Una mujer fantástica (2): Realismo quimérico

Una mujer fantástica narra la ordalía que enfrenta Marina (Daniela Vega) cuando su conviviente Orlando (Francisco Reyes), un empresario separado, muere súbitamente producto de un accidente vascular. Entramos así en un trozo de la vida de esta mujer, cantante lírica que trabaja como mesera y que ha nacido de sexo masculino.

Vemos la humillación a que la somete la red de instituciones disciplinantes (hospitalaria y forense) con motivo de la muerte de su pareja (quien se golpea camino la clínica, dando pie a sospechas); el hostigamiento y marginación de la adinerada familia "oficial" del difunto; la dificultad de hacer el duelo en medio de los agravios y agresiones; los pequeños espacios de confort y reconocimiento; la lucha por defender su intimidad y dignidad; la tentación de la decadencia. Vemos, en suma, el tiempo decisivo que determina la reconstrucción de su vida.

La película tiende a una austeridad estética elegante, un realismo numinoso de resonancia hitchcockiana, que se rompe con acotadas secuencias alegóricas y episodios alucinatorios. No hay revés de la trama, vuelta de tuerca o giro inesperado. De hecho, esta posibilidad, MacGuffin mediante, es alentada y defraudada explícitamente para subrayar al espectador la voluntad de confrontarlo con el drama concreto que se presenta. La complicidad con la contención y fortaleza de Marina es el núcleo del dispositivo retórico de la cinta. En línea con Gloria, colaboración anterior de Lelio y Maza, se percibe la necesidad política de reivindicar el heroísmo de figuras a quienes la sociedad parece prescribir la soledad como condición normal y que logran sobreponerse a esta crueldad sin perder humanidad ni ceder a la locura o a la degradación.

Se nos informa, a modo de establishment shot, del amor y el erotismo de la relación entre Marina y Orlando. Las alucinaciones posteriores de Marina refuerzan, con efectividad, la intensidad de la presencia de Orlando en su vida. Sabemos también que Orlando abandona a su casa, dejando a su mujer (Aline Kuppenheim) y su pequeña hija, por Marina. No hay tiempo, sin embargo, para ahondar en la relación. Quizás desafío al morbo del espectador, parte de una pedagogía de la diversidad y una confrontación al biologismo que tendría su síntesis en la escena en que Marina desnuda contempla su rostro en un pequeño espejo que cubre sus partes (¿posible cita trans de la Venus de Velásquez?). Si estos personajes comparecen, lo harían en la escena de furia "viril" de Marina, encaramada al automóvil de los familiares de Orlando para exigir la devolución de su perro. El foco está dirigido en la construcción de la humanidad de la protagonista como personaje que interpela universalmente en sus derivas y contradicciones: “una quimera” como la llama la exmujer, criatura fantástica con cuerpo de cabra, la cola serpiente o dragón y cabeza de león, que vomita fuego por la boca y el trasero.

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A pesar de sus méritos, el film genera cierta inquietud desde una óptica crítica. Ciertamente, la película solidariza con Marina. El carisma y la intensidad de la premiada actriz aportan de modo decisivo a generar empatía. No obstante, la película asegura su posición presentando un clivaje de mundos sociales y morales que admite escasos reversos y complejidades. Los personajes tienden a encarnar arquetipos ilustrativos. Sí, eso tiene su dosis de verdad (en una dinámica de violencia los seres tienden a volverse unidimensionales) y sí, es necesario hacer justicia. Pero se aprecia un desgaste en crudos cálculos empíricos para sostener un régimen de representación: caras, looks, locaciones y hablas pretenden reconstruir contornos reconocibles para un espectador ‘normal’. Mucha sutileza del film descansa sobre este realismo, levemente opresivo, que sólo permite suspensiones a costa del minimalismo del significado. A nivel de la forma se respetan, en última instancia, principios de familiaridad y normalidad criticados en la cinta. La interesante apuesta de una ficción "anticlimática" no alcanza por tanto el punto de volverse contra sí misma ni exponerse a paradojas.

Pablo Solari

Nota comentarista: 7/10

Título original: Una mujer fantástica. Dirección : Sebastián Lelio. Guión: Sebastián Lelio. Fotografía: Benjamín Echazarreta. Montaje: Soledad Salfate. Música: Matthew Herbert. Reparto: Daniela Vega, Francisco Reyes, Luis Gnecco, Aline Küppenheim, Nicolás Saavedra, Amparo Noguera, Antonia Zegers. País: Chile. Año: 2017. Duración: 104 minutos.