Espectador Errante (1): Richard Fleischer, el cineasta de los asesinos en serie en el cine

El cineasta Richard Fleischer fue uno de los autores americanos más prolíficos en las décadas del 50´, 60´ y 70´. Tuvo la capacidad de explorar diversos géneros, si bien nunca fue considerado un autor a diferencia de colegas como John Frankenheimer y John Huston. El cine de Fleischer podía adentrarse en los códigos del cine de aventuras (20.000 Leguas de Viaje Submarino y Los Vikingos) o el de ciencia ficción (Viaje Insólito y Soylent Green). Era considerado un buen artesano, un director confiable capaz de llevar adelante diversos proyectos en poco tiempo y con pericia, en resumen, Fleischer era un representante modelo del cine clásico estadounidense.

El director de Tora! Tora! Tora! también fue un innovador y un cineasta con ideas propias, atributos que están presentes en dos de sus filmes más sombríos. El Estrangulador de Boston (1968) y 10 Rillington Place (1971) son trabajos que se sustentan en la figura de los asesinos seriales. El primero en Albert DeSalvo, quien ultrajó y asesinó a 13 mujeres en la ciudad de Boston entre 1962 y 1964. El segundo filme se centró en John Christie, célebre asesino inglés que entre 1940 y 1950 estranguló a varias mujeres, escondiendo sus cuerpos en distintas partes de su casa.

Ambos filmes tienen como antecedente indiscutible a Psicosis de Alfred Hitchcock, ya que abordaron la mente y comportamientos de dos asesinos reales que con el tiempo se han convertido en referentes de la cultura popular, de aquellas vergüenzas humanas que se suelen citar como ejemplos de la decadencia social de occidente. Fleischer en ambas obras trabajó con el suspenso, pero lo suyo era la descripción de momentos, de aquellos espacios en donde los asesinos observan al mundo que los rodea y a sus víctimas con desdén y cierta curiosidad.

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El Estrangulador de Boston dedica gran parte a la investigación policiaca, la que es metódica y también errada. La decisión de utilizar divisiones en pantalla, mostrando dos o tres acontecimientos en el mismo encuadre contribuye a la sensación de caos de una población civil desconcertada. Fleischer consigue grandes momentos a partir de la presunción y el asecho de un asesino del cual sólo se ven sus botas y guantes. La cámara y algunos puntos de vista, originados en el documental, muestran espacios y conversaciones insignificantes en la superficie, pero también relevantes en transmitir algunos mensajes vinculados a la falta de empatía, la celebridad y los apetitos sexuales. Pareciera ser que la población no sólo debiera preocuparse por los asesinos en serie, sino también por decenas de sujetos con desviaciones hedonistas y violentas. Es en este infierno en donde se cultiva a fuego lento algunos especímenes que son capaces de transgredir normas y que deambulan por calles oscuras o a plena luz del día.

Richard Fleischer tuvo la oportunidad de dirigir a connotados actores y actrices. En casi todos sus filmes la figura del protagonista y los secundarios lucen en el rol adecuado. La gran mayoría disponía de algunas escenas que aseguraban su gran momento en pantalla. Nada era decorativo y en El Estrangulador de Boston no sólo sobresalen Henry Fonda y George Kennedy, sino también otros nombres como Murray Hamilton (el eterno alcalde de Tiburón) y Mike Kellin (el padre abnegado de Expreso de Medianoche). Todos estos personajes van creando la atmósfera necesaria para el protagónico de Tony Curtis, quien en la mejor interpretación de su carrera luce irreconocible como Albert DeSalvo. Recién transcurrida la primera hora del filme se nos presenta en silencio y contemplativo ante una transmisión televisiva que documenta el funeral de John F. Kennedy. Fleischer juega con cierta perversión en estas imágenes, ya que se trata de un hecho de profundo dolor para los estadounidenses en torno a la figura de un Presidente bueno e idealista. En contraposición, desde la vida anónima de una familia, está el asesino que también observa en pantalla aquel dolor, empatizando con éste, pero también perpetuándolo en algo más profundo y horrible que se transformará en una fuerza contra otras personas.

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Las predilecciones sexuales también están latentes en 10 Rillington Place, filme en el cual Richard Attenborough (actor y también director de Gandhi y Un Puente Demasiado Lejos) interpreta a John Christie. En una ordinaria calle londinense vive un hombre de mediana edad que detrás de sus anteojos y delicada voz busca en la violencia y en la necrofilia el lugar idóneo para satisfacer sus impulsos sexuales. A través de la cortina de una ventana se desliza la mirada de un homicida implacable y frío, que no duda en enterrar a mujeres en su patio y que además tiene la capacidad de manipular a su inquilino, un jovencito John Hurt. Fleischer retoma la idea de los espacios ordinarios y sucios. Es aquí, en el terreno de lo anodino, donde un hombre lleva a cabo sus fechorías. En El Estrangulador de Boston Henry Fonda y varios policías representaban a la ley como la fuerza contra un asesino. En 10 Rillington Place Fleischer va un poco más lejos, ya que el protagonista indiscutido en Christie, el asesino serial que mata a una niña, a su madre y que además conduce al padre a la horca.

Estas dos obras de Fleischer están más cerca del cine europeo que de los códigos del cine americano. En ambos prevalecen los silencios y una visión muy particular sobre la sociedad, la ceguera de la ley y el destino. Sus protagonistas son hombres con trastornos psicosociales que provocan pavor no por sus gritos o rostros, sino por lo que esconden debajo de lo ordinario e intrascendente. En El Estrangulador de Boston es imposible olvidar la mirada de Tony Curtis en el cuerpo de un DeSalvo vestido de blanco mientras relata sus crímenes (en una nominación al Oscar a Mejor Actor que lamentablemente nunca llegó). Pocas veces se ha visto la interpretación de una doble personalidad con tanto realismo y simpleza. También permanece en la mente del espectador la imagen del John Christie de Richard Attenborough, cuando éste oculta el cuerpo de su esposa debajo del living de su casa.

Fleischer fue un cineasta complejo, con una obra muy interesante que también tuvo sus caídas (Ashanti y Amityville 3-D). Sin embargo, su obra, a través de El Estrangulador de Boston y 10 Rillington Place, merece ser redescubierta. Lo anterior, porque fue un autor que comprendió que los asesinos en serie no son seres sobrenaturales, sino personas comunes y corrientes que en sus perversiones y desviaciones muestran otro lado del ser humano, uno que puede ser muy pérfido y aterrorizante. Ambos son filmes que continúan asombrando por su realismo y advertencias.

Julio Bustamante