La Mirada de los Comunes (16): Pensar en el borde
El presente texto no hubiera sido posible sin “La mirada de los comunes”, durante su taller de crítica de cine circularon muchas de estas cuestiones, y sobre todo se planteó la postura de pensar abriendo y relacionando, más que cerrando y saturando el saber. Además leyeron y dieron feedback fundamental a este mismo texto. Les agradezco profundamente. Sin embargo lo anterior, todo lo escrito es culpa mía.
En tiempos de pocos estrenos hay que ir a buscar las películas pendientes, ahí me encontré con esta película sueca cuyo título se tradujo al inglés como Border (Ali Abbasi, 2018). Entiendo que el título original -Gräns- hace referencia a frontera, límite, linde, borde.
En estos tiempos de pandemia, en que rápidamente proliferaron teorías y consejos, para la psicoanalista argentina Alexandra Kohan es un “momento para soportar no saber”, esto no significa no pensar, si no lo contrario: no clausurar lo que no se sabe. ¿Cómo pensar lo no sabido, lo que no se conoce, lo des-conocido, lo otro? Esto equivale a estar abierto a la incertidumbre y justamente no cerrar con comprensiones apresuradas o prejuiciosas. Son justamente estas preguntas las que este filme propone, cómo nos relacionamos con la otredad, la cual siempre aparece (o retorna) como amenaza.
Se plantea entonces pensar en el borde, primero porque lo desconocido solo se puede bordear, segundo porque pensar en la frontera permite incluir la Otredad. La propuesta es que esta película muestra precisamente los riesgos de prescindir y rechazar lo otro. Tanto en el plano socio-político como en el psíquico. Se dividirá entonces en distintos bordes, jugando con la polisemia de esta palabra, para pensar cómo la película transita entre ellos.
Borde 1: Entre dos países
El director de esta película es Iraní, nacionalizado danés después de cursar estudios de post grado en dicho país. Además este, su segundo largometraje, es co-producción Sueca. Desde este contexto de la producción ya se puede pensar un primer elemento de borde, de frontera y de tránsito entre países.
La protagonista es una policía llamada Tina. Trabaja fiscalizando una entrada fronteriza Sueca, se podría decir que hace el trabajo del perro anti-drogas. Desde un comienzo vemos que tiene una habilidad especial para detectar contrabandos ilegales, lo que se refleja en el respeto ganado de sus compañeros de trabajo. Rápidamente nos damos cuenta que no solo huele la posible droga u objeto ilegal, si no que es capaz de percibir -principalmente a través del olfato- afectos “negativos”, conductas perversas, sentimientos de culpa y mentiras. Lo cual la hace idónea para su trabajo, y para otros en los que será requerida para aprovechar esta habilidad especial.
Su cuerpo es grueso, en el borde de lo deforme, su ropa no parece acomodarse, lo que genera risas, miradas, la incomodidad propia de lo diferente, de lo otro. A medida que avanza la historia vamos descubriendo de donde viene esta habilidad especial, cuál es su naturaleza. Como espectadores asistimos a este descubrimiento al mismo tiempo en que nuestra protagonista lo va realizando.
Borde 2: Entre el realismo y la fantasía
Como decía, hay ciertas características que llaman la atención de Tina, estas habilidades especiales, la corporalidad mencionada y su conexión con los animales. Sin embargo, hasta bien entrada la película -cuando se hace explícito- no suponemos que hay algo del orden de lo fantástico en el relato. Esto es coherente desde nuestra identificación con la protagonista, debido a la “normalidad” forzada, a la domesticación que ella ha tenido que asumir. Suponemos como espectadores que Tina se mantiene en el orden de lo raro, y es así como también ella se lo ha vivido. La apuesta formal del filme, la cámara en mano, la estética realista nos permite seguir sosteniendo esta creencia, de que no estamos en un film de género fantástico. Pero llega el momento en que nos enteramos, de que se revela la verdad para la protagonista y para nosotros.
No es relevante clasificar la película dentro de un género u otro, si no el explicitar este carácter fronterizo o de borde entre la fantasía y el realismo, lo cual permite que -aunque se introduzcan elementos de género- la película nos afecte como una historia de este mundo, de nuestra cultura. Cultura la cual domestica y suprime las diferencias. Que estaría en línea con lo que plantea Han sobre la sociedad actual, con la “expulsión de lo distinto”, y las consecuencias de esto que serían vivir “en el infierno de lo igual”. En este sentido Tina y su especie funcionan como metáfora de los excluidos y de lo distinto. En una sociedad actual que restringe su potencial al ser este asimilado, adaptado e igualado, solo utilizando su cuerpo y su diferencia para ser usado en beneficio de ese sistema mismo que la oprime. De manera paralela se puede pensar el riesgo que advierte Rancière sobre que el consenso ha sido el modo de estructuración simbólica de la comunidad actual, que evacúa el disenso, lo que para él es el corazón de la política. El riesgo nuevamente es la clausura, el cierre de fronteras, el conmigo o contra mí, los buenos y malos, la lógica del enemigo poderoso e implacable, la lógica totalizante, totalitaria.
