Ahora te vamos a llamar hermano
Las películas, a veces, están cargadas de historicidad. Este corto documental de Raúl Ruiz (1971, 13 min) es uno de esos casos en que no sólo sus imágenes, sino sus condiciones de producción y su exhibición permean la historia reciente de nuestro país.
La película, hablada casi enteramente en Mapudungun y subtitulada en castellano, se centra en las demandas del pueblo Mapuche y su encuentro con el Presidente Salvador Allende, quien anuncia la creación de la Ley Indígena Nº 17.729. Esta ley pretendía potenciar el desarrollo económico y social de los pueblos indígenas. Para ello, entre otras cosas, incorporó por primera vez los procesos de restitución de tierras, afirmando un sistema de tenencia colectivo sustentado por las comunidades. Este proceso dejaría de ser efectivo luego del Golpe militar, oficialmente luego de la modificación de la ley en 1979.
La película revela un proceso social que luego sería ampliamente invisibilizado, tanto en nuestro libros de texto como en las imágenes cinematográficas que retratan el mundo mapuche, al menos hasta la década de 1990. Mediante una cámara que dialoga directamente con Mapuches, rescata un discurso sobre la exclusión que es vivo, dinámico y consciente. La lucha por el reconocimiento se expresa directamente, sin mediaciones lingüísticas o encuadres centrados en la clase. En Ahora te vamos a llamar hermano los Mapuche son campesinos, cierto, pero su pertenencia étnica no es relegada a segundo plano, como podría esperarse de un tratamiento típico de la época. De hecho, me parece que el atreverse a realizarla mayormente en lengua Mapuche es en sí mismo un gesto político, que afirma no sólo a las comunidades, sino a un cine que se niega al militarismo pedagógico. El carácter observacional, un tanto errático, y no claramente expositivo de la obra, es probablemente lo que más la destaca de ella como registro documental de la Unidad Popular.
Por otra parte, Ruiz también escapa del énfasis culturalista que sería tan común en los documentales etnográficos de las décadas siguientes. No se centra pues en los aspectos rituales de las comunidades, si bien podemos observar ciertas manifestaciones tradicionales en la película. Éstas, sin embargo, tienen cabida en el contexto de la demanda política, reforzando su dimensión particular sin exotizarla. Para una sociedad que conserva tan pocos registros de los pueblos originarios antes de la aparición del video, esta película constituye así un precioso referente para la comprensión intercultural.
Su paso por Valdivia confirma esta apreciación. Recién restaurada en el laboratorio de L’Immagine Ritrovata, en Bolonia, la cinta -la única copia aún existente- se exhibe en Chile por primera vez desde su estreno en 1971. La versión restaurada se estrenó en la sección “Retrospectiva 80!” del Festival de Venecia 2012, considerada una “rareza” de los Archivos Históricos por los organizadores de la Biennale, quienes contaron con el apoyo de Valeria Sarmiento para su restauración y exhibición. La película había sido parte de una retrospectiva Chilena que se realizó en dicho festival en 1974, como un homenaje a Allende y muestra de apoyo a Chile bajo la dictadura militar.
La noticia de que esta pequeña obra de Ruiz había sido recuperada, impulsó al Festival de Valdivia a exhibirla durante esta edición, en la sección “Disidencias”. Este gesto muestra la película no sólo como parte de un registro histórico, valorado en tanto resto arqueológico de nuestro pasado reciente, sino sobretodo como parte de una “mirada contingente” de nuestro entorno social, político y económico. Su programación junto a otras obras que se refieren a la situación Mapuche actual permite contextualizar la película como parte de un imaginario fílmico y social más amplio, enfatizando su pertinencia a la realidad contemporánea de nuestro país.
Ahora te vamos a llamar hermano. Una película que estuvo perdida entre archivos remotos, ajena de su lugar de creación, y relativamente desaparecida de nuestra frágil memoria fílmica. Su misma condición parece un retrato de nuestro tratamiento del patrimonio audiovisual y de la necesidad de ir llenando vacíos en la historia social y cinematográfica de nuestro país.