Cruella: La función del espectáculo

No existe ningún impacto real o transmutación del entorno que diferencie a Cruella de la Baronesa cuando ostentan el poder; podría decirse que el trato con sus subalternos o el enfoque estético van a intentar definir eso, pero al final esas dos líneas parecen disolverse en torno a lo verdaderamente importante: su imagen. En resumen, no importa lo que ellas consiguen sino cómo se ven lográndolo; ahí está su verdadera transformación, en el aspecto más formal e ilustrativo. Esto apunta al tradicional mensaje de Disney en el que la belleza y la estética son parte fundamental del desarrollo de los personajes, al punto que impone y demarca su estatus en el relato. 

La sociedad que reposa sobre la industria moderna no es fortuita o superficialmente espectacular sino fundamentalmente espectaculista. En el espectáculo (…) el fin no existe, el desarrollo lo es todo y el espectáculo no quiere llegar a nada más que a sí mismo.

Guy Debord, La sociedad del espectáculo, 1967

 

La reconfiguración de Cruella, personaje de los clásicos de Disney, de inmediato nos recuerda a antihéroes emblemáticos como el Joker o Harley Quinn, quienes destacan por su actitud desafiante, su apariencia inusual y su discurso anárquico. No obstante, estas similitudes van desapareciendo a lo largo del film a medida que vamos entendiendo que la esencia del personaje, en correlación con la de la película, es la forma más allá del contenido y aunque constantemente parezca suceder un meta relato de confrontación entre lo clásico y lo moderno -en el contexto de la trama, pero al mismo tiempo en tanto enfoque general del contenido de la compañía-, todo resulta en una imagen homogénea que apenas puede separar ambos conceptos con pequeñas sutilezas como el vestuario, la edad de los personajes o el insólito protagonismo de una eterna villana cuya única virtud era su buen gusto y destreza en la moda.

Este desacostumbrado personaje principal se reafirma como protagonista en tanto se cambian sus paradigmas hasta llegar, incluso, a darle una doble personalidad en la que sus buenas intenciones y su buen corazón -un perfil típico de los héroes de los relatos de Disney- sobrepasan en casi todo momento su deliberada maldad que al final logra justificar y unificar a través de la acción de justicia. A tal punto que lo mismo sucede con su rasgo indistinguible como antagonista, se muda el sacrificio de los dálmatas por un amor exacerbado hacia los caninos no sólo de su parte sino de sus dos amigos, quienes además la reivindican como un personaje familiar y leal que la separa de la antigua Cruella, egoísta y utilitaria. Asimismo, su ilusorio tono contracultural permite que fácilmente se desarrolle el clásico impulso de rebeldía con el que la mayoría de los personajes de Disney encuentran su camino y hacen las paces con quienes son. 

Cruella utiliza el discurso feminista para construir un personaje liberal, vanguardista y revolucionario en un contexto que podría calificarse como matriarcal al ser las mujeres el epicentro, no sólo narrativo sino de autoridad, poder y liderazgo. Igualmente, incluye personajes tradicionalmente marginales en roles secundarios -como Anita, la amiga negra de la infancia de Cruella; Jasper, el incondicional compañero afro; Horacio, el cómico camarada obeso; y, Artie, el colega queer con grandes facultades para el diseño y buen sentido de la belleza- con el fin de mostrarse como un relato fresco en concordancia con los valores modernos de la juventud. Sin embargo, esta aspiración se desvanece en cuanto los personajes secundarios sólo se configuran por un estereotipo positivo, sin posibilidad de trascender o reivindicarse como personajes complejos o por lo menos ambivalentes. Esto sucede con la misma Cruella, su personaje no tiene desarrollo, apenas una faceta momentánea en el intermedio del film en la que su personalidad malvada reluce por encima de su carácter gentil y espontáneo. El resto del relato, de principio a fin, vemos a Cruella jugando a conveniencia con sus dos temperamentos, sin ningún progreso o aprendizaje que permita una transformación consecuente y valiosa en la narrativa. 

Lo mismo ocurre con el discurso de acracia que se promueve desde el principio del film a través de su protagonista, no existe ningún impacto real o transmutación del entorno que diferencie a Cruella de la Baronesa cuando ostentan el poder; podría decirse que el trato con sus subalternos o el enfoque estético van a intentar definir eso, pero al final esas dos líneas parecen disolverse en torno a lo verdaderamente importante: su imagen. En resumen, no importa lo que ellas consiguen sino cómo se ven lográndolo; ahí está su verdadera transformación, en el aspecto más formal e ilustrativo. Esto apunta al tradicional mensaje de Disney en el que la belleza y la estética son parte fundamental del desarrollo de los personajes, al punto que impone y demarca su estatus en el relato. 

Por su parte, la comunicación innegable entre la moda, la música y el cine como ejes centrales de la trama y su representación, nos revelan cuáles son los verdaderos valores en los que esta película se sitúa al recordarnos a Debord en La sociedad del espectáculo -cuando reflexiona sobre la suplantación del ser por el tener y del tener por el parecer, de la colonización de la vida social por los objetos y de la sustitución de la realidad por el espectáculo-, en tanto Cruella utiliza de manera manierista la imagen y el sonido para presentar un show altamente ornamental y entretenido pero vano y superficial. 

Es indiscutible la visión y proyección que aún mantiene Disney en el mundo del entretenimiento, además de su aporte con esta obra serial a esa “factoría” de sueños para el grueso de todas las generaciones en la que la imágen está al servicio de una sociedad de consumo que ha contribuido a la sinonimia que establece Ricoeur entre ser, tener, poder y valer, dado que -en palabras de Debord- “a medida que la necesidad es soñada socialmente el sueño se hace necesario”, como quiera que “el espectáculo es la pesadilla de la sociedad moderna que finalmente no expresa más que su deseo de dormir”.

 

Título original: Cruella. Dirección: Craig Gillespie. Guion: Dana Fox, Tony McNamara. Fotografía: Nicolas Karakatsanis. Reparto: Emma Stone, Emma Thompson, Joel Fry, Paul Walter Hauser, John McCrea, Emily Beecham, Mark Strong, Kayvan Novak, Kirby Howell-Baptiste, Jamie Demetriou, Niamh Lynch, Andrew Leung, Ed Birch. País: Estados Unidos. Año: 2021. Duración: 134 min.