Ceniza negra: Otro cine es posible

Estrenada on line simultáneamente en Chile -a través de Red de Salas de Cine-, Costa Rica y Argentina (países co-productores, junto con Francia), Ceniza negra es precandidata a representar al país centroamericano en los premios Oscar y en los Goya, con un modo de producción independiente, un cine pequeño y hermoso, con un equipo técnico casi completamente femenino, libre de indagar en historias que se intuyen, más que se constatan, que se insinúan, se sueñan y fluyen, haciendo de la filmación un proceso integrador del entorno natural y humano.

La incorporación de relatos de los habitantes de los lugares donde filma en un ejercicio con tintes antropológicos, de las inclemencias climáticas del momento, de historias de las comunidades que terminan haciéndose parte de la ficción conforman el sello de la obra de la joven directora costarricence-argentina Sofía Quirós Ubeda (31), que en su primer largometraje de ficción, Ceniza negra (2019), consolida los primeros atisbos de experimentación y de trabajo con actores naturales que comenzó con su cortometraje Selva (2016), convirtiendo el coming of age de una niña huérfana de madre que se hace cargo de su abuelo mientras inicia la adolescencia en la primera película tica en llegar a la Semana de la Crítica en Cannes el año pasado.

Estrenada on line simultáneamente en Chile -a través de Red de Salas de Cine-, Costa Rica y Argentina (países co-productores, junto con Francia), Ceniza negra es precandidata a representar al país centroamericano en los premios Oscar y en los Goya, con un modo de producción independiente, un cine pequeño y hermoso, con un equipo técnico casi completamente femenino, libre de indagar en historias que se intuyen, más que se constatan, que se insinúan, se sueñan y fluyen, haciendo de la filmación un proceso integrador del entorno natural y humano.

Narraciones orales de la Isla Tortuguero donde se filmó Selva, historias de migraciones y despedidas se incorporaron naturalmente a este corto que no tiene una historia lineal, donde la no-ficción se conecta con la ficción y se deja embelesar por ella. Según nos comentó la directora en una entrevista, al llegar a la isla ella tenía sólo una escaleta. Sabía que quería escribir de dos hermanos que se separaban, pero no tenía un guión precisamente. Comenzó a sentir que lo que estaba pasando frente a sus ojos, los relatos de migraciones y partidas que le contaban los actores naturales del cortometraje previo a tirar toma, eran mucho más interesantes que lo que tenía pensado hacer inicialmente. Entonces, intuitivamente comenzó a grabar todo, no sólo las escenas preparadas, sino también los diálogos que se daban entre ellos y eso terminó resultando en la sala de edición en un cortometraje híbrido, entre lo que ella había escaleteado y las historias de partidas de las familias de la isla.

Mientras en Ceniza negra, la provincia costera de Limón, en el Caribe costarricense (caracterizada por el sincretismo religioso entre creencias cristianas y africanas como el animismo), se integra a través de la naturaleza profunda como un personaje más y del imaginario de la comunidad que habita el territorio, con fenómenos sobrenaturales, magia y rituales ancestrales que permiten traer de vuelta al plano material a los muertos -al menos por unos instantes- o conducirlos al espiritual, cuando ya se cansaron de vivir. También en esta película hay escenas que se ficcionaron a partir de acciones de los actores naturales que no eran parte del guión (el que no leyeron, para que entendieran su personaje a través de acciones y memorias cotidianas), como cuando el anciano abuelo de la protagonista se mete al mar, movimiento que en realidad realizó intuitivamente a las 5 de la madrugada porque había soñado que era la última vez que podría hacerlo.

La partida y la ausencia de un medio hermano es a Selva, lo que la convivencia con la muerte y distintos planos sensoriales es para Ceniza negra, ambas como espacios de experimentación y libertad que logran una propuesta visual y sonora atmosférica, donde la fuerza de la imagen no requiere ponerse en palabras.

