Blue Beetle: Entre Spiderman y el realismo mágico
Blue Beetle nos promete al primer superhéroe latino de la historia. Y en cuanto a presentar un fresco ideal, en particular de cultura chicana, lo consigue con creces.
Jaime Reyes (Xolo Maridueña) es un joven de origen mexicano que acaba de graduarse en un bachillerato en leyes. Es por ende, la única esperanza en su familia de inmigrantes, en un barrio desfavorecido de la ciudad, pero desde cuyos techos de las modestas casas puede verse en primerísimo plano las refulgentes torres y rascacielos impactantemente iluminados de Palmera City. Junto a su hermana Milagro (Belissa Escobedo) quien no llegó a estudiar nada, Reyes sueña con llegar un día al éxito y la riqueza que le permitan sacar a su familia de allí para siempre. Ya me veras con una mansión, le dice, con una piscina, dame cinco años. Pero el tiempo pasa y Reyes debe asumir el triste destino de muchos latinos como él en Estados Unidos: la discriminación y un trabajo sub calificado para él —y peor aún, conseguido por su hermana, la supuesta oveja negra de la familia—.
Blue Beetle nos promete al primer superhéroe latino de la historia. Y en cuanto a presentar un fresco ideal, en particular de cultura chicana, lo consigue con creces. Primero sitúa a Reyes dentro de un colectivo cohesionado y en clave de humor, camaradería y confianza a prueba de rayos láser. O sea, su familia: la abuela que teje y que guarda un secreto de luchadora; los padres, donde emerge con particular fuerza la figura del papá mexicano ya envejecido y verdadero mejor amigo de su hijo; y un cuarto personaje, Rudy (George López), el tío de pelo muy largo, que duerme en el sofá de la casa y lleva a todos lados a los Reyes en su camioneta —dotada de algunos inventos tecnológicos muy avanzados— porque Rudy esconde, como el resto de la familia, un talento, una joya oculta por ser descubierta. La familia sobreprotectora, católica y dotada de lazos de amor indestructibles, es el primer gran lugar común con que el cineasta boricua Ángel Manuel Soto pretende instalar la latinidad al centro de una historia muy convencional de superhéroes: búsqueda corporativa desde hace años de algún artefacto, un escarabajo azul, la creación de un ejército de súper soldados, un conflicto entre herederos de una gran corporación (Kord) entre la gélida y racista Victoria Kord (Susan Sarandon) y la sobrina rebelde, Jenny Kord, que a pesar de su origen es interpretada por la brasileña Bruna Maquezine (otro gesto a la latinidad), etc. Y funciona.
Ahora, ¿por qué una película de aventuras, humor, fantasía y ciencia ficción —es decir, de superhéroes— que se cimenta en la importancia familiar y en su presencia constante, no hastía automáticamente, en lo que podría ser un cliché conservador? La razón no se debe seguramente solo al humor, sino a las atinadas dosis en que Ángel Soto nos entrega a esos personajes, a veces juntos y revueltos estridentemente, a veces uno a uno. Y alrededor de ellos la idea de identidad popular latinoamericana a través de la música (hay una dolorosa inclusión de Gracias a la vida en la versión de Alberto Cortez, y no de Violeta Parra), el cariño profesado por la misma cercanía (una casa pequeña), el padre respetado no por temor, sino por confianza; el pasado de guerrilla de algún integrante, el sueño americano que nunca llegó, la lucha de clases (extrañamente desde Hollywood, ¿o ya es algo común y siempre raro?) entre barrios abismalmente divergentes en la ciudad y entre dos familias, una latina, la otra anglosajona y “nativa”, como diría el carnicero de Pandillas de Nueva York.
Cuando explota la acción todos esos elementos que gravitan al protagonista no se sumergen sino que navegan juntos en el caos visual, por todo el trayecto del filme. La alusión a una famosa telenovela mexicana, María la del barrio, no solo reafirma el conjunto de referencias de la cultura pop latina sino que recuerda sin ninguna vergüenza, con orgullo, que Blue Beetle bien puede ser el sueño DC de sintetizar la improbable mezcla entre adrenalínicas peleas, superpoderes, naves voladoras y sentimiento auténticamente familiar presente por momentos en la masiva ficción televisiva latinoamericana. Además, podría preguntarse uno qué es lo que separa a esta película del universo de Marvel y su fijación con la calidez y el humor. La distancia aparentemente no es mucha; a ratos recuerda los mejores momentos de esa franquicia y a ratos sus lugares comunes más trillados —reflejado en la entrega y de puesta en escena de la familia Reyes y de Jaime como uno más en el tinglado—. Ángel Manuel Soto logra afirmar su proyecto chispeante con algún grado de originalidad y personalidad propia. Eso, y los homenajes que pueden funcionar como la nostalgia en otras películas: El Chapulín Colorado, la conversación de padre a hijo sobre la vida con la tenue versión ya citada de Gracias a la vida de fondo, una emotiva escena de reencuentro sobrenatural entre muchas velas que homenajea a su vez a Macario, un clásico del cine de terror mexicano.
Lo mismo para uno de los villanos, el típico ser manipulado por Victoria en base a un viejo dolor guardado, dolor que emparenta a muchas generaciones de latinoamericanos con las intervenciones políticas y militares de los Estados Unidos en el pasado. Porque todo eso sobrevuela Blue Beetle: la discriminación, el orgullo de una ternura muy propia como defensa y en particular como ventaja, mitificada o no. Los muertos que siguen vivos en alguna parte, el realismo mágico versus el capitalismo global, en suma. Que todo eso venga de Warner Bros. no deja de ser tan sospechoso como adictivo. De cualquier manera, no es lo mismo ver esta película siendo latino que gringo “nativo”.