Escobar (Andrea di Stefano, 2014)

Antes de comenzar la crítica, me gustaría mencionar un desafortunado hábito que está afectando a no una menor cantidad de películas que llegan a nuestros cines. Para algunos puede tratarse de un detalle molesto pero menor. Sin embargo, si se lo piensa por un momento resulta un problema grande, que puede terminar por destruir por completo el goce de una película. Sin más preámbulos: los títulos, o mejor dicho, la traducción de éstos a nuestro idioma.

No pretendo explayarme en demasía sobre este tema, y el único motivo porque lo menciono en esta crítica es porque afectó de forma negativa la forma en cómo abordé Escobar: Paradise lost (2015, Andrea Di Stefano), la película que reseñaré a continuación. Tengo la costumbre de no buscar mucha información de una película antes de verla. Últimamente, incluso, rehúyo de los trailers porque se han transformado en algo que poco o nada tienen que ver con la película; en esos poco más de dos minutos se nos muestra lo que queremos ver de la película y no lo que verdaderamente es. Permítanme unas últimas palabras para cerrar el tema: Un título no es algo que se deba tomar a la ligera, señores marqueteros.

Ahora a lo que nos compete.

La ópera prima de Andrea Di Stefano narra la historia semi ficticia de Nick (Josh Hucherson), un surfista canadiense que durante su estadía en Colombia se enamora de una de las sobrinas de Pablo Escobar (Benicio del Toro) y que termina por vivir en carne propia toda la locura y violencia del narcotraficante más famoso del mundo. Es, por donde se le mire, una tragedia griega representada en nuestros días. Una historia ya contada si se le da un par de vueltas; una apuesta conservadora en últimos términos.

Quizás para cambiar esto, el director de fotografía de Life of Pi (2012) opta por presentarnos la historia de forma fragmentada, utilizando los recursos narrativos de flashfoward y flashback. Desafortunadamente, esta decisión hace la película comience de manera un tanto confusa para luego, con un poco más de información, llegar a buen puerto. Sin embargo, y pese a que esta decisión rinde tributos en cuanto a ritmo, surge un problema importante, ya que lo que gana en intriga y rapidez, lo pierde en desarrollo de su protagonista. Da la sensación de que Di Stefano tomó esta decisión sin pensar en cómo utilizar estos elementos para el desarrollo del protagonista  y que solo busca que nos quedemos en nuestras butacas para saber cómo el protagonista llega a tal situación. Muchas de las motivaciones de Nick no se explican con la suficiente profundidad, y la relación con su hermano y su esposa apenas se aborda. Elemento que pudo haber mejorado

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Este problema termina en que tengamos dificultades al empatizar con el protagonista y que terminemos por “conectar” con la historia solo a través de situaciones descaradamente efectistas, pero que pasan desapercibidas ya que están en conjunción con el universo presentado.

Por otro lado, esta deficiencia pasa a llevar la correcta decisión de Di Stefano de encapsular la violencia en una historia personal, en ponerle un nombre al receptor de toda la locura de este psicópata. Lo que se traduce en que, además de no conectar con el protagonista, lo consideremos solo como a alguien ingenuo e, incluso, infantil.

Una situación similar ocurre con el personaje de Benicio del Toro, cuya interpretación del capo colombiano es sin duda alguna el punto más alto de la película. Del Toro da en el clavo en cada escena, demostrando a través de miradas, pausas en la forma de hablar y gestos la compleja personalidad de Escobar. Sin embargo, el retrato se siente incompleto; injusto, acaso, con la inspirada interpretación del puertorriqueño. Di Stefano deja pasar una importante oportunidad, ya que solo logra retratar las atrocidades del líder del cartel de Medillín (a través de la violencia y la corrupción), y se queda a medio camino de su esfera más personal. En este sentido, utilizar la figura de Escobar como antagonista parece más bien un hecho fortuito o una forma de economizar en explicaciones (todos conocen la historia de Escobar). Por otro lado, el perfil más humano de Escobar (ese que construyó escuelas y hospitales) solo se revisa superficialmente al principio de la película y vuelve a surgir al final, cuando ya la historia a tomado otro rumbo. En resumen, la figura de Escobar queda retratada de forma tangencial, y uno queda con ganas de querer seguir viendo más, de que del Toro estaba para algo más.

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Lo más curioso de todo es que dentro de su imperfección la película puede llegar a emocionar a más de alguno, tiene momentos bien logrados que la hacen despuntar un poco por sobre la mediocridad. Sin embargo, lo que se destaca de éstos son elementos básicos dentro de las habilidades narrativas que todo director debe tener. Di Stefano maneja el thriller pero no logra ponerlo al servicio de su película y abarcar en profundidad a su personajes. Se queda en nada más que lo básico. Uno sale de la sala con el recuerdo del excelente trabajo de del Toro, pero la historia poco a poco se olvida a medida que te alejas de la sala.