La última frontera: Triángulo obsesivo

La película de Andrés Opaso y Fernanda Abarca, recientemente estrenada en formato digital, no es la primera ficción ambientada en la dictadura chilena, pero sí se trata de una ficción que se presenta ajena al peso testimonial para abordar esto desde el género del thriller psicológico. Con menos densidad histórica, si se quiere, pero con mayor desenfado visual al momento de abordar el universo de sus personajes.

En plena dictadura chilena, Carmen, exmilitante comunista que ha sido torturada, empieza a trabajar para la CNI como agente encubierta. En ese marco es que se infiltra a una productora audiovisual para desentrañar una organización de resistencia clandestina, que planifica la huida de un líder político. Por su parte, Carmen desarrolla un vínculo ambiguo con Francisco, agente de la CNI que la vigila y a la vez abusa sexualmente de ella, teniendo una suerte de relación que obliga a Carmen a su obediencia y dependencia.

La película de Andrés Opaso y Fernanda Abarca, recientemente estrenada en formato digital, no es la primera ficción ambientada en la dictadura chilena, pero sí se trata de una ficción que se presenta ajena al peso testimonial para abordar esto desde el género del thriller psicológico. Con menos densidad histórica, si se quiere, pero con mayor desenfado visual al momento de abordar el universo de sus personajes, La última frontera, va ganando ritmo hacia la segunda mitad de la narración, cuando empiezan a perfilarse mejor los conflictos.

Por un lado, un triángulo obsesivo. El agente CNI obsesionado con Carmen, la protege y a la vez la manipula, con el terror de la tortura de fondo. Esta historia se va conociendo a retazos durante el transcurso de la película. Carmen, quien se enamora de Gastón, una válvula de escape que le recuerda su propio compromiso en el pasado y una forma de huir de esa situación con el pasaporte argentino conseguido por el CNI. Así, ambos planean una fuga. Por otro lado, la culpa que aqueja a Carmen, la que se gatilla a partir de que varios personajes empiezan a reconocerla, y el pasado que la asedia, evidenciado en flashbacks constantes. Desde aquí el desenlace se acelera, lo que termina en una final trágico.

La última frontera parece algo sacudida de películas como Amnesia (Gonzalo Justinano, 1994) y se acerca al mundo de la dictadura precisamente desde un universo ficcional. Más que representar de forma realista la época, inserta a sus personajes en un ambiente claustrófobico ambientado en los ochenta. Tiene en su contra algunos errores de guion (continuidad, coherencia, ritmo inicial), a la vez que cuenta con una actuación protagónica algo esquemática.

Ausente la gran “alegoría histórica”, el carácter de tragedia individual pierde un potencial dramático cuyo personaje central podría haber ganado en profundidad, pues ¿qué es finalmente un delator? ¿Qué significa tener una identidad falsa? ¿De qué modo esta figura habla del período?¿Cuál es el trasfondo real del triángulo obsesivo? ¿Cuál es, finalmente, “la última frontera”? Son preguntas que me rondan al cierre, que me habría gustado que el filme me planteara de forma más profunda.

 

La última frontera. Dirección: Andrés Opaso y Fernanda Abarca. Guion: Iñaki Goldaracena, Claudio Soto. Fotografía: Matías Torres. Casa productora: Universidad del Desarrollo. Producción: Martín Cabello. Montaje: Claudio Soto. Música: Renato Hidalgo. Reparto: Francisca Walker, Mario Horton, Daniel Candia, Camilo Carmona, Juan Pablo Larenas, Francisco Ossa, Laura de la Maza, Adams Pino, Esteban Carvajal. País: Chile. Año: 2019. Duración: 76 min.