Evangelion: 3.0+1.01 Thrice Upon a Time: La epopeya por el decir
La cuarta y final entrega nos brinda, más allá de la espectacularidad de sus juegos dimensionales y técnicos para explicar batallas y conspiraciones, la razón por la que el autor, Hideaki Anno, se esforzó hasta el borde de la autodestrucción (según sus propias palabras y la de cercanos), para que con un desarrollo creativo, en meticulosidad y complejidad, dignas -lo diré sin ambages- de grandes obras como las de Stanley Kubrick o Ridley Scott, lograr hacer cine-en-el-cine desde la problemática central de toda confección de guión: problematizar el hecho mismo de la toma de decisiones. Los personajes podrán confesarse a sí mismos sus incertidumbres, definirlas, como también poder comunicarlas y así ser asistidos por la sencillez de gente modesta y perseverante.
Confesarse no es fácil, y menos cuando se tiene noción, cuidado o temor por las consecuencias de lo que la verdad revele sobre las responsabilidades de los propios actos y cómo las de otros han influido también. ¿La soterrada verdad podría arruinar los lazos afectivos frágilmente existentes? Cuando un escritor (novelista o guionista, por ejemplo) asume el reto de este análisis, el proceso explicita los factores que interactúan para dar razón al comportamiento y decisiones de sus personajes, sea que parte de ello o todo quede en la superficie de la obra resultante. Pero si asumimos las artes como una forma de expresar este proceso contemplativo, muy diferente proceso es, de grado, cuando lo que se escribirá es una confesión personal del autor. Evangelion, como saga, es la confesión de Hideaki Anno (Japón, 1960), sobre quien el aclamado director Hayao Miyasaki (Mi vecino Totoro, 1988; El viaje de Chihiro, 2001) dijera: “crea películas mientras derrama sangre”.
En términos profanos, podría decirse que el relato de la saga cuenta la historia de ‘pilotos’ de los gigantes cyborgs-clones llamados “Eva”, todos ellos adolescentes -como el protagonista Shinji Ikari- que son insertos en una batalla por detener los ataques de criaturas gigantes, “ángeles”, que destruyendo todo lo humano que se les interponga, buscan rescatar algo que se halla enterrado bajo la base de la organización NERV, esto luego que el planeta Tierra sufrió el “Segundo Impacto”, suceso que dejó a la humanidad inmersa en una catástrofe que lo cambió todo. El drama se centra en las motivaciones que llevan a cada uno de los ‘pilotos’ a encontrarle sentido y coraje a lo que realizan, y cómo los adultos encargados de ellos suman o complejizan esa búsqueda por sus mismos conflictos y resignaciones, en la medida que sus dramas se profundizan y abren heridas, mientras descubren por qué suceden las batallas que los involucran más allá de los meros asedios de estas criaturas 'ángeles'.
En términos de producción y estrenos, la saga anime consiste en una serie y las películas que explican y extienden su final (las que se encuentran a la fecha en Netflix), posteriormente se realizó una tetralogía de películas que refacciona el guión de la serie y la extiende en historia y personajes, y son las películas que fueron adquiridas este año por Prime Video. El suceso de este año es el estreno de la cuarta parte luego de nueve años de espera, película que finaliza toda la historia. Shinji Ikari concretó en la tercera parte (2012) lo que pensaron nunca lograría hacer, desencadenando un acontecimiento, hasta el momento, siempre temido. El estreno de este año desarrolla hechos que congregan a los principales personajes años después, cuando 'reaparece' Shinji, quien va descubriendo cómo han cambiado las cosas desde su 'desaparición' y que no bastó con lograr lo que todos esperaban en cuanto al conflicto esotérico-bélico que los ocupa, sino que incluso temperamentos y relaciones han dado un vuelco drástico. La Humanidad está peor que antes, también. ¿Habrá algo que realmente traiga paz y resuelva todo de una buena vez? Esa es la expectativa que enfrentan personajes y espectadores en la que se presenta como la película final.
