Cien años de perdón (Daniel Calparsoro, 2016)
Hay varias cosas que llaman la atención de Cien años de perdón. Y es que las expectativas que genera la película antes de ser vista son ambiguas: una película de suspenso que toma todos sus referentes visuales del cine norteamericano que ha practicado tal género durante las últimas dos décadas, pero contada en España, más específicamente en Valencia, con personajes y actores hispanoparlantes.
El ejercicio recuerda un poco a aquella época en que las productoras de Hollywood se dieron cuenta que el mercado hispano era uno a explotar y comenzaron a hacer películas en jornadas dobles, compartiendo estudio e historias con equipos y actores distintos, uno anglosajón y el otro latino. La diferencia es que en este caso no se trata de un intento de expansión norteamericana sino de una coproducción entre españoles y argentinos. Parece ser un ejercicio al menos poco común, cuando la tendencia mayoritaria suele ser tomar el lenguaje del cine norteamericano y moldearlo a las posibilidades que ofrece específicamente cada territorio, pero Cien años de perdón va hasta el final en su intención imitativa. De alguna forma es, en ese sentido, una copia fiel. Copia, y no referencia, porque en ningún momento se asoma siquiera un estilo propio para desarrollar su concepto cinematográfico. No hay ningún indicio en la forma que pueda hacer sospechar de un fondo distinto, ya que es en su esencia, lo mismo que representa: un robo muy bien planeado.
¿Qué se puede decir sobre la trama si en el fondo ya la sabemos? Cien años de perdón no busca reinventar la rueda, pero es una muy buena rueda. Cinco asaltantes tienen el plan perfecto: entrar por la puerta grande y salir a través de un túnel para así escapar con todo lo robado. Pero no cuentan con la lluvia que inundaría su única salida. Ya a los diez minutos el robo del banco está efectuado y de ahí en adelante la cinta solo se preocupa de jugar a construir tensiones. Las piezas están puestas de manera tal que la película logra hacer entrar al espectador en el juego que propone y utiliza de buena manera sus recursos.
La película sabe que tal juego de tensión implica saber cuándo soltar. La mayor parte de la película es un buen ejercicio de ritmo cinematográfico, pues alterna bien los momentos tensos con salidas cómicas, logrando conformarse una situación límite que conjuga las turbaciones propias del robo mismo con aquellas que surgen por protagonizarlo un grupo de seres humanos disímiles. Eso, unido a la buena factura general de la cinta y a un casting agradable, hace que la película sea, en palabras simples, entretenida de ver.
Dicho esto, si bien uno puede entrar fácil en el ritmo y la adrenalina que se vive al interior del banco (que es algo así como una versión extendida de la escena que abre Batman – The Dark Knight), al momento que la cámara sale de éste y comienza a revelar la trama política que subyace al atraco es cuando la cinta se desinfla, perdiendo coherencia y el hilo que antes había construido tan bien.
Cien años de perdón no aguanta otro tipo de análisis, no hay más profundidad que lo que se ve. Podríamos preguntarnos por qué hacer una versión hispana de una película yankee sin cambiarle nada, por qué intentar forzosamente hacer una versión argentino-española de algo tan foráneo, pero la película no aguantaría. Es en el fondo puro goce, un ejercicio de forma; pero por lo mismo, siempre bajo esa lógica formuláica e imitativa, la película se deja ver.
Nota comentarista: 6/10
Título: Cien años de perdón. Dirección: Daniel Calparsoro. Guión: Jorge Guerricaechevarría. Fotografía: Josu Inchaustegui. Reparto: Rodrigo De la Serna, Luis Tosar, Raúl Arévalo, Patricia Vico, José Coronado, Joaquín Furriel, Marian Álvarez, Luciano Cáceres, Luis Callejo, Joaquín Climent. País: España-Argentina. Año: 2016. Duración: 97 mins.