Contra lo imposible: Allá adelante, el horizonte

Mangold hace el ejercicio de contar dos historias paralelas que apuntan a elementos diametralmente opuestos. La opulencia de los talleres de Ford y Ferrari contrasta con el garaje de Miles, un negocio familiar. Los contendores, por tanto, están en lugares distintos, incluso desde la ética de cada uno. Sin embargo, estas diferencias no sólo son formales, sino que además el director se preocupa de filmar a sus protagonistas de manera distinta, entregando grandes encuadres a los dueños de las compañías y sus cercanos, mientras Shelby y Miles siempre son enfocados en primeros planos, reforzando la idea de su cercanía y la intimidad con la que cuentan.

A primera vista, la más reciente película de James Mangold, Contra lo imposible, es un recorrido algo cargado a la testosterona, que nos lleva a la épica de dos amigos y su camino por tener el mejor auto de carreras del mundo. Sin embargo, en este caso, tener “el mejor auto de carreras” no implica que sea “el más rápido” y creo que ese detalle, aparentemente menor, es lo que permite entender el tono, no solo de la historia, sino además de las decisiones respecto a este filme.

La relación de Carroll Shelby (Matt Damon) y Ken Miles (Christian Bale) está basada en el profundo respeto del uno por el otro. Hay admiración mutua, que se hermana en su oficio de corredores de autos. Esta relación, hilada por pequeños actos que nos muestran al inicio del filme, conforma una gran célula que irá en ayuda de un gigante de las corporaciones norteamericanas para vencer a su contraparte europea. El ambiente de postguerra, la intención de recuperación económica y la necesidad evidente de verse como el mejor, le juega en contra a la compañía Ford, que de a poco se ha ido convirtiendo en una empresa en decadencia e incapaz de subirse a los tiempos que corren, mientras Ferrari, una empresa de lujo de autos deportivos, se convierte en el epítome de lo que todos quieren llegar a ser; el modelo adecuado para exhibir éxito. Es esa distancia la que Shelby y Miles deben acortar con sus talentos y métodos.

Mangold hace el ejercicio de contar dos historias paralelas que apuntan a elementos diametralmente opuestos. La opulencia de los talleres de Ford y Ferrari contrasta con el garaje de Miles, un negocio familiar. Los contendores, por tanto, están en lugares distintos, incluso desde la ética de cada uno. Sin embargo, estas diferencias no sólo son formales, sino que además el director se preocupa de filmar a sus protagonistas de manera distinta, entregando grandes encuadres a los dueños de las compañías y sus cercanos, mientras Shelby y Miles siempre son enfocados en primeros planos, reforzando la idea de su cercanía y la intimidad con la que cuentan. Los representantes de las compañías en competencia son absorbidos por sus escenarios; Shelby y Miles son exhibidos en toda su complicidad.

El único momento en que ambos mundos logran concordar es en las grandes carreras de autos, donde, sin embargo, cada uno tiene una visión distinta de dicha pasión. La belleza que se exhibe desde dentro del automóvil de Miles implica también una suma de decisiones del personaje que son filmadas como un componente psicológico propio, mientras las grandes compañías sólo pueden reconocer esto desde lo formal y, por lo mismo, no hay entusiasmo en ello, más allá de ostentar su nombre en un trofeo. 

El cine de James Mangold presenta una característica que ya se ha convertido en su marca de autor. Sus personajes, en términos generales, deben conocer su lugar en el mundo y la forma en la que responderán dentro de él. Mangold frecuentemente instala preguntas que subyacen a la trama y obliga a sus protagonistas a vivir importantes arcos de cambio que les permitan responder esas preguntas. En el caso de Contra lo imposible estos cambios no son tan notorios y, de hecho, los personajes se observan en una constante donde el mundo -competitivo, agresivo, altamente masculino- no cambiará sus formas de relacionarse. Esta decisión de mantener de manera tenaz la conducta de sus personajes se emparenta con la forma en la que Mangold ha dirigido su cine, con gran artesanía, preocupación por los detalles y un tipo de filmes donde se puede notar el componente “a mano” de su factura. Y, por supuesto, es imposible no hacer eco de sus decisiones estéticas, que siguen estando -al igual que todo el resto de su filmografía- emparentadas con el western crepuscular, tal como pudimos ver en Logan (2017), Walk the Line (2005) o, incluso, Girl, Interrupted (1999).

Al principio de este texto, hice la diferencia entre “ser el mejor” y “ser el más rápido”. Los personajes de Contra lo imposible saben que las cosas que los pueden posicionar a ellos como el equipo que pasa a la posteridad no tienen que ver con asuntos técnicos, sino sobre todo con “saber hacer” las cosas. Repetimos aquí la moral del vaquero que se aleja una vez que las cosas se resuelven, porque ellos no pertenecen a ese mundo pomposo en donde la belleza de la carrera se compra o negocia. Al parecer, esa es también la forma en la que Mangold desarrolla sus filmes. El horizonte está ahí, en frente, y tanto el director, como sus personajes, caminan hacia él con esa confianza.

 

Título original: Ford v Ferrari. Dirección: James Mangold. Guion: Jez Butterworth, John-Henry Butterworth, James Mangold, Jason Keller. Fotografía: Phedon Papamichael. Montaje: Michael McCusker. Música: Marco Beltrami. Reparto: Matt Damon, Christian Bale, Jon Bernthal, Caitriona Balfe, Noah Jupe, Josh Lucas, Tracy Letts, Remo Girone, Ray McKinnon, JJ Field, Wallace Langham, Ian Harding, Jonathan LaPaglia. País: Estados Unidos. Año: 2019. Duración: 152 min.