Batman vs Superman: El Origen de la Justicia (Zack Snyder, 2016)
Muchas palabras se han escrito y leído acerca de la última película de la maquinaria adaptativa de cómics que llamamos Hollywood. Sin duda, la película que finalmente enfrenta a los dos superhéroes más famosos de la historia ha causado controversia, charla, crítica y sobre todo ha dado mucho de qué hablar. Eso me lleva a preguntar, ¿cuál es la utilidad real de una reseña más en el pozo? ¿Cuál es, finalmente, la utilidad de la crítica frente a un evento tan masivo, gigantesco, que pareciera superar cualquier cosa que uno pudiera decir, sobre todo cuando la gran mayoría de las cosas parecen ya haber sido dichas? El novelista y nerd oficial de Chile, Francisco Ortega, ha mencionado muchas veces en los últimos días que lo más interesante de este blockbuster será todo lo que le rodea y no la película en sí. Eso incluye a la crítica. Pues bien, tomando como parte de “lo que le rodea” a la crítica, ¿qué es lo que la hace más interesante? ¿Está casi al mismo nivel que el trolleo incesante o el comentario frívolo o el tuiteo del fanático o el análisis pseudofilosófico de demiurgos de conexiones entre filósofos y figuras claramente arquetípicas?
A estas alturas no vamos a discutir la clara tesis de que la escritura y discusión del cine forma parte fundamental del proceso mismo del visionado y de su creación. Manifestar a boca suelta que la crítica no es importante para películas como esta es iluso. No porque las mismas puedan llevar a alguien a ver o no ver la película, ya que esa clase de decisión ya está tomada desde el momento de la existencia de cada uno, de su experiencia y de sus gustos. Ver Batman v Superman es algo completamente necesario y casi obligatorio para algunos, mientras que para otros forma parte del relleno y la muestra absoluta del discutible estado del cine de entretenimiento de nuestros días y, por lo tanto, absolutamente prescindible. Tampoco acá pretenderé un juicio valorativo respecto a si todos o ninguno deban ver la película: que la vaya a ver el que quiera; el que es fanático no se la puede perder; el que no, puede evitarla sin perderse nada maravilloso ni conversaciones demasiado profundas, porque evidentemente la profundidad aparente de esta cinta es una impostación heredada de las muy superiores cintas de Batman dirigidas por Christopher Nolan.
Álvaro Bisama habla de esto en su columna sobre la película, donde compara a Nolan con Snyder: “Pero Snyder no es Nolan ni lo va a ser. No tiene el talento ni la ambición. Nolan quiere ser Kubrick, quiere ser Michael Mann. Snyder es más básico. Sólo quiere filmar los cómics que leyó en 1986, homenajear a sus maestros.” Habla, luego, sobre la ausencia absoluta de espesor ideológico, y no es por caer en zizekeadas, pero finalmente es por su carácter absolutamente identificable como producto post-capitalista (donde no le resulta necesario como a Marvel poner después de los créditos la escena que anticipa las siguientes películas, sino que la pone al medio, como si fuera una pancarta comercial que indicara “no se preocupen, si aguantan esta película, podrán ver todas estas otras, con todos estos personajes que son mucho más interesantes que los que han visto hasta ahora”), que la hace carecer de toda posición política respecto a nada, frente al mundo que vivimos o a lo que sucede con el alma de los seres humanos en sociedad; lo cual resulta más difícil cuando sus personajes principales son un alienígena súper poderoso y un billonario que vive aislado de la gente en una cueva. Toda aproximación a temas interesantes o aparentemente políticos son, nuevamente, una impostación, una necesidad casi contractual. Una película que se toma dos horas y media para contar una historia que se podría hacer en hora y media no se preocupa más que apuntar con el dedo a un par de asuntos peliagudos respecto a la seguridad de las naciones, y cree que con eso el trabajo está terminado.
