Dios (3): Un dios incómodo
La visita del papa católico a Chile durante enero del 2018 actúa como el núcleo narrativo en torno al cual orbitan los momentos heterogéneos que se ofrecen como un conjunto en Dios, el nuevo largometraje del colectivo MAFI. La película está constituida por la unión de escenas producidas bajo las reglas de trabajo de MAFI: la cámara fija muestra una situación en un plano sin corte. A partir de este método y de estas unidades fílmicas, que enfatizan evidentemente la potencia de la imagen audiovisual como soporte de una idea, la película da cuenta de una constelación temática abierta por la visita del papa, ya sea la distancia entre la institución eclesiástica y la sociedad chilena, la multiplicidad de credos y espiritualidades de un país, el conflicto abierto por la complicidad del líder católico con el abuso y la pedofilia en su iglesia, la cuestión de los obstáculos impuestos por la religión a los derechos reproductivos de las mujeres, el aparato de marketing y espectáculo de masas que se despliega, entre otros.
Insertando Dios en el proyecto del colectivo MAFI, la elaboración del mapa fílmico de un país, se puede pensar que el documental actúa como la construcción de una visión prismática, coral -como ha dicho Muriel Riveros-, a partir de una excusa (la visita de un papa, en este caso, o una elección presidencial, en el caso de Propaganda) que toma el lugar de un centro gravitacional que convoca imágenes de un conjunto de materiales por sus conexiones propiamente cinematográficas, casi como por su propia capacidad de comunicarse internamente haciéndose hablar las unas a las otras. De ahí que ni Dios ni Propaganda (ni tampoco una película cercana como Noticias de Perut y Osnovikoff) necesiten un relato de apoyo.
Podría pensarse que en Dios ocurre un encuentro fortuito, a partir de sus propias reglas, entre la temática religiosa de la película y el lugar de espectador que se trabaja en ella. Dios nos instala precisamente en el ojo de un Dios, una suerte de omnipotencia perceptiva que atraviesa los tiempos y los territorios de la visita papal a Chile. Sin embargo, se trata de un Dios atrapado en el encuadre, restringido de sus poderes por la fijación a un punto de vista estático. Es un Dios sentado, un Dios espectador. Una visión fijada, de objetos recortados que entran y salen, un ojo que finalmente no es libre pero que queda esperando ver más, entender, quedarse un momento. Y, sin embargo, se encuentra sujeto a una imposición de transporte que lo lleva de un punto a otro, de una escena a otra, tejiendo una incomodidad perceptiva, una constante promesa de cierre que resulta cautivante.
Porque incluso con esta parálisis de la visión, igualmente el documental logra la producción de una breve memoria. El ojo recuerda a partir de los detalles que van concatenando las visiones, en el ensamble visual de objetos discretos en cada escena, o de oposiciones visuales, continuidades, o sonidos: del papa en la pantalla gigante del paseo ahumada a la conversación entre dos enfermos en sus camas de hospital; del agua que conecta la espiritualidad indígena en un pequeño estanque a un retiro espiritual al costado de una piscina o a un bautismo en el agua del mar; de una figura de yeso de Homero Simpson al lado de las cruces que preparan el marketing del evento a un Homero Simpson en forma de corpóreo como fondo de un predicador en silla de ruedas; etc. Lo interesante es el modo en que esta suerte de metonimia continua toma el lugar de la narración, cae allí donde sería el discurso lo que produciría el cierre del sentido. Se puede decir que es este tejido de detalles los que producen el ojo de Dios de este espectador múltiple, a partir del ejercicio de imposición de una regla de memoria que se sostiene en la instalación de claves y el uso de estas claves para pasar de una escena a otra.
Hay que hacer notar que tanto Propaganda como Dios terminan con el culebreo, al viento de un paisaje descampado, de una tela con la iconografía del evento central de cada película, ya completamente erosionada por el paso del tiempo. En una suerte de exorcismo al lugar de este de Dios incómodo que se produjo, el documental nos entrega el último momento de esta mirada encadenada a un suceso, destino de amarre obsesivo a un material que perderá progresivamente su sentido, y a la vez resolución del hechizo que nos permite redirigir la cabeza y volver a un mundo abierto. Cabría discutir, pero tendremos que dejarlo para otra ocasión, si esta segunda prueba del mismo método ha producido una película nueva, más allá de su contenido temático, tanto para evaluar los horizontes de las películas collage como los de un proyecto de registro audiovisual nacional.
Nota comentarista: 7/10
Título original: Dios. Dirección: Christopher Murray, Israel Pimentel, Josefina Buschmann. Guion: Antonio Luco, Israel Pimentel, Josefina Buschmann. Casa productora: MAFI. Producción: Diego Pino. Producción general: Alba Gaviraghi, Catalina Alarcón. Fotografía: Adolfo Mesías. Montaje: Andrea Chignoli, Javiera Velozo. Sonido: Diego Aguilar. Postproducción imagen: Kiné-Imágenes Producciones. Postproducción sonido: Sonamos. Realización: Realizadores: Josefina Buschmann, Valeria Hofmann, Pelayo Lira, Diego Ayala, Jeremy Hatcher, Ignacio Rojas, Israel Pimentel, Carlos Araya, Juan Francisco González, Daniela Camino, Adolfo Mesías, David Belmar, Antonio Luco, Christopher Murray, Aníbal Jofré, Tamara Uribe, Enrique Farías, Catalina Alarcón, Orlando Torres, Maite Alberdi. País: Chile. Año: 2019. Duración: 63 min. Distribución: Miradoc.