Ernesto Sábato escribió en su novela titulada Abaddón el exterminador, describiendo una reflexión de su personaje Bruno, quien en el fondo era una proyección de sí mismo: “Cualquier historia de las esperanzas y desdichas de un solo hombre, de un simple muchacho desconocido, podía abarcar a la humanidad entera, y podía servir para encontrarle un sentido a la existencia, y hasta para consolar de alguna manera a esa madre vietnamita que clama por su hijo quemado. Claro, era lo bastante honesto para saber (para temer) que lo que él pudiese escribir no sería capaz de alcanzar semejante valor. Pero ese milagro era posible, y otros podían lograr lo que él no se sentía capaz de conseguir. O sí, quién nunca podía saberlo. Escribir sobre ciertos adolescentes, los seres que más sufren en este mundo implacable, los más merecedores de algo que a la vez describiera su drama y el sentido de sus sufrimientos, si es que alguno tenían” (las cursivas es énfasis mío).
Cuando esta novela se publicó en 1974, Anno tenía 14 años. Ernesto Sábato estaba escribiendo sobre esa generación de la cual Hideaki Anno era parte, con la salvedad que Anno es hijo de la generación que sí vivió las consecuencias del “dedo que aprieta el botón”, la bomba atómica, motivo de terrores existenciales en la época en que la novela y la vida del joven Hideaki enfrentaban aquél mundo de mediados de siglo XX. Consabido es cómo éste episodio marcó a la nación japonesa, pero que tiene una trascendencia inédita en sus relatos en comparación a las occidentales: los retratos de sobrevivientes del post-apocalipsis son de un tono diferente a los que el Occidente anglosajón nos muestra: en la cuarta y final entrega de las películas del guión refaccionado de Evangelion, los sobrevivientes tienen un tono resiliente, empático y positivo, no por optimismo, sino por lo que en el día a día pueden obtener y disfrutar, sabiendo que viven “entre apocalipsis”, no son sólo “post-” sino que viven en un inminente desastre colosal constante. En medio de todo eso, adolescentes -y uno en especial-, cuestionan el “para qué” de todo ello e, incluso, el para qué de contar la historia que todos estamos viendo. Ese protagonista en Shinji, un personaje perfectamente “sabatiano”. Pero también es el cuestionamiento del propio autor del por qué emprender esta gran tarea cinematográfica.
Las cuatro películas que “remasterizan” el guión de lo que antes fuera una serie y las películas que vinieron a ampliar las perspectivas de su controversial final, nos dan un largo y fascinante paseo por géneros como la ciencia ficción, el kaiju, el drama bélico, la acción y el thriller, con vetas incluso esotéricas, donde se combinan elementos, a modo heterodoxo, de la kábala judía. Pero la cuarta y final entrega crea una dramática pausa para centrarnos en los personajes que suelen ser omitidos en medio de la pirotecnia y grandilocuencia de este tipo de obras, como son los civiles y gente "común y corriente" que se ve afectada por todos estos juegos de megalomanía y paroxismos mesiánicos. Y es allí donde el autor nos hace una inmersión para sanar y responder inquietudes, y posibilitar el giro que traerá el desenlace. Los personajes podrán confesarse a sí mismos sus incertidumbres, definirlas, como también poder comunicarlas y así ser asistidos por la sencillez de gente modesta y perseverante. La historia nos brinda, más allá de la espectacularidad de sus juegos dimensionales y técnicos para explicar batallas y conspiraciones, la razón por la que el autor se esforzó hasta el borde de la autodestrucción (según sus propias palabras y la de cercanos), para que con un desarrollo creativo, en meticulosidad y complejidad, dignas -lo diré sin ambages- de grandes obras como las de Stanley Kubrick o Ridley Scott, lograr hacer cine-en-el-cine desde la problemática central de toda confección de guión: problematizar el hecho mismo de la toma de decisiones.
