Boda Sangrienta: Secretos de familia

A pesar de no ser una obra tan sobresaliente, Boda sangrienta logra brillar gracias a un aspecto que le debe más a su actriz principal que a los méritos del guion y de la dirección. Samara Weaving le otorga una gran dosis de carisma al personaje de Grace, que presenta méritos suficientes para unirse a otras protagonistas clásicas del cine de terror.

En el cine de terror es común que sus protagonistas sean mujeres, una costumbre que incluso ha dado origen al concepto de scream queen para identificar a sus exponentes más destacadas. Esta tendencia parece obedecer a la noción de supuesta vulnerabilidad del género femenino, lo que permite una reacción más potente de los espectadores ante historias que deben transmitir tensión a través del riesgo que enfrentan sus personajes. En algunos subgéneros como el slasher, sin embargo, las protagonistas no se limitan solo a gritar y ser perseguidas, sino que demuestran una mayor resiliencia que el resto de las víctimas, convirtiéndose así en el mayor desafío que debe enfrentar el asesino y en varias ocasiones es una mujer la encargada de derrotarlo. 

Si en los slashers se muestra a un grupo de personajes asediados por un asesino, que los va eliminando uno por uno, hasta que solo queda él y una sobreviviente (denominada final girl), ese planteamiento es modificado en la cinta Boda sangrienta. En vez de ser la última mujer en pie tras la muerte de sus compañeros, la protagonista de la película es el único objetivo de sus perseguidores a lo largo del metraje, quienes además la superan en número, lo que aumenta la desventaja a la que está sujeta. Esta obra no solo ocupa el lugar común de la protagonista mujer enfrentada a algún peligro, sino que incrementa las implicancias de género presentes en el relato ocupando como telón de fondo una institución como el matrimonio.

La protagonista de la cinta es Grace (Samara Weaving), una joven que está enamorada de Alex Le Domas (Mark O’Brien), con quien acaba de casarse. Aunque la familia de su marido es dueña de un exitoso negocio de juegos de mesa, el dinero parece ser un elemento sin mucha trascendencia para la recién casada, quien al haber crecido en hogares de acogida demuestra un mayor interés por la posibilidad de tener ahora una verdadera familia. Los parientes de Alex no se ven entusiasmados con la llegada de Grace a su círculo, pero eso puede cambiar cuando la joven participe de una tradición que se ha extendido durante generaciones entre los Le Domas, una especie de rito de iniciación para los recién llegados.

Coincidiendo con el negocio familiar, esta tradición consiste en seleccionar al azar un juego en el que todos los presentes participan, algo que es acompañado de una gran ceremoniosidad. Cuando Grace saca la carta donde aparece su juego, la protagonista no le da demasiada importancia ya que es uno bastante sencillo y conocido, el escondite. Sin embargo, el resto de los personajes reacciona con un incómodo aire de seriedad, lo que no tarda en ser explicado. Cuando la novia se está escondiendo en los rincones de la mansión Le Domas, descubre que los miembros de la familia no solo quieren encontrarla, sino que están armados y planean matarla. Mientras en matrimonios anteriores los juegos habían sido comunes y corrientes, con fichas o naipes, Grace seleccionó la única carta que consiste en un desafío de vida o muerte, en el que descansa el futuro de toda la familia.

Uno de los primeros desafíos que debe superar esta película dice relación con la suspensión de la incredulidad. El cine puede presentar situaciones que escapan de lo habitual, y por lo mismo exige una colaboración de parte del espectador, quien debe ser más flexible con sus exigencias de verosimilitud, para poder disfrutar del relato y no cuestionar todo lo que está ocurriendo. Pero esta colaboración no está exenta de límites, ya que llegará algún punto en el que la audiencia no estará dispuesta a aceptar lo que muestra la obra y simplemente dejará de prestar atención. Con una premisa como la de Boda sangrienta esta cuestión se convierte en algo importante, debiendo el guion convencer a los espectadores de que lo narrado tiene una cierta lógica dentro del mundo donde transcurren los hechos.

