29 de noviembre: Conmemorar no es suficiente
Hay una poderosa imagen que persiste en la memoria después de ver 29 de noviembre, dirigido por Carla Toro y Mauricio Villarroel. El documental, recientemente estrenado, busca recuperar la historia de la pareja conformada por el camarógrafo Jorge Müller y la actriz y realizadora Carmen Bueno, jóvenes militantes del MIR detenidos el día 29 de noviembre de 1974 por agentes de la DINA, quienes hasta el día de hoy continúan desaparecidos. La imagen que perdura es la de Bueno y de la claqueta que hacía sonar cuando trabajaba como continuista en A la sombra del sol (1974), codirigida por Silvio Caiozzi y Pablo Perelman. Como rescata el documental, fue durante el rodaje de esta película filmada en el norte de Chile –la única realizada en el país durante el primer año de la dictadura– que Bueno y Müller comenzaron su idilio. La claqueta era adornada cuidadosamente por la continuista, con frases románticas, flores extraídas milagrosamente del árido desierto chileno, y besos y sonrisas dirigidos a Müller que miraba este despliegue amoroso detrás de su visor. La imagen, por cierto, no está en el documental, y sin embargo, niega a esfumarse, confirmando así la fuerza afectiva y el valor del testimonio. La escena es evocada por Adela Cofré, profesora de los directores del documental, productora ejecutiva del mismo, y quien también participara en el rodaje de A la sombra del sol.
El documental de Toro y Villarroel fue estrenado simultáneamente este 29 de noviembre del 2016 en el Museo de la Memoria y de los Derechos Humanos y en la Cineteca Nacional. La fecha, por supuesto, no es azarosa; busca recordar la desaparición de ambos jóvenes, ocurrida un día después del estreno de la película de Caiozzi y Perelman. Es una conmemoración muy significativa para el cine chileno, la numerosa presencia de realizadores contemporáneos a Müller y Bueno, tanto en el Museo (Pedro Chaskel, Miguel Littin, Pablo Salas, Pablo Perelman y José de la Vega, entre otros) como en la Cineteca (Angelina Vázquez, Valeria Sarmiento, José Román, Guillermo Cahn y Sergio Trabucco, por ejemplo), dan cuenta de su importancia y vigencia. Es un día trágico y doloroso, que se instituyó con el paso del tiempo en el “Día del cine chileno”.
Aprendemos, gracias al documental, que dicha fecha comenzó a conmemorarse en plena dictadura, el año 1984, y que el encuentro sirvió para aglutinar y movilizar a los realizadores del mundo audiovisual local durante los años más agitados del régimen de Pinochet, marcados por las revueltas populares. Sabemos también –o al menos, deberían saberlo aquellos que conocen un poco de la historia del cine nacional– que esta fecha ha sido secuestrada por la industria del entretenimiento local, que celebrará en diciembre de este año su propio Día del Cine Chileno para lograr sacar los máximos réditos de estos "festejos". De este modo, es indudable la intención reparadora de 29 de noviembre, que busca restaurar el significado original de esta fecha crucial para el cine chileno. Dicha motivación se hace evidente, sobre todo, a través del recurso desplegado alrededor de las numerosas fotografías de Müller y Bueno recolectadas por los directores; las vemos en un momento recortadas en dos, repartidas sobre una mesa, escindidas, para ser, al final del documental, cosidas a su unidad original con lana roja por diversas manos, en un esfuerzo colaborativo.
El documental, rico en testimonios, se va configurando a través de las voces de familiares, de amigos y colaboradores cercanos a la pareja -entre ellos Silvio Caiozzi, Perelman, Vázquez y “Pepe” de la Vega- quienes recuerdan con cariño y admiración al “Flaco” Müller y a la “Carmencha” Bueno (muchas veces los entrevistados aparecen hablando en penumbras, lo que parece obedecer a cierta motivación estética, pero que no funciona). Los recuerdan con admiración, porque ambos, a pesar de su juventud (tenían 27 y 25 años, respectivamente, cuando desaparecieron), sobresalían en sus oficios como trabajadores del cine: Müller como extraordinario camarógrafo y Bueno, principalmente, como talentosa actriz. A pesar de la textura afectiva de los testimonios entregados por sus compañeros, y de los vívidos detalles que rodearon la producción de A la sombra del sol rescatados por el documental, nunca logramos conocer del todo a Müller ni a Bueno.
Por una parte, el aporte de ambos al desarrollo del cine chileno queda apenas esbozado. El papel de Müller queda limitado a su rol como camarógrafo en dicha película, y no existen mayores referencias a las numerosas producciones en las que participó. Cotizado técnico de la época, había trabajado anteriormente con Raúl Ruiz, Angelina Vázquez y Patricio Guzmán. De hecho, fue como miembro del equipo de La batalla de Chile que hizo el inolvidable plano secuencia del trabajador y su carreta, imagen que condensa con fuerza inusitada, al mismo tiempo la velocidad y la fragilidad de las transformaciones sociales llevadas a cabo en la Unidad Popular. La actriz, en tanto, es reducida a una Carmen ensangrentada, tal como aparece en una de las escenas finales de La tierra prometida de Miguel Littin, toma que se repite una y otra vez en el documental. Una imagen horriblemente premonitoria y, por lo mismo, cruel.
Por otro lado, la historia de estos dos jóvenes realizadores y militantes –es decir, la historia del porqué es esencial recordarlos cada 29 de noviembre– queda trunca. Nunca sabemos muy bien cuál es el papel que cumplieron en la revolución, cuando el cine y la militancia iban de la mano, como recuerda Perelman al principio del documental; desconocemos, especialmente, lo que hicieron en la resistencia durante los meses oscuros y violentos que siguieron al golpe de estado. Hay, entonces, una enorme –y peligrosa– omisión. Porque ¿cómo entender el compromiso político de ambos jóvenes, si el documental suprime la militancia de ambos en el MIR? ¿Dónde está, por ejemplo, la historia del Frente de Trabajadores Revolucionarios del Cine (el frente de masas del MIR), donde Müller participaba junto a muchos otros? El partido, por lo demás, queda reducido a la típica fotografía de su líder, Miguel Enríquez, en blanco y negro, apenas distinguible dentro de un panel inmenso de fotografías de ambos en diversas etapas de sus vidas.
La relevancia de recordar a Jorge Müller y Carmen Bueno, tanto para la historia del cine chileno como para la historia reciente de nuestro país, queda apenas delineada en 29 de noviembre, porque ambos son reducidos a su condición de víctimas de la dictadura. Reducidos a una Carmen teñida de rojo; al encierro de una celda dentro de Villa Grimaldi, como nos muestra una escena de recreación que pretende –infructuosamente– transmitir el terror que, sin duda, deben haber vivido aquellos últimos días. No, ya no basta con conmemorar. Hay que seguir buscando la imagen justa, que a veces surge, simplemente, de una palabra que la evoca; como aquella que resucita la sonrisa enamorada de la actriz detrás de la claqueta.
Elizabeth Ramírez Soto
Nota comentarista: 5/10
Título: 29 de noviembre. Dirección: Carla Toro y Mauricio Villarroel. Guión: Carla Toro, Mauricio Villarroel. Fotografía: Francisca Cea. Edición: Francisca Cea, Mauricio Villarroel. País: Chile. Año: 2016. Duración: 64 min.