Balance 2017 (2): Festivales. El nacimiento de un nuevo modelo de distribución

Es curiosa la relación del espectador cinéfilo con los festivales, sobre todo en un país como el nuestro, donde (particularmente a lo largo de este 2017) se han establecido como una nueva y real alternativa a la cartelera comercial que pareciera sobreponerse ante el espectador como un tótem inamovible. Estos espacios, que superan los 170 según una investigación reciente, tienen diferentes públicos, ambiciones y entendimientos sobre lo que debiera ser el cine, así como su experiencia y comunidad con el espectador. Mientras que para algunos el cine es un bien de consumo de lujo, donde ir al festival es un acto de patrocinio o casi muestra de cultura al ir a ver “lo que no se verá en salas”, para otros se trata de acercar las cintas al público, muchas veces incluso repitiendo filmes que ya se han dado en festivales de otras zonas, formando así una suerte de circuito, donde las películas más interesantes y a la vez más invisibles, puedan llegar a tener su público (fue el caso de Did You Wonder Who Fired the Gun? que se dio en tres festivales locales, algo casi imposible hace tres o cuatro años, considerando lo nicho del filme en sí).

Personalmente, yo no veo un problema con la cantidad de festivales. Muchos consideraron que eran demasiados, mientras que yo bromeaba diciendo que ojalá fueran el doble. Pero es cierto, la cantidad de festivales no nos indica que la calidad de programación de los mismos sea uniforme, y que pese a tener una buena cantidad de festivales que traen a nuestro país las mejores películas que se están dando en Latinoamérica y el mundo, aún hay espacios que se pueden llenar, aún hay nichos que no se han cubierto y, sobre todo, hay películas que cada año se pierden en el miasma de los fee y los favores programáticos. Por poner un solo ejemplo, ningún festival se encargó de la película póstuma de Kiarostami, 24 frames, por dar sólo un nombre de autor grande que no pasó por acá. Pero vamos a un repaso de lo que sí pasó.

Durante el verano se suceden algunos festivales que hacen pensar el cine como un hashtag de instagram más, una selfie contra la pantalla gigante al aire libre, rodeado de carritos de comida y de gente mostrando la ropa que se compraron para año nuevo o les regalaron de navidad, gente con lentes de sol y prestando cero atención a las películas mientras conversa a alto volumen, una experiencia de estatus, con entradas carísimas y películas insulsas que eventualmente llegarán a las salas comerciales, en fin, un preestreno abierto al público, pero no a cualquier público. Diferente es lo que ocurre con el Festival de la Cineteca Nacional y el del Cine UC, los cuales no sólo cuentan con pre-estrenos importantes y muestras interesantes (en el de Cine UC se pudo ver Sieranevada, Yourself & Yours y Daguerreotype, mientras que en el de la Cineteca se pudieron ver estrenos de cine chileno), sino que también se arrojan la tarea de elegir lo mejor y más importante de lo estrenado el año pasado, lo cual también le da a algunos espectadores la posibilidad de disfrutar (o volver a experimentar) en pantalla grande las mejores películas del año pasado.

Avanzando, tenemos el Festival de Cine de Iquique que contó con películas latinoamericanas notables como Alba, Icaros: A Vision y Wi:k. Camino similar tomó FemCine con la muestra de El futuro perfecto, Ausma y la chilena Tierra Yerma, además de su película de clausura, Certain Women, que no tuvo estreno comercial posterior en salas pese a su abultado elenco. El Festival Internacional de Cortometrajes de Talca poco a poco va tomando más renombre por ser uno de los pocos que se atreve a programar cine asiático, en este caso chino, con la inclusión de Aerotropolis y The Family, así como unas precisas retrospectivas a cine relacionado con los Beatles, así como una función por el 40 aniversario de la clásica Suspiria.

Mención aparte merece Chilemonos, festival que se encarga exclusivamente de un modelo de producción, siendo uno de los pocos festivales específicos que se realizan en Chile, y aunque en años anteriores ha tenido una programación más interesante y su foco se ha ido moviendo lentamente hacia temas de industria, aún logra tener películas de interés como The Red Turtle, co-producida por el estudio Ghibli. Aunque aún pequeño, el festival AMOR, de temático LGBTQ, también dio nuevas oportunidades a espectadores de revisar cintas ya estrenadas en festivales previos como Las lindas y La noche, así como películas destacadas del año anterior como Below Her Mouth, dando pauta a la hora de establecer nichos claros para ciertas cintas.

