The Batman: El murciélago de una nueva generación

Mucho se ha hablado de lo “emo” y lo “realista” de la película, pero Reeves va más allá y logra la que, en mi opinión, es su mayor virtud: la desmitificación de un símbolo. Es de otra generación porque tiene una vocación distinta a las versiones anteriores. No está volcada completamente hacia lo social ni tampoco a lo personal. Está en un limbo extraño, parecido al de la generación actual, donde hay una preocupación por ambas en igual medida.

Termina la función y la mayoría de los espectadores en la sala seguían sentadas. “Esta no es una película Marvel”, dice una joven que se dirigía a la salida, refiriéndose a las escenas post crédito que popularizó la fábrica de films de superhéroes. Y, en parte, la chica tiene razón. The Batman (2022) no es una película Marvel, y por varios motivos.

Vale aclarar algo. La nota es engañosa, pues esta versión del murciélago está -para bien- a kilómetros de distancia de bodrios estrenados durante el año recién pasado como lo fueron Black Widow (2021) o Eternals (2021), pese a que esta última fue dirigida por Chloé Zhao, autora de la gran película The Rider (2017).

Sin embargo, tal como ocurrió con Joker (2019), cuando se le calificó como obra maestra, aquí es necesario bajar un cambio a la marcha. The Batman es una buena película, sí, pero está por debajo que The Dark Night (2008) e incluso que de la recién mencionada Joker en la comparación dentro de su propio mundo.

Despejada ya las formalidades, es hora de defender la afirmación. De partida es necesario hablar de la montaña rusa de emociones que genera el largometraje de Matt Reeves. No en el sentido al que se refería Martin Scorsese cuando criticó -con justa razón, a mi parecer- la forma de crear productos emocionantes y seriales sin una visión de mundo, sino que The Batman es una montaña que crea grandes e impecables momentos de acción, y otros que bajan el ritmo de forma terrible.

A diferencia de ejemplos como las películas Marvel del 2021, aquí sí hay un deseo por contar y comentar un punto de vista. Así, la venganza aparece como el eje central del filme. Es este sentimiento el que moviliza tanto al protagonista como al antagonista, un especialmente brillante Paul Dano cada vez que se sacaba la máscara, cosa que, por exigencias del género, no ocurre por muchos minutos. Bien podría haber hecho la introducción de la canción Pulse of the Maggots, de Slipknot, y habría sido igual de perfecta.

Pero ¿por qué hablar del murciélago para una nueva generación? El alma de esta nueva versión está en un lugar completamente distinto al de Nolan. Es incluso extrapolable a la sensación de que hoy son cada vez más quienes ven lo falible como una característica positiva más que negativa. Esto, más la aplastante sensación depresiva en torno a la historia y al propio Robert Pattinson, el encargado de dar vida a Batman, le entregan un aura muy de estos tiempos.

El concepto no aplica sólo para Bruce Wayne quien demuestra miedo al hacer algo nuevo, falla en sus deducciones e incluso admite lo equivocado de su mantra inicial. También lo vemos en la caída de la figura del padre, Thomas Wayne. Mucho se ha hablado de lo “emo” y lo “realista” de la película, pero Reeves va más allá y logra la que, en mi opinión, es su mayor virtud: la desmitificación de un símbolo. Es de otra generación porque tiene una vocación distinta a las versiones anteriores. No está volcada completamente hacia lo social ni tampoco a lo personal. Está en un limbo extraño, parecido al de la generación actual, donde hay una preocupación por ambas en igual medida. Lo que pasa en tu mente, la sanidad mental y el cómo sobrellevar esos demonios internos y, al mismo tiempo, el intentar cambiar las cosas en el mundo en un camino lleno de tropiezos. Nadie nace sabiendo.

La estética grunge/emo es tan clara que una de las primeras canciones que escuchamos es Something In The Way, de Nirvana. Pero no se queda ahí. Otro de los aciertos está en el tratamiento de la ciudad como un personaje más, lo que esperemos se convierta en una constante pues ya se vio en Joker y aquí se repite. Esta vez en relación a cómo la ciudad convierte a sus ciudadanos en una fábrica de personajes decadentes, casi como si no hubiera futuro.

En la paleta de colores casi ni se observan colores cálidos y los interiores de la Mansión Wayne recuerdan antes una catedral gótica que a una estructura clásica, como ocurría con la de Nolan. Y algo similar ocurre con la música de Michael Giacchino, donde desaparecen los sonidos de epicidad en el tema principal para dar paso a unos más mundanos. Dramáticos, pero mundanos. Son estos detalles los que posicionan a The Batman en el lado del cine antes que al de la producción serial de películas que tanto se le critica al género de superhéroes.

Hasta aquí van solo flores. Entonces, ¿por qué la nota?, se preguntarán. Pues hay tres razones: La primera guarda relación con la unidireccionalidad de la lectura que Reeves propone, el cual es un problema de guion que el mismo director se autoimpone cuando inicia y termina con una voz en off, transportándonos inmediatamente al mundo de la fábula. Es cierto, el personaje creció desde el “soy venganza” hasta el darse cuenta de que esa política permitía a energúmenos sociales utilizar la frase como medio para su propio fin, cual invasión al capitolio estadounidense, pero la enseñanza queda explícita y no deja espacio a muchas más interpretaciones.

En segundo lugar, están los altibajos en la narración. Hay escenas realmente brillantes, como la persecución en el batimovil -digna de Mad Max: Fury Road (2015)- o las intervenciones del irreconocible Colin Farrell encarnando al Pingüino. Pero, al mismo tiempo, hay personajes planísimos como Alfred y escenas que cortan el ritmo de la película a la mitad.

Tercero, y el más problemático de todos. Al momento de hacer la comparación, The Batman siempre queda atrás. Innegable es la similitud del filme con la obra de David Fincher y Zodiac, en el caso del Acertijo. Pero más importante es la estructura idéntica a la de Seven (1995), donde el villano siempre está dos pasos adelante e incluso una vez capturado continúa haciéndose de las suyas. Un thriller puro y duro donde no había redención posible, a diferencia de este largometraje.

Peor aún, se podrían rastrear hasta cinco géneros dentro de la misma película: Acción, perfecto. Noir, logradísimo. Thriller, bastante bien. Drama, deficiente. Terror, pésimo. Y lo planteo como lista porque así pareciera desarrollarse, como si de llenar casillas se tratara. Hasta un jump scare aparece entremedio de la película. Pese a todo esto, hay que valorar el que no intenta impostar ni copiar el modelo que miraba de reojo, como sí ocurrió en Joker con Taxi Driver (1976) y The King of Comedy (1982). The Batman de Matt Reeves es un animal nuevo por mérito propio, y en el panorama superheróico en el que nos encontramos, ver un punto de vista y llegar hasta el final con él es una destacable cualidad por donde sea que se le mire.

Título original: The Batman. Dirección: Matt Reeves. Guion: Matt Reeves, Peter Craig. Fotografía: Greig Fraser. Reparto: Robert Pattinson, Zoë Kravitz, Paul Dano, Jeffrey Wright, Colin Farrell. País: Estados Unidos. Año: 2022. Duración: 176 min.