Dry Martina (2): Hermana, yo te banco

La tercera película de Che Sandoval sabe atrapar. Con una escena inicial hecha para cautivar, sabemos que estamos frente a una mujer que no nos hará quitar los ojos de la pantalla. Un bar, una diva, una canción inolvidable. Expresiva, el rol encarnado por Antonella Costa, nos presenta en los primeros minutos aquello que movilizará la trama: una cantante argentina, con su carrera en bajada, es acosada por una muchacha chilena, Francisca (Gerladine Neary), quien, convencida de que Martina es la hermana abandonada de su padre, trata de sacarle una prueba de ADN a toda costa, rapto de gata incluida. Al no conseguirlo, pues el carácter de la protagonista se hace clarito de una vez, la mimada Francisca deja todo y se devuelve a Chile. El (ex)pololo de Francisca, César (Pedro Campos), se queda dando vueltas y luego de un corto coqueteo con la “hermana” perdida, ésta se da cuenta de que él puede transformarse en la solución a su más grande crisis sexual de los últimos años: la concha seca, la falta de deseo y la total insatisfacción sexual.

Con esto ya sabemos que, una vez más, Sandoval nos hará transitar por una comedia negra, pero también se intuye de inmediato que el camino será distinto. Hay un cuidado en hacer un trabajo dinámico, de actuaciones que resulten lo más espontáneas posibles, de hacer de las diferencias culturales entre Chile y Argentina uno de los pilares que sustentan la narración y el humor, de ir tomando personajes que parecen muy solos y/o muy perdidos, y transformarlos en una familia que podría ser también un grupo pop-rock en decadencia. La escena final en el auto, pareciera el inicio (o final) de un road trip, pero el camino de Martina tenía que llegar a una vuelta completa, en solitario.

En definitiva, una apuesta ligera, que es capaz de tocar o exponer temas más profundos, pero que quedan al público de rellenar. Ciertamente, entre estos tópicos están el prejuicio social a las mujeres empoderadas de sus cuerpos y sexualidades, la poca capacidad de análisis en “tiempos modernos” frente a las carencias afectivas, llegando a cosificar las relaciones amorosas sólo a lo genital (como dice Martina en uno de sus textos, enamorarse de una pija, pero no de la persona), y la necesidad de los vínculos entre mujeres que termina siendo el sino de los personajes femeninos que se roban la película.

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Y es ahí donde creo que es necesario extenderse, pues otro de los pilares que sustentan la película es sin duda el trabajo actoral y la construcción de personajes de Dry Martina. Los protagónicos masculinos de Che Sandoval en sus dos primeras películas, son abiertamente paupérrimos desde el título mismo. Se comprende de inmediato que el camino de ellos será merecidamente desastroso, cayendo de mal en peor hasta quedarse solos con su ego roto. Pero en este caso el personaje protagónico cambia el paradigma de las cintas previas, independientemente que también la haga pasar por un camino lleno de obstáculos.

Hay -me parece- una admiración por guionizar a una mujer que no teme, al revés, está orgullosa de vivir su vida sexual plenamente. El director se atreve a pensar cómo se mueve esta mujer en su vida cotidiana, pasando de vulnerable a diva y viceversa. Genera contraste eso sí, porque desde la audiencia es casi inconcebible, casi increíble (de no creíble), que una mujer tan segura y despojada de prejuicios sobre sí misma, pueda caer en la vorágine amorosa de su (no) relación con César. Pero bueno, pasa, supongo.

Nota especial a la actuación de Patricio Contreras, el (no) padre de Martina y Francisca, quien, en sus breves apariciones, es capaz de resumir todo lo anterior: ser la voz de la conciencia, del no prejuicio y del humor.

Esta producción incrementó sin duda la capacidad y versatilidad técnica de las películas de Sandoval. Se mantiene ese sello de persecución sobre el personaje, que mantiene a cámara en mano, pero se nota un cuidado mayor en las cámaras fijas, especialmente en la concepción global de ciudad, donde, perdida, se mueve Martina. Las notas de humor, logradas a través de la misma cámara, son sutiles y no se exceden, por tanto se hacen más perceptibles y funcionan, especialmente en el monólogo de Martina sobre su vida sexual: César es mirado a ratos desde arriba, como advirtiéndonos lo empequeñecido que realmente se encuentra el personaje, mientras su mecanismo de defensa es mirarla como si estuviera loca. El “mashito shileno” sin saber qué hacer frente a esta mujer que, por volver a sentir, a vibrar, a llegar nuevamente al orgasmo, es capaz de cruzar la cordillera.

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Resumiendo, Dry Martina es un filme interesante, rápido, musical y que se queda en la retina. Cinematográficamente bien logrado, con un entorno santiaguino reconocible que se pone a los pies de Martina aunque ésta esté a punto de caerse a cada rato. Que tampoco se compromete más allá con la evolución de su protagonista a una catarsis mayor, pero que te deja con la sensación que podría llegar a ocurrir. Por qué no.

Como fenómeno de audiencias, me parece muy interesante atreverse a sacudir, deslenguar y a normalizar a este tipo de personajes. A seis años del estreno de Joven y alocada (Marialy Rivas, 2012), película que también generó opiniones cruzadas -precisamente por su personaje desatado, más que por lo técnico o los atributos del guión, montaje y actuaciones (temas más interesantes a discutir o, al menos, a no dejarlos en segundo plano)-, nos encontramos ante un escenario distinto, a un público distinto, que aún se sorprende, que aún le cuesta, pero que en pocos años ha logrado sacarse unos cuantos fantasmas pacatos de encima.

 

Nota comentarista: 7/10

Título original: Dry Martina. Dirección: Che Sandoval. Guión: Che Sandoval. Casa productora: Productora Forastero, Rizoma (Argentina). Producción ejecutiva: Francisca Barraza, Lucas Engel, Josefina Undurraga. Producción: Florencia Larrea, Gregorio González, Hernán Musaluppi, Natacha Cervi. Montaje: César Custodio. Música: Gabriel Chwojnik. Sonido: Claudio Vargas. Reparto: Antonella Costa, Patricio Contreras, Geraldine Neary, Pedro Campos, Héctor Morales, Fernando Guzzoni, Martin Garcia Garabal, Lucas Espinoza, Humberto Miranda, Joaquín Fernández, Sergio Nicloux, Joaquin Mussio, Yonar Sanchez, Álvaro Espinoza, Rafael Gumucio. País: Chile. Año: 2018. Duración: 95 min.