The-day-after

Llegamos así a uno de los primeros “tanques” del año, Sanfic, el cual tuvo un impresionante aumento de calidad que me provocó tal vez las primeras oportunidades, a nivel personal, de disfrute del festival. Eso gracias a una competencia bastante interesante con cintas como Autumn, Autumn, No intenso agora, Makala y Robar a Rodin, mientras que en sus funciones de gala se podían contar algunas de las mejores películas del año, como fue el caso de The Day After, The Beguiled, Good Time, The Salesman, The Square y The Other Side of Hope. El problema de este festival sigue siendo el resto de la programación, la cual adolece de falta absoluta de interés o de alguna suerte de régimen programático que dé cuenta de las intenciones que tiene más allá de dar ciertas ínfulas de seriedad, las cuales lamentablemente no alcanzan a las cintas que tienen aseguradas su público. Hubo una mejora en cuanto al interés del festival por programar algunas funciones en 35mm relacionadas con la obra de uno de los invitados, pero no mucho como para establecer un discurso claro.

Sobre FicViña se podría decir mucho o poco, depende desde dónde se mire, pero su falta de presupuesto merma las posibilidades que puede de tener, en verdad, de lo mejor del cine latinoamericano del año. Sin embargo, su sección de retrospectivas y reposiciones es de las más potentes de todos los festivales, este año con ciclos relacionados a Luiz Rosemberg Filho, así como a las mejores cintas chilenas mostradas en el festival a lo largo de toda su historia, pudiendo verse cintas de Cristián Sánchez, Raúl Ruiz, Pedro Chaskel y Héctor Ríos.

baronesa

El Festival de Cine de Valdivia sigue siendo el mejor de Chile, es el otro “tanque” que aparece en Octubre, un mes donde los festivales empiezan a proliferar. Además del estreno nacional de La Telenovela Errante, el festival contó con una fuertísima competencia internacional con cintas como Cocote, Milla, Baronesa, Rey y A Fábrica de Nada. Invitados de categoría internacional como Sion Sono y Deborah Stratman se llevaron muchos de los aplausos y demostraron, no sólo a nivel nacional sino también latinoamericano e internacional, que Valdivia es uno de los mejores programados del continente. Acá no se dieron una, sino las tres películas que Hong Sang-Soo estrenó el 2017, además de Un beau soleil intèrieur, L’amant d’un jour, Western y Zama. Eso sin dejar de lado su trabajo con el cine político y experimental, así como los homenajes a cinestas como Alice Guy y Maya Deren, pasando por géneros como el giallo y el wuxia. Este año Valdivia tuvo de todo.

Caniba

El último festival tanque del año es Fidocs, el cual tuvo un interesante giro acompañado por un cambio de equipo de programación, expandiendo categorías y concepciones de lo que se entiende como cine documental. Películas que luchaban con los límites y el híbrido mismo como Arabia, La vendedora de fósforos, Caniba y The Challenge formaron parte de la flamante competencia internacional. Por otro lado, Mrs. Fang, Soldado, Ex Libris y Rat Film, algunos de los documentales más hablados a nivel mundial, formaron parte de las cintas fuera de competencia. Tal vez a Fidocs le hace falta creerse el cuento, el poder manifestar que las cintas que muestra están entre lo más importante, que el documental encuentra su lugar ahí y no en otro festival. Por eso resulta penoso que AntofaDocs ocurra en fechas tan similares, contando con una programación similar, que ayuda a la idea de distribución paralela, pero que evita que los dos festivales puedan potenciarse entre sí, entrando de alguna manera en una competencia no declarada.

La sorpresa fue, para muchos del ámbito, la primera edición de FronteraSur, que podría rápidamente transformarse en uno de los festivales esenciales del año en el periplo nacional. Partiendo por la función inaugural con El mar la mar, así como con muestras de cintas que dieron vueltas en festivales internacionales pero que no se vieron hasta este festival, como People Power Bombshell, Martirio, Meu corpo e político, Homo Sapiens y Sleep Has Her House. Con el tiempo logrará establecerse, pero ya su primera edición con homenajes a Chantal Akerman, Gustavo Fontán y José Luis Torres Leiva tiene de más para asegurarse un lugar en 2018. Son festivales como este, conscientes de su tamaño, pero a la vez claros en lo que piensan del cine, los que más hacen falta hoy en nuestro territorio.