The Assistant: Raíces profundas

La directora australiana Kitty Green, que también escribió el guion, refleja en su obra algunos de los elementos que caracterizaron al caso Weinstein, pero prefiere no limitar el relato con nombres reconocibles ni con las barreras narrativas del “basado en hechos reales”. Más que adaptar situaciones concretas, lo que busca capturar es un contexto determinado, es decir, aquel ambiente que permite este tipo de conductas. De hecho, el foco de la cinta no se encuentra sobre el victimario, del cual nunca vemos su rostro, ni sobre las víctimas, que aparecen de manera fugaz por la pantalla y cuyas experiencias no son mostradas de forma explícita, sino que sobre un personaje más adyacente a esos delitos.

Cuando se dieron a conocer, en octubre de 2017, las denuncias de acoso y abuso sexual contra Harvey Weinstein destaparon un enorme escándalo en Hollywood. Los delitos de uno de los productores más poderosos de la industria dieron inicio a una serie de testimonios de personas que sufrieron tratos similares, ya sea de él o de otros individuos que se aprovechaban de su superioridad jerárquica, lo que impulsó el movimiento #MeToo, a través del cual fue quedando en claro que las raíces de estos problemas eran más profundas de lo que parecía a simple vista. Al ser una situación que se desarrolló dentro del mundo del cine era inevitable el surgimiento de películas inspiradas por tales hechos, pero mientras algunas cintas tratarán de usufructuar de las historias con un enfoque sensacionalista, es admirable que la primera de estas obras, The Assistant, opte por una perspectiva mucho más sobria y mesurada.

La directora australiana Kitty Green, que también escribió el guion, refleja en su obra algunos de los elementos que caracterizaron al caso Weinstein, pero prefiere no limitar el relato con nombres reconocibles ni con las barreras narrativas del “basado en hechos reales”. Más que adaptar situaciones concretas, lo que busca capturar es un contexto determinado, es decir, aquel ambiente que permite este tipo de conductas. De hecho, el foco de la cinta no se encuentra sobre el victimario, del cual nunca vemos su rostro, ni sobre las víctimas, que aparecen de manera fugaz por la pantalla y cuyas experiencias no son mostradas de forma explícita, sino que sobre un personaje más adyacente a esos delitos.

Ese personaje es Jane (Julia Garner), una joven que estudió en una prestigiosa universidad y que desea convertirse en productora de cine. Una manera de ingresar a la industria cinematográfica consiste en hacer algún trabajo no cualificado, en su caso el de asistente, que le exige llegar a la oficina antes que todos sus compañeros y ser una de las últimas en irse. Jane trabaja en una compañía de producción con sede en Nueva York, donde debe encargarse de varias exigencias de su jefe, quien pese a no estar casi nunca en su despacho posee una presencia que se siente en cada rincón del edificio. La protagonista lleva solo cinco semanas en ese puesto, pero ha ido percibiendo algunas cosas extrañas dentro de la empresa, como las reuniones de su jefe con atractivas aspirantes a actrices, reservas en hoteles, pertenencias femeninas perdidas y llamadas telefónicas de su esposa.

A pesar de sus sospechas, es poco lo que Jane puede hacer, ya que sus compañeros parecen desenvolverse con un aire de conformismo, sin cuestionar esas señales e incluso tratándolas con liviandad, a través de chistes. El comportamiento del jefe es un secreto a voces, en el que directa o indirectamente se ven envueltos sus trabajadores, desde el contador que debe autorizar cheques sin nombre, hasta los ejecutivos que de vez en cuando tienen que cubrirlo en la oficina ante sus habituales ausencias. Sin evidencias concretas, las transgresiones del jefe de Jane están sumergidas en las aguas de lo incierto y no se ven muchas posibilidades de que alguien de el paso necesario para salir de la duda, ya que eso implicaría un mayor grado de compromiso de parte de sus subalternos.