Borde 3: Entre el yo y lo Otro
La protagonista conoce a un similar, Vore, y es esta la puerta de entrada para conocer sobre su raza y su verdad. Vore es el otro no domesticado, que no comparte la identidad humana y por lo tanto es una amenaza para ellos. Con él Tina se da cuenta de que ha vivido engañada, vive con un hombre parasitario, un vínculo poco significativo que no le da nada, quizás solo una aparente normalidad doméstica. Sus padres la adoptaron, la criaron, la educaron, reprimiendo su potencial y diferencia que atribuyen a un supuesto trastorno cromosómico. Le ocultan la verdad, la cual al ser revelada y descubierta genera una fuerza y apertura a su otredad que ya no puede ser cerrada.
El viaje de descubrimiento de la protagonista se constituye en el tránsito principal del filme. Es el camino del cambio, de salir de la opresión y de la represión. Alcanzado el punto, este descubrimiento y aceptación parece rápido, porque lo reprimido no está en las profundidades de un inconsciente oculto, si no que está en la superficie. Tina lo viene oliendo desde hace mucho. En fórmula psicoanalítica podríamos decir que la protagonista sabe, pero no sabe que sabe. Entonces la intervención de Vore es magistral, extrañamente sutil, en mostrarle sin decirle, hasta que ya es evidente. Y de ahí ya no hay vuelta atrás. La potencialidad es actualizada, ya no solo hay cierta “conexión” con animales, es parte de ellos y ejerce su jerarquía. Los perros que antes le ladraban, ahora lloran ante su rugido. Las cuerdas vocales se expanden. El hombre parásito ya no tiene cabida y es expulsado. La sexualidad se abre, es por fin explorada y satisfecha. Después de todo esto, se hace difícil pensar en cómo pudo mantenerse siendo Tina, lograr adecuarse a la miseria humana, rutinas de trabajo, tareas domésticas, comer con cubiertos. Los costos de la represión que permite ser civilizada se veían en su cuerpo, apagado, triste. Podríamos pensar que este era el síntoma o la inhibición causada por el rechazo al deseo inconsciente. Parafraseando a Lacan, aquí el inconsciente es el gran Otro, exterior y opaco al sujeto. Al cual hay que abrirse y escuchar para no caer en su supresión y por tanto quedar preso en la lógica del yo, la cual es la lógica de la autonomía, de la independencia, de la identidad (idéntico, igual). “Es la vuelta sobre el sí mismo por el fracaso de los lazos sociales, un lugar imaginario, o tal vez, un no lugar, ya que prescinde de la instancia de Otredad” (Bonoris, El nacimiento del sujeto de lo inconsciente). Prescindir de lo Otro es quedar en lo cerrado sin posibilidad de apertura, es nuevamente el riesgo de lo totalitario.
Análogo a lo que Rancière postula sobre que el disenso es el corazón de la política, para el psicoanálisis el conflicto es el núcleo de la formación subjetiva, pero esto en la lógica actual, como dice Roudinesco en ¿Por qué el psicoanálisis?, se ha sustituido “por la concepción de un individuo depresivo que huye de su inconsciente y que está preocupado por suprimir en él la esencia de cualquier conflicto”. Por lo tanto condenado a vivir, como Tina en un comienzo, en el rendimiento, en la normalización y alienada de su propio deseo.
Borde 4: Entre lo humano y lo animal
Conocidos ya los alcances de su sexualidad y su potencia, viviendo más acorde a su deseo, viene la pregunta sobre lo humano, y la posición ética que Tina tomará frente a ellos. La película podría haber tenido final feliz luego de la liberación de la protagonista: una fábula fantástica donde los problemas se solucionan al abrazar la propia diferencia. Aunque esto sería negar nuevamente el conflicto. No basta con destapar y re-conocer la verdad si no que hay que implicarse y asumir responsabilidad de esa verdad. Lo cual abre una nueva complejidad acorde a lo que se viene postulando, porque Tina podría haberse “cerrado” identitariamente al descubrir sus determinantes simbólicos, “yo soy esto” nuevamente en la lógica del yo. Sin embargo, no se ciega y vuelve a abrirse al conflicto.
Vore -su objeto de deseo y fuente de su liberación- ejerce su fuerza y habilidad para hacer sufrir a los humanos: no solo robando bebés si no dejándolos al servicio de redes de pedofilia. No sabemos si producto del trauma infantil provocado por humanos o por las condiciones propias de su raza. Sin embargo, es una nueva ilusión que se cae para Tina que ahora debe tomar una decisión. Decisión la cual es posicionarse en la frontera entre humanos y no-humanos, saliendo de la lógica binaria de las identidades cerradas. Podríamos decir que Tina se queda transitando en el borde, logrando localizar su particularidad, la cual se constituye siempre en relación con el Otro.