Otra forma de hacer cine, una aproximación creativa, puesta en escena inicial y exploración audiovisual que la directora viene indagando desde 2012 con la directora de fotografía chilena, Francisca Sáez Agurto, con quien estudió cine en la Universidad de Buenos Aires en Argentina y es parte del colectivo de mujeres cineastas Migracine (en el que también participan la argentina Florencia Rovlich y la costarricense Tania Lavanderos). En el cortometraje donde este equipo comenzó su trabajo en conjunto, la fotógrafa nacional ya había aprendido cómo fotografiar en Costa Rica, el tipo de luz de esa parte del continente, a qué hora sale el sol y a qué hora se pone, por lo que en el largometraje estaba familiarizada con las particularidades de ese fascinante paisaje, que en la película adquiere un aura de ensoñación y magia.

Separaciones y pérdidas

Ambas películas abordan la separación de un ser querido. En la primera una niña -cuya historia de su origen es contada con elementos documentales- se separa de un familiar de manera más inconsciente; son los momentos previos a una despedida que ella presiente. En la segunda, se separa de su anciano abuelo, de forma más consciente y cumpliendo un rol en ello, valiéndose de los consejos que recibe del mundo de los muertos, comunicación para la que se prepara en un ritual marcándose la cara con ceniza negra y que se concreta a través de sombras.

En el caso del corto anterior de Sofía Quirós Entre la tierra (2015), con una bellísima fotografía de paisajes naturales que también remite al mar en los que vive una solitaria mujer, el ser querido no se trata de un humano, sino de su perro, del que ella se despide en un gesto tan sensorial como amoroso metiéndose desnuda al agujero en la tierra que ha cavado para su descanso final. Acción que Selva repite en Ceniza negra al acostarse en la fosa de la sepultura de Elena, quien fuera su referente femenino. “Esa escena (de Entre la tierra) donde la protagonista se mete al hueco donde se enfrenta a su propia muerte, es una de las semillas de Ceniza negra. En los dos cortos y en la película está esta idea de vivir en la propia piel la muerte del otro, pero resignificándola como la propia muerte”.

En sus dos últimas películas la protagonista es la actriz natural Smashleen Gutiérrez, que en el cortometraje sólo tenía 11 años; y que en el largo, a los 13 -después de dos años de preparar el personaje junto a la directora- adquiere la madurez de quien debe hacerse cargo de su Tata (un entrañable actor no profesional que el equipo descubrió en un hogar de ancianos), al tiempo que va entrando en la adolescencia y también al mundo sobrenatural y de los ritos paganos, guiada por su madre muerta que se le presenta en sueños y la acompaña como una presencia significativa.

En Ceniza negra la directora se vale de sombras, árboles y serpientes para construir una puesta en escena que, a partir de su propia historia personal (el fallecimiento de su madre), se acerca a la muerte de una forma orgánica y sanadora, y no tanto desde la victimización o el dolor. Un proceso de transformación de estados, tal como los cambios de piel y de color de las culebras que abundan en la película reptando rápidamente en la playa o moviéndose suavemente en el brazo y torso de la niña.

Selva (que lleva el nombre del corto anterior), enfrenta sus duelos con cierta fortaleza a pesar de su temprana edad, cuando una mujer mayor que es la figura maternal que la acompaña desde que su madre murió y con la cual se debate entre su ejemplo de ser mujer, “noches de chicas” e insultos mutuos por su adicción a la bebida, desaparece de su vida, dejándola sola con un abuelo con un cuerpo enjuto y venas a la vista, que ve cabras inexistentes a las que les deja comida y que ya no quiere vivir.

Mientras debe lidiar con las ausencias de sus seres queridos, paralelamente va creciendo y aprendiendo a relacionarse con jóvenes de su edad, ensayando en su propia mano con sus amigas como debe ser besar a alguien, contrarrestando la madurez de la vida que le toca, con los resabios de una niñez que aún pide que le lean un cuento para dormir y la transición hacia una nueva etapa en su vida, como una culebra que cambia de piel.

 

Título original: Ceniza negra. Dirección: Sofia Quiros. Guion: Sofia Quiros. Fotografía: Francisca Saez Agurto. Música: Wissam Hojeij. Reparto: Keha Brown, Smashleen Gutiérrez, Humberto Samuels, Hortensia Smith. País: Costa Rica. Año: 2019. Duración: 82 min.