Y es que si volvemos a la idea de Bisama sobre la ideología de esta cinta, podemos confundirnos y decir que la cinta carece de una, sobre todo por la aparente ausencia de una opinión política o social clara, a pesar de que los temas se encuentran ahí expuestos: la venganza, la traición, el terrorismo. El problema principal es justamente cómo comparadas con las películas de Nolan, que mezcla el arquetipo fascistoide de Batman, pero a través del cual involucra mediante sus acciones una mirada más reaccionaria, liberal y populista, la que resulta vastamente más compleja que la presentada por Snyder, ya que justamente en vez de llevar al superhéroe a los temas ideológicos que presentan los cómics en los que se inspira visualmente (los de Frank Miller particularmente), se basa en las ideas más básicas de los últimos años: un Batman que rompe su sentido de la justicia y la ética y un Superman que pareciera ser mucho más peligroso para la humanidad que la infantil, aunque tremendamente eficaz, caricatura interpretada por Christopher Reeve. Pero a la hora de escoger las versiones más oscuras de los personajes, en un escenario oscuro, donde todo parece ir mal, se diluye la ideología en una pose absoluta, una ideología de cartón, como un niño emodark que trata de obtener la atención de sus padres, siendo en este caso una cinta que busca captar la atención de la audiencia, amenazando cortarse las venas cada quince minutos.
Pero volvamos al principio, o al menos, al punto del razonamiento detrás de la frase sobre la importancia de lo que se escribe sobre una película y en particular sobre esta película. Muchas noticias han salido sobre cómo aparentemente, pese a las críticas negativas, la cinta ganó mucho dinero y cómo la labor del crítico empezaba a resultar superflua. Mismo argumento usado por fanáticos de los cómics y de los personajes que la adoraron, seguramente de manera genuina, y que buscan satisfacer sus dudas, culpando a los críticos de seleccionar y picar cada una de las fallas que existen en la película, calmando así sus posibles inseguridades. Mismo argumento que fue usado por el director, guionista y los actores durante las ruedas de prensa: esta es una película para los fanáticos, no para los críticos. Digamos que, en lo poco que llevo como escritor, esta cantinela ya me suena muy repetida, viniendo de periodistas, directores y colegas. Finalmente, lo que llevó a escribir tanto, a defender o atacar, a reflexionar sobre ella -y porqué esto que la rodea es tanto y más importante que los combos que se pegan estos dos superhéroes-, se puede resolver de una sola manera: mirando la película. Batman v Superman carece de tanto, que rodearla de cosas ajenas a sí misma es la única forma sana de poder comprender y cerrar la experiencia de recepcionarla.
La cinta carece de arte, de dirección, de alma, de guión debidamente construido, de precisión en su montaje. Carece de un sentido respecto al orden de las escenas y cómo deben ser presentadas. Los personajes carecen de alma, pese a la interpretación más o menos interesante que da Jesse Eisenberg en el rol de Lex Luthor, todos sin excepción parecen estar siempre leyendo un guión y no viviendo un personaje. Carece absolutamente de cualquier sentido de la diversión, del humor, de la posibilidad de que una pelea entre los dos superhéroes más icónicos de DC pueda llegar a tener algo de tensión, cinética, originalidad. Zack Snyder no es siquiera un buen artesano, no es un director con estilo, y ni siquiera sus tics usuales (cámara lenta, gusto por los colores pasteles) pueden aspirar a acumular algo similar a eso, ya que esos elementos borran cualquier personalidad más que acentuarla y se han vuelto elementos tan genéricos de otras cintas mucho más mediocres, que su uso acá las vuelve no revolucionarias, sino poco inspiradas, casi como el mínimo común denominador de la dirección. Finalmente, es sólo a través de la defensa, el ataque o la reflexión extremada que podemos poner finalmente sentido, llenar los huecos, ya sea apuntándolos, llenándolos con nuestro amor o proyectándolos a la temática que más nos acomode.
Es una película semiótica, pero no por las imágenes mostradas, sino solamente por cómo funciona la lógica del sentido en el espectador, el cual sólo se completa cuando es externalizado. Tal vez el interés de todo lo escrito radica en que nos estamos conociendo un poco más al hablar de una u otra forma: nos liberamos, nos desnudamos, lo proyectamos y finalmente olvidamos, tanto como podemos llegar a olvidar esta película en cuanto empezamos a salir del cine.
Nota comentarista: 6/10
Título original: Batman v Superman: Dawn of Justice. Dirección: Zack Snyder. Guión: Chris Terrio, David S. Goyer. Fotografía: Larry Fong. Montaje: David Brenner. Reparto: Ben Affleck, Henry Cavill, Jesse Eisenberg, Gal Gadot, Amy Adams, Diane Lane, Holly Hunter, Jeremy Irons. País: Estados Unidos. Año: 2016. Duración: 151 minutos.