sido parte de Warner desde finales de los años 70, estaba más acostumbrada a que sus propiedades intelectuales iteraran por la pantalla grande, generalmente con éxito. Y, tomando en cuenta que en 2005 se habían comprometido con Christopher Nolan para darle una nueva mirada a Batman, quedaron en shock y sin poder subirse a la tendencia que Marvel inició, por diferentes razones. Y desde ahí, todo comenzó a ir mal para DC y su nueva aventura en el cine: proyectos cancelados, estrenos que forzaron la continuidad, problemas de casting, complicaciones para encontrar el tono y varias más.

Todo ese enredado camino derivó en el último estreno de lo que se conoce como la última etapa DC, The Flash, una película que falla monumentalmente, tanto como parte de un universo cohesionado y como un filme autónomo.

 

 

La película sigue las aventuras de Barry Allen, un científico forense que adquirió superpoderes gracias a un accidente que mezcló varios químicos y un rayo que atravesó su cuerpo, dándole acceso a la llamada Speed Force, una especie de dimensión subyacente que le permite, a quien esté conectado a ella, moverse a velocidades imposibles e incluso viajar en el tiempo. Así, Barry toma el alter ego de The Flash, personaje que ya había sido presentado en Justice League y al cual ahora podemos conocer en más detalle.

El obligatorio trauma del superhéroe, en el caso de Barry, es la extraña muerte de su madre, y el subsecuente encarcelamiento de su padre, al ser acusado del asesinato. La cruzada de Allen es, entonces, demostrar la inocencia de su padre.

Y esta historia de origen y motivación de personaje es la que comienza a hacer estragos en la lógica y la trama de la película: desde un inicio el espectador no sabe muy bien en cual historia poner su atención. Lo que normalmente se separaría en tramas paralelas para dos o más personajes, se mezcla en una sola, teniendo a dos versiones del protagonista viviendo una historia que se enreda con el pasar de los minutos, y que trata de lidiar con todos los problemas que el experimento de universo cohesionado de DC ha dejado, pero no lo logra. De hecho, al intentar —una vez más— utilizar la nostalgia como argumento narrativo, la película pierde su foco: ¿estamos siguiendo a The Flash en una cruzada personal o colectiva?

 

La conjugación anterior lleva a una serie de confusiones que, más allá de generar una sensación de desconcierto que mantenga al espectador enganchado con el filme, provoca cierta apatía y pérdida de interés en la trama. Ya para el último acto, las intenciones están tan enredadas, que el destino de los personajes que nos han presentado se siente inocuo, perdiendo lo que el género de superhéroes maneja mejor: la tensión.

La inclusión del Batman de Michael Keaton no suma en nada más que en el espectáculo visual nostálgico. De hecho, genera más dudas que otra cosa: su inclusión es forzada, infantil e increíble, incluso dentro de un universo en donde existen personajes que pueden volar.

Por otra parte, tratar de cohesionar lo que se vio en Man of Steel de 2012 a través de los ojos de Supergirl, un personaje con el que no se logra empatizar en ningún momento y cuya participación es nada más que una excusa para crear, convenientemente, un evento catastrófico a nivel mundial que pareciera ser tomado con mucha calma por la mayoría de los habitantes del planeta.

Es cierto que The Flash trata de jugar con la comedia y la parodia, la que se viene utilizando como carta final para salvar al género de superhéroes del inminente retroceso que ha sufrido tanto en popularidad como en calidad durante los últimos años, pero incluso pensando que ese es el tono de la narrativa, no convence. La cantidad de vacíos argumentales y liviandad en los sucesos, aburre. La historia, genera indiferencia: sabemos que en algún minuto el héroe volverá a usar el mismo recurso de viaje temporal que inició todo para arreglar lo que fue su culpa, con el costo personal de volver a su propio status quo. La actuación protagonista de Ezra Miller, al tener que interpretar dos versiones del mismo personaje, uno más odioso que el otro, tampoco ayuda.

The Flash falla incluso en lo que muchas películas del género confían para que el producto no se sienta tan mediocre: el uso de efectos visuales. En este caso, el trabajo es derechamente deficiente, con un CGI que recuerda a producciones más cercanas al año 2000 que al 2023. Físicas desprolijas, un uso poco convincente de la cámara lenta para ponernos en la perspectiva de The Flash y un resultado que, ante la vara actual de este tipo de productos, no genera ningún tipo de credibilidad a ojos del espectador, que por momentos no sabe si está observando una película live action o una animación de bajo presupuesto.

Son tantas las fallas de esta película, que se transforma en uno de los clavos finales en el ataúd del género, que, aunque intentará una resurrección, es poco probable que triunfe a no ser que una obra maestra se avecine en el horizonte.

El fracaso de taquilla de The Flash lo prueba. El público general, ese que disfruta principalmente con el blockbuster, la nostalgia y las referencias, ya se cansó de la fórmula, y también de sus remixes. Los estudios, por su parte, ya no tienen muy claro qué es lo que hay que hacer al respecto, pero se niegan a darle un respiro a la audiencia para reencantar a nuevas generaciones. Es época de cambios en la megaindustria del cine comercial, pero, así como los superhéroes, los grandes estudios se niegan a avanzar.

 

Título original: The Flash; Dirección:Andy Muschietti; Guion: Christina Hodson, basado en personajes DC; Producción: Bárbara Muschietti, Michael Disco; Elenco: Ezra Miller, Sasha Calle, Michael Keaton, Maribel Verdú, Michael Shannon; País: Estados Unidos, Año: 2023; Duración: 144 minutos, Idioma: Inglés.