La película transcurre a lo largo de un solo día, en el que la obra nos hace partícipes de la perspectiva de Jane, ya sea representando algunas de las tareas nimias que debe realizar, como sacar fotocopias y coordinar pasajes de avión, o aguantando los constantes menosprecios que recibe del resto de las personas. Aunque la protagonista no es víctima de los avances sexuales de su empleador, su género se convierte en algo que condiciona su lugar dentro de la empresa; entre las labores que le asignan por el hecho de ser mujer se encuentra cuidar a dos niños, limpiar, comprar almuerzos y darle explicaciones a la esposa de su jefe. La joven se encuentra en el peldaño más bajo de esta pirámide, un factor que si bien disminuye su influencia dentro de la empresa también le permite pasar más desapercibida para observar lo que ocurre a su alrededor.

Algunas de las ideas exploradas por la obra son complementadas a través del aspecto visual de la cinta. Con la ayuda del director de fotografía Michael Latham, la película adquiere una paleta de colores fría, mientras que los tipos de planos utilizados encogen a Jane dentro del entorno en el que se encuentra, predominando los planos medios y generales. En algunas ocasiones, el personaje es relegado solo a una porción de la imagen, dejando que el espacio negativo ocupe la mayor parte de la pantalla. De forma coherente con estas decisiones estilísticas, la actuación de Julia Garner también consiste en empequeñecer a la protagonista, para destacar su impotencia ante las cosas que pasan a su alrededor.

La joven se encuentra tan disminuida que hasta sus palabras son determinadas por otras personas. Cuando debe escribir algún correo electrónico de disculpas a su jefe, sus compañeros de labores (Noah Robbins y Jon Orsini) le dictan algunas frases que resultan más convenientes para lo que se espera de ella. Mientras que, en una de las mejores escenas de la película, la protagonista va al departamento de recursos humanos de la compañía para informar las cosas que ha visto, pero la persona encargada (Matthew Macfadyen) la manipula hasta convencerla de que la única perjudicada será ella. Momentos como esos muestran la influencia que tiene la empresa sobre los individuos, y lo difícil que es ir contra la corriente.

Mientras una película como Bombshell (Jay Roach, 2019) -sobre el caso de Roger Ailes en Fox News- deletreaba todos sus elementos, ya sea con diálogos expositivos e incluso rompiendo la cuarta pared, la estrategia de Kitty Green consiste en confiar en la inteligencia de los espectadores para recoger pistas e insinuaciones. Su decisión es acertada, ya que el conjunto de señales y sutilezas le va dando una atmósfera intrigante a la obra, sin mostrar más de la cuenta ni subrayar cuestiones innecesarias. El relato nos lleva a interpretar gestos, tonos de voz y silencios, juntando así las piezas y construyendo nuestras conclusiones. El interés en The Assistant no descansa solo sobre lo que ocurre con el jefe de Jane, sino también con sus trabajadores y con el círculo del que forman parte.

Al centrarse en el entorno, en la ambientación, y no en los individuos específicos que sirvieron como inspiración para la cinta, la directora evita la tentación de caer en soluciones simplistas para los problemas que muestra. Una de las cosas que Green nos lleva a revisar es el propio rol de la protagonista en todo esto, quien está inmovilizada por el temor a arriesgar su carrera en la industria por asuntos que probablemente no van a ser creídos por el resto. La película parece decirnos que la condena penal de Harvey Weinstein hace algunos meses no significa el final de los abusos que cometió, debido a que es necesario examinar con más detención el sistema que permitió esas conductas.

 

Título original: The Assistant. Dirección: Kitty Green. Guion: Kitty Green. Fotografía: Michael Latham. Reparto: Julia Garner, Jon Orsini, Noah Robbins, Matthew Macfadyen, Dagmara Dominczyk, Kristine Froseth, Mackenzie Leigh, Juliana Canfield, Alexander Chaplin, Purva Bedi, Lou Martini Jr., Migs Govea, Bregje Heinen, Fang Du. País: Estados Unidos. Año: 2019. Duración: 81 min.