Espectador Errante (5) El Tren: La cinematografía de John Frankenheimer
Gran parte de la filmografía del cineasta estadounidense John Frankenheimer se asemeja a un mecanismo de relojería. Esto porque la mayoría de sus obras destacan por su precisión a nivel visual y narrativo. La época de esplendor del cineasta se concentró en cuatro años, entre 1962 y 1966, en los cuales deslumbró a la crítica y a los espectadores. El Hombre de Alcatraz, El Candidato de Manchuria, Siete Días de Mayo, El Tren, Segundos y Gran Prix fueron películas realizadas en la treintena por un director que durante toda su vida fue celebrado por su capacidad para dirigir actores, por crear obras con mensajes vinculados a la Guerra Fría y la sociedad estadounidense, y por sus impecables puestas en escena. En una época en que nombres como Ford, Hitchcock y Hawks iban en retirada, Frankenheimer surgió como parte de una generación de recambio junto a otros nombres como Arthur Penn (Bonnie y Clyde), Mike Nichols (El Graduado) y Sidney Lumet (12 Hombres en Pugna).
Cuando se habla de la obra imprescindible de Frankenheimer se cita usualmente a El Candidato de Manchuria, pero esta vez me remitiré a El Tren (1964), filme que desde la distancia parece pequeño, si bien se trata de una obra formidable en acción y entretenimiento. Labiche (Burt Lancaster) lidera un equipo de la resistencia francesa, cuyo objetivo es detener y obstaculizar la retirada nazi de Francia, luego de cuatro años de ocupación. Entre el caos de alemanes quemando papeles y que intuyen la inminente derrota frente a las tropas aliadas está el impertérrito Coronel Franz Von Waldheim (Paul Scofield), quien ama el arte hasta el punto de querer llevarse todas las pinturas de Matisse, Cézanne, Monet, Degas, Gauguin y Toulouse-Lautrec al corazón del Tercer Reich. El tesoro de Francia, su arte y cosmovisión del ser humano desde el prisma de la pintura, peligra ante el odio de un ejército que desprecia la vida. Labiche se resiste ante la idea de arriesgar a sus hombres por pedazos de tela con pintura, pero después, producto del sacrificio de otros, comprende la urgencia de una misión que es más grande que él y sus principios.
El relato de El Tren no es ficticio del todo, ya que los alemanes trataron de robar preciadas obras de arte desde el inicio de la Segunda Guerra Mundial y de cualquier país perteneciente a la larga lista de sus conquistas. George Clooney dirigió Operación Monumento (2014), filme que narró el hurto de los nazis y los intentos de los norteamericanos por recuperar parte del patrimonio de la humanidad. Sin embargo, la película fue un extenso ejercicio de buenas intenciones, con escenas edulcoradas, alemanes caricaturescos y un ritmo redundante. Cuando se estrenó la cinta del oscarizado intérprete la prensa ignoró cualquier referencia a El Tren, filme que claramente es un antecedente indiscutido. La obra de Clooney careció de la emoción que sí abunda en la obra de Frankenheimer.
Los primeros minutos de El Tren teorizan sobre la admiración por el arte, la que proviene de un nazi que observa con satisfacción cómo sus soldados sustraen obras que expresan libertad. La música de Maurice Jarre inicia la huida, que será sobre rieles. La máquina ferroviaria en la Segunda Guerra Mundial fue clave para el traslado de armamento, pero también fue un símbolo de destrucción asociado al Holocausto y que utilizaba vagones para transportar judíos hacia su exterminio. Frankenheimer muestra la imponencia de las maquinarias de hierro y acero, y que también simbolizan la muerte. La escena de la estación ferroviaria bombardeada, en la que con desesperación se busca el escape, la salida o huida es brillante. Frankenheimer siempre tuvo buen ojo para la acción, aspecto que acentúa con grandes panorámicas que buscan transmitir el caos permanente. El peligro ante la destrucción de lo invaluable es latente. Como espectadores sentimos el suspenso, el nerviosismo ante la posibilidad de una pérdida mayor e irremediable. En medio del humo aparecen los saboteadores franceses que pretenden detener el tren y al comandante nazi junto a sus soldados.
Lawrence de Arabia se sustentó en el espectáculo, en la visualización de imágenes monumentales en 70 milímetros. Se podría decir que Frankenheimer logró algo similar con El Tren porque abordó el filme como si se tratase de una historia épica. También está la figura de Lancaster, quien en sus inicios fue gimnasta y acróbata, lo que se puede apreciar en varias secuencias. Corre, salta, escala cerros y sube escaleras sin ningún doble de acción. Dicho espacio físico es esencial porque Labiche es un hombre corriente en medio de una situación extraordinaria, la que exige la misma obstinación que tiene el ejército alemán.
Lo interesante de El Tren es su envergadura fílmica, una que también es personal. El duelo entre el Coronel Franz Von Waldheim y Labiche es genuino. Subsiste a lo largo de toda la película, incluso, en las espectaculares escenas de trenes descarrilados. El primero es el aristócrata que sabe contemplar el arte, mientras que el segundo es un hombre curtido en la calle, en la experiencia del día a día. Se produce una lucha de carácter social que está por sobre la guerra y cualquier ejército. Entre ambos protagonistas prima el desprecio, sentimiento que en forma inconsciente percibe el espectador. Labiche no sabe de arte, pero sí comprende el valor de la vida. En cambio, el discurso de Von Waldheim es vacío y racional, es decir, lo más lejano al verdadero sentido de una expresión artística.
Frankenheimer siempre abordó el ámbito de la lealtad en su filmografía. En 52 Pick-Up (1986) era la lealtad trastocada de un esposo hacia su mujer, en El pacto de Berlín (1985) era hacia una promesa y en Siete Días de Mayo (1962) la lealtad subsiste en la necesidad de honrar la democracia y la constitución. En El Tren se encuentra en la protección del arte como expresión de humanidad, en la lealtad hacia un patrimonio que trasciende todo lo demás.
John Frankenheimer fue un importante cineasta que en los años 80 se extravió en títulos no muy conocidos (The Challenge). Aunque su carrera nunca volvió al sitial de la década del 60´, en filmes como El Pacto de Berlín es posible detectar su estilo (imposible olvidar la escena final con un devastado Michael Caine). Frankenheimer sabía de actores, de técnica y de espectáculo. En el último tercio de su carrera nos entregó Ronin (1998), filme de acción que incluyó una de las persecuciones en auto más vertiginosas del cine contemporáneo. Sin duda, su filmografía pertenece a la de un cineasta relevante para la historia cinematográfica de Estados Unidos y películas como El Tren dan cuenta de su talento. Ojo con las escenas entre Lancaster y la reciente fallecida Jeanne Moreau, quien con su rostro y movimientos dignifica al pueblo francés y sus padecimientos.
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Título original: The Train / Director: John Frankenheimer / Intérpretes: Burt Lancaster, Paul Scofield, Jeanne Moreau, Michel Simon, Wolfgang Preiss, Albert Rémy y Charles Millot /Año: 1964.