Más allá de lo creíble o no de la historia, se exige una coherencia interna que permita calzar de forma satisfactoria las distintas piezas de la película. Ese obstáculo es superado por la cinta, que recurre a una presión externa que obliga a los personajes a participar de este juego mortal, dado que si no lo hacen pueden sufrir serias consecuencias. La existencia de una maldición que se ha transmitido durante décadas sirve como un elemento que mantiene en movimiento a la trama y evita su estancamiento, pero la cinta también se permite que algunos personajes cuestionen la situación o noten el carácter absurdo de la misma. El tono cómico que atraviesa a la película le permite lograr un mejor resultado que si hubiese sido completamente serio, ya que a través de él se pueden aprovechar algunas imperfecciones del guion en lugar de esconderlas.

Gracias al tono ocupado, que pasa de forma recurrente hacia la farsa, elementos como la incompetencia de los personajes y la casualidad cumplen un rol fundamental en el desarrollo de la trama. Ni Grace, que se ve envuelta en esta situación de forma inesperada, ni la familia Le Domas, que no empuñaban armas desde hace décadas, están preparados para enfrentar este tipo de circunstancias, así que son comunes los momentos donde algo no sale como estaba planeado. Pese a que el relato no es demasiado impredecible, en términos generales se desenvuelve de manera dinámica y entretenida.

El guion escrito por Guy Busick y Ryan Murphy es consciente de lo disparatadas que son las situaciones vividas por los personajes, y a veces la película llega a ser demasiado obvia en sus intenciones. Hay ciertos chistes que son subrayados más de la cuenta, y su ansia por ser irreverente le quita algo de naturalidad, lo que nos va recordando que los directores detrás de la obra -Matt Bettinelli-Olpin y Tyler Gillett- son los mismos que hicieron la floja Devil’s Due (2014). Afortunadamente los aspectos positivos de la cinta tienen más peso que sus defectos. Si bien el Ryan Murphy de esta cinta no es el mismo que hizo las series Glee o American Horror Story, hay unos puntos en común entre Boda sangrienta y una serie como Scream Queens, que él también creó, debido a la manera en que combinan terror y comedia sin tomarse muy en serio a sí mismas.

Las obras comparten también un interés por la sátira, que en el caso de esta película apunta a ese reducido sector de la población que concentra un gran porcentaje de las riquezas y a la institución del matrimonio. La propuesta de la cinta es simple, con críticas algo rudimentarias a esos elementos, que dejan la sensación de que se podría haber hecho algo más. Se muestran, por ejemplo, cuestiones relacionadas con la ambición materialista, el miedo a perder los privilegios sociales, las barreras socioeconómicas y el carácter sectario de ciertas familias, pero su desarrollo no termina de ser solo superficial. Ese paso adicional que la obra no realiza, y que podría haberla elevado, es lo que la separa de un título como Get Out (2017) de Jordan Peele.

A pesar de no ser una obra tan sobresaliente, Boda sangrienta logra brillar gracias a un aspecto que le debe más a su actriz principal que a los méritos del guion y de la dirección. Samara Weaving le otorga una gran dosis de carisma al personaje de Grace, que presenta méritos suficientes para unirse a otras protagonistas clásicas del cine de terror. Incluso elementos como el diseño de vestuario la ayudan a conseguir eso, con un vestido de bodas que va sufriendo los efectos de su lucha y que pasa de ser un símbolo de pureza a un uniforme de guerra. El propio grito de esta scream queen lleva adherido un guiño personal, con una especie de vibrato gutural que le otorga un aire crudo, salvaje, a sus reacciones, algo que le permite transmitir no solo miedo sino también sorpresa, ira, y, de manera útil hacia el final de cinta, una actitud desafiante.

Nota comentarista: 7/10

Título original: Ready or Not. Dirección: Matt Bettinelli-Olpin, Tyler Gillett. Guion: Guy Busick, R. Christopher Murphy. Fotografía: Brett Jutkiewicz. Montaje: Terel Gibson. Reparto: Samara Weaving, Andie MacDowell, Adam Brody, Mark O’Brien, Henry Czerny, Elyse Levesque, Ethan Tavares. País: Estados Unidos. Año: 2019. Duración: 95 minutos