La casa (1): Humanos fantasmales

La casa tal vez podría haber jugado en una liga mayor, con un riesgo también mucho mayor se entiende, si lo que respecta al tiempo lento que observamos no estuviera acompañado de una progresión esquemática de testimonios que van desde lo sociológico con los tipos de vecinos y cuidadores, luego el estallido social, la pandemia, la sensación de inseguridad asociada a la delincuencia, el nihilismo de un país que no se encuentra a sí mismo como lo había pensado en el proceso constituyente, y finalmente el fracaso de este.

Lo primero que viene a la cabeza con La casa es la diferencia del tiempo existencial, el tiempo acelerado de las hormigas vistas a nivel micro, y muy lento al solo observar el árbol o el muro de una cocina vacía por donde marchan en fila. El tiempo de los ladridos de las mascotas, esos dos perros que parecen casi dueños del lugar al estar la casa temporalmente vacía de sus dos habitantes, la pareja de documentalistas que dirige este proyecto: Bettina Perut e Iván Osnovikoff. El tiempo cristalizado de los objetos inermes en las salas, el tiempo general del medioambiente y paisaje detenido de esta casa de condominio elegante de Chicureo, la presencia muda de los empleados: un tipo que hace mantención de la piscina, un par de albañiles que aprovechan para hacer un trabajo en los muros del patio, etc. Todo ese tiempo versus el otro, el tiempo de las vidas humanas, de los sinsabores, las pequeñas certezas, los estereotipos y los juicios llevados por el miedo, el dolor, el deseo o la simple costumbre, el aburrimiento, la sensación de cosas que no pueden atraparse en las manos ni comprenderse del todo.

¿Cómo funcionan en pantalla esos dos órdenes del mundo tan diversos, tan juntos y a la vez a tantos años luz de distancia? A través de planos fijos compuestos en encuadres cuidadísimos que siempre dan la sensación de ser los correctos, aunque todo en esa casa parece estar dispuesto en el lugar indicado y correcto, mientras de fondo —solo interrumpido por lapsos contemplativos— se mantiene el registro de la actividad humana a través de los años por medio de audios que reproducen las voces en off de diversos sujetos asociados a la pareja de dueños de casa, y que en conjunto dan cuenta de realidades sociales y sucesos históricos del pasado reciente de Chile. 

La casa aspira o, mejor dicho, necesita imperiosamente de la abstracción para poder relacionar de algún modo ambas líneas de interés. Si la naturaleza de esa relación pudiera ser espiritual, intelectual, queda a criterio muy abierto. Tanto que es uno de los problemas de La casa, como lo es lo esquemático de la propuesta de tensión entre esas dos líneas, y en particular en lo que respecta al registro auditivo de los testimonios.

La casa tal vez podría haber jugado en una liga mayor, con un riesgo también mucho mayor se entiende, si lo que respecta al tiempo lento que observamos no estuviera acompañado de una progresión esquemática de testimonios que van desde lo sociológico con los tipos de vecinos y cuidadores, luego el estallido social, la pandemia, la sensación de inseguridad asociada a la delincuencia, el nihilismo de un país que no se encuentra a sí mismo como lo había pensado en el proceso constituyente, y finalmente el fracaso de este. El orden se vuelve tan natural pero a la vez tan predecible como lo son las dinámicas de los insectos, de los robots que limpian, de los perros que le ladran a una iguana o a las sombras. Por un lado, la naturaleza y los objetos parecen obedecer a reglas unívocas de ser, se expresan como lo que son, y punto. Por otro, las voces humanas dan cuenta de constantes conflictos, de no estar donde quisieran, no terminar de acostumbrarse a un mundo que no se los hace nada de fácil.

Aquí entra a tallar la composición de los planos y el montaje. Casi no vemos personas, solo oímos voces grabadas, mensajes con afán explicativo que se alejan de la divagación a la que pueden caer las conversaciones casuales. Son pequeños discursos, o reclamos puntuales, o situaciones embarazosas o dramáticas. Y nos recuerdan que afuera y más allá de esa casa vacía y ese en apariencia parsimonioso condominio, hay un país encendido y a la vez perdido como un náufrago (mezcla muy extraña, surreal). Las voces atrapan nuestra atención, al igual que los planos de la casa, el patio, un verdadero mundo interior, ¿pero de qué? Porque si todo es íntimo y a la vez impersonal, nada es íntimo al final, como la enrarecida mezcla citada: un país náufrago y al mismo tiempo en llamas. Una contradicción que gira como un tornillo desgastado.

La composición de cada plano es elegante, sobria, tal vez demasiado formal para ser considerada “pura”, pero a fin de cuentas muy virtuosa. El ritmo se estira y contrae, no hay apuro, los registros de voces interesan. Lo que ha sucedido afuera durante cuatro años no parece tener mucho sentido, y sólo presenciamos un mundo aparte, escondido, indiferente a ello. Las líneas no se tocan. El problema es que una de ellas continúa sin tener origen ni destino, solo ‘es’ en su singular belleza. La otra, en cambio, obedece a una decisión política que nos muestra un espejo cansado, incluso alienado, de nosotros y nuestro ambiente social, con origen, sucesos y un final: el rechazo al proyecto constituyente. ¿Pero podrá ser ese realmente el punto de inflexión histórico requerido para la abstracción? ¿Podrá aspirar realmente a constituirse como el abismo, generador y gran pregunta sobre qué hacer ahora, antes o cuando sea? 

¿Dónde se encuentran las alturas y caídas de nuestra perplejidad? ¿Son esta elegante casa de condominio y el rechazo de septiembre suficientes para postularse como ejes metafóricos de nuestro superficial absurdo? Algo muy cinematográfico hace que veamos y escuchemos con atención esta película de principio a fin, pero por separado. Algo también impide que las dos líneas se cristalicen en una sola poética.

 

Título original: La casa. Dirección: Bettina Perut, Iván Osnovikoff. Fotografía: Pablo Valdés. Montaje: Bettina Perut, Iván Osnovikoff. Sonido: Iván Osnovikoff. Casa productora: Dirk Manthey Film, Perut + Osnovikoff. País: Alemania, Chile. Año: 2023. Duración: 72 minutos.