Mi amigo Alexis (2): Sueños de niñez

Mi amigo Alexis es una película cálida, casi tanto como el sol que cubre a Tocopilla, ciudad de origen de Alexis Sánchez, futbolista que es un héroe y una estrella a nivel nacional e internacional para muchas personas, sobre todo para el público al que va dirigido, siendo un largometraje eminentemente familiar e infantil que está por sobre el promedio de otras cintas de su segmento.

Es un caso muy particular encontrar un film chileno de estas características, las cuales están ligadas tanto al cine de género como a la publicidad. Con una pomposa campaña de marketing la película llegó de manera masiva a las salas locales, posicionándose como un éxito de taquilla gracias a la gestión de la premiada productora Fabula, propiedad de los afamados hermanos Pablo y Juan de Dios Larraín. Esta compañía ha sido responsable de éxitos como NO (Pablo Larraín, 2012), El Club (Pablo Larraín, 2015) o Una mujer fantástica (Sebastián Lelio, 2017).

A pesar de los prejuicios típicos que habitan tanto dentro del medio cinematográfico como el público local sobre un producto de estas características, se trata de una película convencional, pero muy digna y llamativa, que es capaz de emocionar tanto a académicos como espectadores ocasionales del cine chileno. El lenguaje cinematográfico y las posibilidades audiovisuales acá están completamente comprometidas con el argumento, es un film argumental, de estilo genérico que juega con otros elementos, como el tono dramático, las aventuras y sus senderos inverosímiles.

La iniciativa para emprender un proyecto de esta magnitud nació del propio jugador, lo que demuestra un interés que es paradójico en su medio, no son muchos los casos a nivel mundial de futbolistas y deportistas que impulsen o tengan inquietudes por el cine de manera directa. En el aspecto técnico, hay que destacar que la dirección está  a cargo de Alejandro Fernández Almendras, uno de los directores chilenos más destacados del panorama actual, autor de películas como Huacho, Matar a un hombre y Aquí no ha pasado nada.

La historia es un cuento de hadas que puede resultar dolorosamente familiar ya que narra una realidad universal, algo que juega enormemente a su favor debido a que permite la identificación del público con la de los personajes y que logra construir un ritmo dinámico en donde se alterna la comedia y el drama, con notas emotivas que generan capas de realidad lo suficientemente profundas que funcionan como espejo de la idiosincrasia chilena.

Si bien el foco publicitario está puesto sobre el delantero del Manchester United y bicampeón de América con la selección chilena, la trama está centrada en la historia de un niño llamado Tito Rojas (Luciano González), quien es feliz jugando fútbol y proviene de una familia de escasos recursos. Sus mayores problemas giran alrededor de las proyecciones que construye su estricto padre llamado Héctor (Daniel Muñoz).

Es notable mencionar la repetición entre el nombre del padre y el hijo, ya que esto presupone un contrato inconsciente que limita y condiciona la vida del sucesor de su antepasado. Si bien Héctor encarna una figura autoritaria, lo que esconde es un universo de frustraciones, ya que su propio deseo era ser futbolista profesional.

Un profesor de filosofía me enseño que la prepotencia está completamente amueblada de debilidades, esto podría explicar la conducta del padre de Tito, quien convive entre un claroscuro constante, conviviendo en un tránsito entre sus manifestaciones de amor y odio, en donde es capaz de entrenar a su hijo como futbolista o ayudar a la madre, la cual trabaja vendiendo ropa en la feria, dos actos de bondad que sin embargo no evitan que en la misma persona aparezcan las miserias proletarias de un hombre guiado por bajas pasiones, en donde es posible hallar las trizaduras de la clase trabajadora de pocos ingresos económicos por culpa de una arquitectura social perversa.

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Héctor es una personaje que habita abundantemente en sectores marginales del paisaje chileno, es el reflejo de la marginación social que lidia entre la esperanza y la frustración al no poder concretar sus metas. Sin mayores herramientas que su fuerza nerviosa y muscular, debe ingeniárselas para competir con sus pares en una sociedad llena de desigualdades que puede ser muy cruel, lo que se simboliza en su cesantía laboral y alcoholismo. Sus sombras irrumpen con prepotencia al intentar dominar los destinos de su hijo a través de un control férreo y disciplinario, lo que desmotiva a su hijo en la consecución del plan de ingresar a un club, ya que en él como en muchos niños existe la interrogante normal de su edad sobre sus intereses, existiendo una incomodidad angustiante en la relación paterno-filial. El niño disfruta en el ocio, pero el negocio del fútbol representa su negación, cuestión que resulta incomprensible para su padre. Así mismo Tito manifiesta en diferentes ocasiones sus intenciones de estudiar, ya que es considerado un buen estudiante.

