Atentado en París: Cuando el diálogo entre ficción y realidad no basta
La cinta fue dirigida por el inglés James Watkins. Es su primera película de acción (además firmó dos de horror) y da la impresión que aprendió los trucos del género sobre la marcha a través de la imitación, generando resultados previsibles. Al parecer, Watkins tiene más experiencia como guionista, y en este caso justamente firma el guión junto a un tal Andrew Baldwin. Ante una producción comercial sin mayores aspiraciones que la taquilla, solo cabe una pregunta: ¿qué tiene de específica esta película como para que uno la vaya a ver?
Comencemos explicando por qué nos parece cliché. Aunque hay tres países involucrados en su producción, Atentado en París es claramente una película de acción característica de Hollywood. Se mezclan diferentes tramas recurrentes: parejas de policías, terrorismo, robo de bancos, peleas con técnicas de artes marciales (como se ha vuelto la norma), sin olvidar el turismo anglosajón por la capital francesa. A pesar de sus estrategias variadas, no deja de ser una película entre miles sobre un agente de la CIA malhumorado con corazón de lechuga que arriesga su vida para desactivar un atentado. Todo es predecible: la fotografía de sombras cerúleas, la agitada cámara en mano para que uno se sienta parte de la acción, o la omnipresente música de sintetizadores con frecuencias graves que implican suspenso –como si el espectador no fuese capaz de sentir el suspenso con la trama y las imágenes. La populosa ciudad de París (tan amada por Hollywood) aparece justamente como un elemento familiar de suspenso: ciudad de mercados populosos en que pululan tanto un ladrón estadounidense como la CIA o familias africanas. No faltan las carreras de autos por las callejuelas, persecuciones sobre los techos sembrados de diminutas chimeneas y anglosajones hablando en francés con ironía. Da la impresión que la producción realizó un brainstorming de todo lo que tenía que incluir esta película, y al final el guionista-director decidió meterlo todo en una bolsa de gatos sin cedazo.
Esto se relaciona directamente con el ritmo frenético del guión, y sobre todo en cómo se cruzan los diferentes personajes en los noventa minutos de película. Los tres personajes principales que activan la acción (los rostros vendibles) son presentados en un suspiro: Idris Ebra, Richard Madden y Charlotte Le Bon. Esta rapidez busca entretener, pero implica que las figuras se construyan a partir de arquetipos, sin información sobre sus vidas antes del momento presente de la ficción. La cinta nos ofrece el mismo personaje que uno ha visto un sinfín de veces y basta con esbozarlo para que resulte familiar y pasemos a la acción. El personaje de Idris Ebra (un policía rudo e idealista) podría ser alguno de la Roca (parco y violento, pero con aires de superioridad moral). Es trazado tan rápido que cuesta comprender qué lo motiva a luchar contra los terroristas, incluso contraviniendo las órdenes de sus superiores. El guionista-director se sintió obligado a incluir los motivos en boca del personaje mismo (hacia la hora de película), pero la explicación solo nos dice que es un personaje inestable.
Como no hay mal que por bien no venga, la película puede servir para caracterizar técnicas narrativas. Por ejemplo, cómo ciertas ficciones reposan en la simpatía que deben inspirar los personajes. En este caso, personajes que rompen con el orden cívico (la fascinación del lente por el buen ladrón, el buen gángster, el buen asesino). Por ejemplo, uno de los protagonistas es un joven carterista (Richard Madden, conocido por su rol en Game of Thrones). Sin obviar el carisma del actor, el personaje apela a la simpatía por su deseo de redención y regreso al orden social (desea estudiar medicina, en el sentido hipocrático). Paralelamente, demuestra una destreza para el robo propia de prestidigitador, que en este tipo de universos ficticios se aparenta paradójicamente con lo heroico.
Quizá lo más sorprendente sea la anulación del infaltable personaje femenino, que no llega a brillar y finalmente desaparece en la última escena, sin conectarse amorosamente, en una suerte de fracaso. Es encarnado por Charlotte Le Bon, modelo y actriz canadiense conocida inicialmente en Francia por anunciar el tiempo.
Además de la construcción precoz de los personajes, Atentado en París ofrece un popurrí de problemáticas actuales que se resuelve en un simple tiroteo de atraco bancario. Da la impresión que los productores quisieron aglutinar todos los elementos políticos candentes de actualidad, como si la abundancia fuese una receta para el éxito de taquilla. Un grupo de policías-terroristas siembra el caos explotando las vetas de violencia actuales: la extrema derecha xenófoba, el terrorismo yihadista, la extrema izquierda. Todo esto con fondo de rechazo al sistema (a la banca, la policía, la corrupción). Como la ficción ocurre en París, la ideología religiosa se mezcla con el rechazo al extranjero. El uso de un hashtag enciende a los manifestantes y el mensaje es distribuido viralmente a través de la web con una máscara amarilla que recuerda a Anonymous. Ahora bien, nos parece que justamente Atentado en París explota estos problemas para asaltar la billetera del espectador. En vez de conectarse con la incomodad y el empoderamiento actual se limita a presentar clichés.
Cerremos con una reflexión extracinematográfica. Los productores no imaginaron que la difusión de la cinta se vería reforzada por una tragedia. Como publicidad, se ha insistido en el diálogo entre la ficción y los eventos históricos. El filme -cuyo título original es Bastille Day- narra un posible atentado en Francia un 14 de julio para fomentar un caos revolucionario (día en que se celebra la toma de la Bastilla y el derrumbe de la monarquía absoluta). Por motivos comerciales, se decidió estrenar la película en Francia el 14 de julio de 2016, pero debido a los atentados (no ficticios) de Niza fue retirada de las salas. Este diálogo entre ficción y realidad es probablemente lo más memorable de la película. Es decir, lo que más se menciona es un elemento externo a la cinta, que solo hace parte de su difusión. No deja de ser llamativo (y trágico) que la ficción y la realidad se crucen, pero eso no basta para que uno aprecie una película. Solo recomendaría Atentado en París a una persona que asuma su gusto por el género de acción y desee ver una variación.
Juan Pablo Pizarro
Nota comentarista: 2/10
Título original: Bastille Day. Dirección: James Watkins. Guión: Andrew Baldwin, James Watkins. Fotografía Tim Maurice-Jones. Montaje: Jon Harris. Reparto: Idris Elba, Richard Madden, Charlotte Le Bon, Kelly Reilly, José Garcia, Anatol Yusef, Eriq Ebouaney. País: Estados Unidos, Francia, Reino Unido. Año: 2016. Duración: 92 min.