El padre (2): Terror y vejez

La forma en que se suceden las secuencias y escenarios son el punto mejor logrado en The Father, logrando representar de gran manera los “saltos temporales” que el Alzheimer produce en quien lo padece. El uso de la música también es interesante pues, cada cierto tiempo, toma prestado recursos del terror.

Podríamos decir que, de entrada, The Father crea una falsa promesa hacia el espectador que llega a ella sin mayor contexto, y el poster promocional es la fiel ilustración de esto: la hija y su padre sonriéndose cariñosamente, con una cálida tonalidad de fondo. Un drama sobre cómo superar el inexorable paso del tiempo. Pero la película de Florian Zeller no se condice para nada con esta reciclada idea.

Anthony (Anthony Hopkins), un hombre de tercera edad que vive solo en su departamento, está en el proceso en que la memoria y la realidad empiezan a distorsionar la forma en que entiende el mundo. Anne (Olivia Colman), no tan consciente de esto, intenta solucionarlo con enfermeras o asistentes para que acompañen al anciano protagonista, llevándonos hacia el interior de la realidad vivida por Anthony.

Y este es el primer gran logro del largometraje, pues parte importante de su tiempo lo utiliza en mostrar cómo vive, siente y se desorienta una persona que sufre la degeneración que la edad conlleva. Cualquiera que pase un tiempo junto a alguien que padezca esta enfermedad entenderá a la perfección esa sumisa respuesta “Ah verdad… Es verdad” que suelen decir cuando realmente no recuerdan lo que les están diciendo. Frase que tantas veces el desorientado Anthony contestaba al no entender dónde se encontraba.

Disculpándome por el uso de la anécdota personal, me es fácil sintonizar con The Father porque hace no más de una semana mi propio abuelo me preguntaba quién era yo, y dónde se encontraba. Llevaba más de una semana en mi casa y esa mañana no vio a mi abuela porque estaba en el médico. Mismos días en que mi hermana lo encontró afeitándose el brazo sin que pudiera explicarnos el porqué de su actuar. Y es que la película de Zeller se inserta en esa interesante categoría de productos audiovisuales que tratan temáticas universales con las que todos podemos empatizar, pero que toca aún más profundamente a quienes pasan por la misma experiencia. Y por cierto que problematiza sobre la reacción que muchos familiares no directos toman frente a esta situación, encarnándolo en la aparente pareja de Anne. Pero también omite los momentos más cotidianos, que al mismo tiempo son los más problemáticos y pudorosos en la dinámica del día a día.

Entrando en los elementos más formales de la película, vale destacar el trabajo de la fotografía. No tanto por sus excelsas cualidades, considerando los reducidos espacios (en cuanto tamaño como en cantidad) que utiliza, sino por lo mucho que hace con tan pocos elementos. A pesar de que gran parte del film ocurre en interiores, los variados tiros de cámara le otorgan un ritmo que, de otra forma, sería extremadamente monótono. Y, volviendo a lo mentiroso del afiche, utiliza una dramática tonalidad fría casi en la totalidad de sus planos, algo muy lejano a la promesa de esa imagen promocional.

La forma en que se suceden las secuencias y escenarios son el punto mejor logrado en The Father, logrando representar de gran manera los “saltos temporales” que el Alzheimer produce en quien lo padece. El uso de la música también es interesante pues, cada cierto tiempo, toma prestado recursos del terror. Y no lo digo de forma figurativa. Hay escenas que utilizan el mismo estilo de composiciones musicales que ejemplares del terror psicológico contemporáneo del estilo de Get Out (2017) y Hereditary (2018) usan, sin ser parte del género en sí.

Sin embargo, el origen dramatúrgico de The Father -el que escribió el propio Zeller- es su mayor bache a la hora de adaptarlo al lenguaje cinematográfico. Ya lo había anticipado arriba: gran parte de los 97 minutos ocurren dentro de habitaciones, limitando la puesta en escena a no más de cinco salones, por lo que hacer el ejercicio de imaginar la película como obra teatral no es muy complejo. Y aquí se entiende la necesidad de los tiros de cámaras, pues son necesarios para sacarla de su estatus original y aprovechar las herramientas que el cine ofrece.

“Siento como si estuviera perdiendo todas mis hojas”, dice Anthony en un momento de especial autoconciencia sobre el estado mental en el que se encuentra. Como si su constantemente extraviado reloj, el cuadro colgado y su departamento fueran la prueba de que “sus hojas” siguen ahí. Lo material así emerge como la comprobación de lo real. Cada vez que esa cáscara que construye su mente se cae, una nueva aparece; pero estos tres objetos son inamovibles en la perdida mente del protagonista. Y para el espectador también se mantiene extraviada, gracias al montaje que permite -inteligentemente- dejar abierta la pregunta sobre si cualquier hecho que vimos durante toda la película realmente ocurrió.

 

Título original: The Father. Dirección: Florian Zeller. Guion: Florian Zeller, Christopher Hampton. Fotografía: Ben Smithard. Diseño de producción: Peter Francis. Montaje: Yorgos Lamprinos Reparto: Anthony Hopkins, Olivia Colman, Imogen Poots, Rufus Sewell, Olivia Williams, Mark Gatiss, Evie Wray, Ayesha Dharker. País: Reino Unido. Año: 2020. Duración: 97 min.