Si hay un elemento a destacar que brilla por fuerza propia, son las actuaciones de Daniel Muñoz y Luciano González, el primero siendo uno de los actores más importantes de esta franja larga y angosta, ya que es capaz de representar a personajes cómicos como 'El Malo' en el Festival de Viña o ser un esforzado trabajador como 'Juan Herrera' en la serie Los 80. Muñoz cumple la función de mantener la tensión dramática de las escenas en donde interviene, lo que en su conjunto edifica una sólida armonía. Por su parte, Luciano es un niño que aporta frescura y carisma a la cinta, lo que complementa el rol de Muñoz.

La familia de Héctor es completada por su hija mayor Gloria (Ignacia Uribe), quien lucha porque su padre le permita ser arquera de fútbol y por la madre, Adriana Méndez (Manuela Oyarzún), mujer que intenta poner equilibrio en la familia y frenar los arrebatos del padre. Uno de los signos de la decadencia de la familia tradicional se establece en las críticas paternas a la hija, cargadas de un profundo machismo social, lo que produce un distanciamiento entre una generación acostumbrada a perpetuar las malas costumbres de  un viejo Chile construido sobre la discriminación, y otra generación que ha adquirido una mayor consciencia social sobre sus derechos y deberes a nivel global.

Todo lo anterior no haría justicia si no se menciona la interpretación de Marco Baeza, quién llena con encanto la pantalla, retratando a un pequeño Alexis, donde a través de flashbacks o vueltas al pasado, accedemos a la dura infancia del astro nacional en las polvorientas calles del norte chileno. El parecido de Marco con Alexis es sencillamente notable, lo que favorece el realismo de la recreación del universo del futbolista, el cual está contrastado entre la minería industrial y la pobreza.

Entre Alexis y Tito hay muchas similitudes, es en ese contexto que Alexis sirve de guía, Tito como hincha de Alexis se dirige hasta el complejo Juan Pinto Durán, hogar de la selección chilena, con el objetivo de conocer a sus ídolos. Es así como conoce a Alexis, quien lo ayudará en su proceso de convertirse en futbolista profesional. Esto se verá intensificado por la presión del padre de Tito contra Alexis para lograr su meta. Un aspecto notorio es la música, la que genera diversos microclimas, a destacar La Banda Conmoción en los parajes nortinos o la música de Los Jaivas, logrando un toque emotivo.

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Alexis Sánchez actúa con más ganas que aptitudes, pero se nota el esfuerzo por lograr una tarea difícil, interpretarse a sí mismo supone la aceptación de su imagen, sus rictus, sus gestos y dificultades. Eso implica no barnizar su propia figura, para así dar con un mayor naturalismo. A pesar de ciertos lunares moralistas, Mi amigo Alexis es una película de encuentros y desencuentros que podría equipararse a Rocky, como una buena historia de superación personal que propone esperanza al ciudadano de a pie que vive falto de alegrías, esa misma que Alexis logró llevar a muchos hogares cuando golpeó el balón con sutileza para gritar gol y con ello, convertirse en campeón de la Copa América el año 2015.

Las alegrías sanas del pueblo como el fútbol no deberían ser cuestionadas, todo lo que está vinculado con el negocio, la desigualdad o la corrupción no debieran manchar la alegría que otorga un juego devenido en competencia. Los males que habitan en el fútbol es posible hallarlos en todas las disciplinas que han sido cooptadas por la Industria Cultural. Odiar el fútbol no convierte a nadie en intelectual, ni lo contrario tampoco, si hay un emblema que supo combinar el intelecto y la pasión es Pasolini, cineasta comprometido con el marxismo y amante del fútbol.

Concluyendo, según Walter Benjamin, el aura de las cosas se diluyó en la época de la reproducción técnica. Se acabaron los mitos y leyendas. Pero a veces, un héroe, al igual que Prometeo, surge para recordarnos nuestro estatuto perdido, mitad bestias, mitad dioses. Eso es lo que hacía Marcelo Salas. Eso es lo que hace Alexis Sánchez y en fin último, la película.

 

Nota: 6/10.

Título original: Mi amigo Alexis. Dirección: Alejandro Fernández Almendras. Guion: Josefina Fernández. Casa productora: Fábula. Producción ejecutiva: Mariane Hartard, Rocío Jadue. Producción: Diego Vergara, Enrique González Ledesma, Juan de Dios Larraín, Pablo Larraín. Producción general: Eduardo Castro. Fotografía. Brian Welsh. Montaje: Javier Estévez. Reparto: Iván Alvarez de Araya, Nathalia Acevedo, Marco Baeza, Gustavo Becerra, Lorna Campos, Daniel Candia, Camilo Carmona, Otilio Castro, Luciano González, Agustín Moya, Juan Pablo Miranda, Daniel Muñoz, Lukas Ortiz, Manuela Oyarzún, Aldo Parodi, Eduardo Paxeco, Darío Salazar, Alexis Sánchez, Alejandro Trejo, Ignacia Uribe, Alejandra Yáñez. País: Chile. Año: 2019. Duración: 100 min.