Hojas de otoño: nadie quiere vivir sin amor
Como sus predecesoras, Hojas de otoño tiene la singular virtud de ofrecer una puesta en escena tan modesta e impasible que, aún bordeando la deshumanización, no alcanza a caer en ella. Es que los personajes del finlandés no carecen de corazón solo por ser callados, introvertidos y/o solitarios, representación de la gente de su país que, por cierto, trasciende su filmografía y nutre la percepción de Finlandia como destino inapropiado para hacer amigos. Pero el director ha sabido hacer la torpeza social su sello, construcción en la que se conjugan el hermetismo nórdico, el sentido del humor inexpresivo (‘deadpan’ en …
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