Los Reyes (3): La parte por el todo

Por otro lado, quizás tampoco sepamos por qué Chola lanza esa pelota hacia las profundidades del bowl de skate o por qué Fútbol se empeña en recoger con su boca una cajetilla de cigarros abandonada. Tampoco sabemos qué sienten ambos perros al convivir diariamente con estos skaters que consideran ese parque un hogar. Pero la película nos lleva a sentir que perros y humanos se acompañan, que están del mismo lado, que al caer la noche, ambos son niños en busca de compañía y afecto. Una imagen puesta al lado de otra puede ser un gesto político, dota de sentido a dos objetos independientes, ficcionaliza una realidad y la transforma en algo nuevo, fresco, como recién nacido.

Al leer la frase “Una historia que no viene de lo humano”, escrita en el póster distribuido en Chile para el estreno de Los Reyes, la nueva película de Bettina Perut e Iván Osnovikoff, el tema de este texto apareció enseguida, como una brisa de inspiración momentánea. Hay veces en que la crítica de cine puede ocuparse de un tema en específico, un pedazo de fotograma, un fragmento argumental o formal que logra la hazaña de englobar algo tan grande como una película con una pequeña idea. La parte por el todo, o el todo gracias a una parte.

Los Reyes en una película de no ficción, en la teoría, porque los cineastas posaron su objetivo y se dedicaron a observar a un grupo de skaters, jóvenes santiaguinos que utilizan el llamado parque de Los Reyes como un patio trasero, un pulmón en medio de la urbe, un espacio de contención que los acoge e invita con sus instalaciones deportivas, bowls de skate donde patinan con fuerza, se dejan caer, sienten ese viento vigorizante que tal vez en sus casas está ausente. Pero para las imágenes de esta película, los skaters se quedan fuera de campo. Tal vez no fuera, sus manos están -ya volveremos a sus manos-, pero sus rostros no, al igual que para nuestra sociedad esos jóvenes quedan en la penumbra, ahí en el fondo donde no se ven y sus voces se pierden en el paisaje auditivo de una ciudad que no escucha. Los perros, Chola y Fútbol, la cara visible de esta película, son monarcas de este parque y sujeto de absoluta atención de parte de los cineastas: de alguna forma, esta dupla con sus juegos, respiraciones entrecortadas y siestas recurrentes acaparan gran parte de la atención de la cámara.

En la película de 1966 de Robert Bresson, Al azar de Balthasar, hay una escena muy famosa que apareció con esa inspiración momentánea al leer el póster de Los Reyes. El burro Balthazar es llevado al establo de un circo, donde intercambia miradas con un tigre, un oso, un mono y un elefante. ¿Qué siente Balthazar al enfrentarse a estos desconocidos que lo miran desde detrás de los barrotes de sus jaulas? ¿Tal vez miedo o compasión? Quizás nunca lo sepamos, pero la película nos lleva hacia un punto en el que esa escena enfrenta a Balthazar con sus iguales, condenados a la esclavitud. No olvidar, eso sí, que las miradas ocurren gracias a un elemento cinematográfico llamado montaje.

Por otro lado, quizás tampoco sepamos por qué Chola lanza esa pelota hacia las profundidades del bowl de skate o por qué Fútbol se empeña en recoger con su boca una cajetilla de cigarros abandonada. Tampoco sabemos qué sienten ambos perros al convivir diariamente con estos skaters que consideran ese parque un hogar. Pero la película nos lleva a sentir que perros y humanos se acompañan, que están del mismo lado, que al caer la noche, ambos son niños en busca de compañía y afecto. Una imagen puesta al lado de otra puede ser un gesto político, dota de sentido a dos objetos independientes, ficcionaliza una realidad y la transforma en algo nuevo, fresco, como recién nacido.

Uno de los motivos recurrentes del cine de Bresson son las imágenes que encuadran sólo las manos de sus personajes. Manos que roban, que acarician, manos que hacen maldades como prenderle fuego a la cola de un burro. Esas mismas manos aparecen en Los Reyes, son las manos de jóvenes skaters la parte elegida por los cineastas para mostrar ese todo que son estos personajes anónimos, figuras que representan algo mucho más grande que solo a ellos mismos. El montaje cinematográfico es un acto de elección, de seleccionar muchos fragmentos para formar un todo. Si las intenciones de Fútbol y Chola quedan en anonimato, sus emociones, en cambio, van llegando a medida que la película avanza, conforme estas imágenes se encadenan creando con su unión un significado y, así, una historia que “no viene de lo humano” transparenta que el cine, muestre lo que muestre -perros, skaters, la ciudad-, se configura como imágenes elegidas, ordenadas y montadas por alguien, en este caso, una dupla de humanos.

 

Dirección y Montaje: Bettina Perut, Iván Osnovikoff. Producción Ejecutiva: Maite Alberdi, Dirk Manthey. Fotografía y Cámara: Pablo Valdés. Fotografía Adicional: Adolfo Mesías. Sonido Directo: Iván Osnovikoff. Producción General: Maite Alberdi, Bettina Perut, Iván Osnovikoff. Post-Producción Imagen: Kiné Imágenes. Colorización: Daniel Dávila. Efectos Visuales: Jaime Gándara. Post-Producción Sonido: Sonamos. Mezcla: Roberto Espinoza. Diseño Sonoro: Jannis Grossmann. Fondos: Ministerio de las Culturas, IDFA Bertha Fund, CORFO, Tribeca Film Institute. Empresas Productoras: Perut + Osnovikoff, Dirk Manthey Film. Distribución Internacional: Cat&Docs. Año: 2018. País: Chile, Alemania. Duración: 75 min.