Así, a pesar de los memes y la odiosidad de muchos, un protagonista como Shinji, es casi un rebelde kafkiano (El Proceso, El Castillo) que, a pesar de su depresión y las heridas profundas que lo circundan desde los otros personajes, está llevando involuntaria e inconscientemente, hasta las últimas consecuencias, el cuestionamiento por el hacer mismo, en medio de las pasiones y obsesiones de los que pretenden manejar el destino de todos los demás. Porque no es sólo que estemos frente a personajes en proceso de madurez, como los adolescentes retratados por Sábato, sino jóvenes que teniendo un gran poder de injerencia en los hechos que sostienen a la civilización, o ante los cuales parece que la muerte, o la finitud, no es el gran problema, aunque asuste, buscan el cómo motivar el mero hecho de existir y las relaciones que requiere, sea en este plano u en otro. Ahí está, la coprotagonista, Misato Katsuragi, lamentando cómo se le ha cargado de esta forma, con tal peso de responsabilidad a estos jóvenes, en el fondo, cómo terminan involucrados en una tarea generacional, producto de las debilidades, victorias, fracasos, caprichos y pecados de los padres. En este punto, como película bélica, para quienes no conocen de la animación japonesa, la obra va más allá del desnudar la crueldad y cinismo, como Full Metal Jacket (Stanley Kubrick, 1986), y queda más cercana a una película como La delgada linea roja (Terrence Malick, 1998).
La epopeya del decirse, donde la última batalla es con los recursos que vienen de la confesión y el resolverse con el otro, en la película, una vez que salen por un lapso de esa atmósfera marcial y esotérica, y se sumergen en medio de los sencillos civiles resilientes, a los que no importa ni conduce la ambición de cambiarlo todo, sino simplemente disfrutar lo que tienen, por frágil que fuera y procuran cuidarlo, entonces se dan cuenta que la victoria, en una saga como ésta, no es la de eliminar al enemigo, la de sobrevivir a los invasores, sino la de superarse a sí mismo, incluso más allá de las frustraciones de los prepotentes. La verdadera solución no tiene que ver con subirse o no al 'Eva', ni tampoco si había que vivir con la resignación echada sobre los lomos, o cuestionar y confrontar las decisiones de quienes han sumergido a todos en estas catástrofes, sino que, en esta última película, el conflicto fuerza a arriesgarlo todo, y más que la sola vida, la situación y deseo de todos los demás. No basta con oponerse y cuestionar a los demás personajes, su entramado y las circunstancias, sino que el protagonista vaya al trasfondo de una introspección, que es la del autor, para saber si hay redención o no. Shinji tiene que superar la resignación de su tutora y comandante, y también el deseo perverso de su padre que lo ha manipulado hasta lo más hondo de sus pensamientos y corazón.
Pero la cuestión no se resuelve sólo con el qué deseas, sino con el qué se hará con las consecuencias de ello… pregunta también del que escribe, en un guión con más de 25 años de trabajo. Si fuera éste un guión meramente de género dramático, tal vez todo habría sido resuelto por conversaciones, soliloquios y caminatas por la nostálgica urbe. Sin embargo, cuando la realidad que circunda es la de la ruina de la civilización y la alteración de la naturaleza, se hace patente que las decisiones y sentimientos tienen una repercusión crítica cuando se sincronizan colectivamente. ¿Se justifica así que una pregunta tan aguda requiera estos escenarios? El escritor y el protagonista luchan por decirse para hallar algo que los instruya para un camino a seguir, pero también para sostener y recordar la decisiones, sea lo que sea que luego suceda. La lucha es por ordenar estos caos de desesperanza y manipulación, y el decir es una erupción de lograr sentido; y luego de la definición del decir y el acto, entonces viene la respuesta del otro.
¿Vale la pena toda esta empresa titánica y desgarradora? ¿Dejará algo útil a los que queden? La redención no es sólo el sacrificio, sino la acogida del otro, en un rescate que se hace recíproco. "Te iré a buscar donde sea que estés". En esta película bélica, la victoria no es destruir a un enemigo que sólo está afuera de mí, ni poner una bandera en una colina, sino redimir la felicidad de los demás, en medio de ellos, para ellos y con ellos.
Título original: Shin Evangerion Gekijoban / Evangelion: 3.0+1.01 Thrice Upon a Time. Director jefe: Hideaki Anno. Dirección: Mahiro Maeda, Katsuichi Nakayama, Kazuya Tsurumaki. Guion: Hideaki Anno. Música: Shirô Sagisu. Producción: Studio Khara. Distribuidora: Amazon Prime Video. País: Japón. Año: 2021. Duración: 155 min.