11 películas parecidas a Come, reza, ama

Hay películas que no solo se ven, se viven. Come, reza, ama es una de ellas. Esta adaptación de la obra de Elizabeth Gilbert, llevada al cine por Ryan Murphy y protagonizada por Julia Roberts, nos invita a acompañar a una mujer en un intenso viaje interior y exterior. A través de Italia, India e Indonesia, Liz Gilbert —personaje inspirado en la propia autora— se enfrenta a su divorcio, al dolor, a los fracasos de su vida emocional y profesional, y busca reencontrarse con el placer, la espiritualidad y el amor.

Esta película es mucho más que una historia de escapismo: es una reflexión sobre la necesidad de parar, de escucharse y de reconstruirse desde cero. Por eso, las 11 películas parecidas a Come, reza, ama que encontrarás aquí comparten ese espíritu de autodescubrimiento, travesía personal y transformación emocional. Algunas son relatos basados en hechos reales; otras, ficciones inspiradoras. Pero todas tienen en común esa búsqueda de algo más allá del deber, del trabajo, del matrimonio o de los mandatos sociales.

Los criterios de selección se basan en:

  • Historias de mujeres que deciden cambiar el rumbo de sus vidas.
  • Escenarios donde el viaje transforma (física o simbólicamente).
  • Exploración de la espiritualidad, el duelo, la libertad o el placer.
  • Enfoque en el crecimiento personal, más allá de la pareja.
  • Películas con paisajes, emociones y caminos que nos interpelan.

Prepárate para una lista de títulos que te harán replantearte tu propio camino.

La bicicleta verde (2012)

La bicicleta verde es una película saudí dirigida por Haifaa Al-Mansour que, al igual que Come, reza, ama, narra un viaje de transformación personal, aunque en un contexto muy distinto. Aquí no hay aviones ni trenes hacia India o Bali, pero sí una poderosa historia de búsqueda de libertad y sentido.

Wadjda es una niña de 10 años que vive en Riad, donde las reglas sociales para las mujeres son estrictas y limitantes. Sueña con tener una bicicleta —algo visto como inapropiado para una niña en su cultura— para poder competir con su amigo Abdullah. A través de este deseo aparentemente simple, la película construye un relato lleno de emociones, tensiones y pequeños actos de rebeldía que revelan la fuerza interior de la protagonista.

La bicicleta se convierte en un símbolo de autodescubrimiento, de autonomía y de afirmación personal. Aunque no hay divorcio ni crisis adulta como en el caso de Liz Gilbert, sí hay una travesía interior que resuena con quienes alguna vez se sintieron limitados por su entorno. Esta película nos muestra que el camino hacia la libertad puede empezar con un solo deseo: pedalear hacia lo que una quiere ser.

Bajo el sol de la Toscana (2003)

Bajo el sol de la Toscana es una de esas películas que, al igual que Come, reza, ama, nos llevan a Italia en busca de una nueva vida. Frances, interpretada por Diane Lane, es una mujer que atraviesa un divorcio doloroso y se siente completamente perdida. Por un acto impulsivo —o quizás guiado por el destino— compra una antigua casa en la región de la Toscana.

Allí comienza un viaje emocional y físico: remodela su hogar, forma nuevas amistades, y redescubre el placer de los pequeños gestos —la comida, los paisajes, las conversaciones con desconocidos. En medio del caos, empieza a encontrarse con ella misma y a abrirse a nuevas relaciones, sin prisa, sin guión.

La película, como la historia de Liz Gilbert, transmite un mensaje claro: hay belleza en la reconstrucción después del dolor. A través de la fotografía cálida, los diálogos sutiles y los momentos de reflexión, esta cinta nos recuerda que a veces, para sanar, basta con cambiar de escenario y dejar que el mundo haga su parte.

Salvaje (2014)

Salvaje, basada en las memorias de Cheryl Strayed, cuenta la historia de una mujer que decide recorrer sola más de mil kilómetros por el Sendero del Pacífico tras la muerte de su madre. Reese Witherspoon interpreta a Cheryl, una persona rota por dentro que intenta curarse desde afuera. A través del camino, se enfrenta a su dolor, a su pasado, a sus fracasos, y a sus dudas más profundas.

No hay lujos ni postales turísticas. Hay heridas abiertas, silencio, hambre, frío y momentos de revelación. Como Liz Gilbert en Come, reza, ama, Cheryl escapa de una relación fallida, de una vida que ya no le pertenece. Pero en lugar de buscar respuestas en India o Bali, las encuentra en la soledad del bosque.

La cinta habla del autodescubrimiento en su forma más cruda, sin adornos. No hay fórmulas mágicas ni finales dulces, pero sí un mensaje potente: a veces, el mayor acto de amor propio es ponerse los zapatos y andar, aunque no sepas exactamente hacia dónde vas.

La hora de la desaparición (2012)

Comer, dormir, morir es un ejemplo de cine social directo y honesto. Narra la historia de Raša, una joven inmigrante en Suecia que pierde su trabajo en una fábrica de alimentos y debe enfrentarse a un sistema que no siempre protege a los más vulnerables. A diferencia de otras películas de esta lista, aquí no hay viajes exóticos ni paisajes coloridos, pero sí una fuerte exploración del sentido de pertenencia, de la identidad, y de la relación entre una hija y su padre.

Raša, como Liz Gilbert, atraviesa un proceso de transformación. Aunque no se sube a un tren hacia otro país, sí recorre un camino interior donde se replantea su vida, su futuro, y el valor de lo que hace. Su lucha diaria —por encontrar empleo, dignidad y estabilidad— es silenciosa pero conmovedora.

La película nos invita a valorar la fortaleza de las personas comunes. En un mundo donde las oportunidades no están repartidas de forma justa, esta historia nos recuerda que la resiliencia también puede ser una forma de autodescubrimiento.

La vida secreta de Walter Mitty (2013)

La vida secreta de Walter Mitty es una de esas películas que comienzan en la rutina para terminar en la aventura. Walter es un hombre gris, con una vida monótona como editor de fotografías en una revista. Pasa más tiempo soñando que viviendo, hasta que un día, tras la pérdida de un negativo crucial, decide salir al mundo para encontrarlo… y se encuentra a sí mismo.

A través de su viaje —que lo lleva por Islandia, Afganistán, y otros rincones del planeta— Walter despierta. Deja de mirar la vida como espectador y empieza a vivirla, a correr riesgos, a sentir. Como Liz Gilbert, él también abandona la comodidad para enfrentar sus miedos, y la magia del relato está en cómo lo hace: con ternura, humor, y una fotografía deslumbrante.

Esta historia es una oda a quienes alguna vez se sintieron invisibles. Nos recuerda que cada persona guarda un mundo interior enorme, solo hace falta el empujón adecuado para liberarlo.

Alma salvaje (2006)

Alma salvaje es una película menos conocida pero profundamente inspiradora. Basada en la historia de Dan Millman, un joven atleta con una brillante carrera deportiva que sufre un accidente que lo deja al borde del colapso físico y emocional. Su relación con un misterioso mentor lo llevará por un camino de transformación espiritual, donde el verdadero combate no será contra su cuerpo, sino contra su mente.

Al igual que en Come, reza, ama, el protagonista debe abandonar lo que creía seguro —el éxito, el control, la rutina— para conectar con algo más profundo. En este caso, la sanación llega desde la filosofía oriental, la introspección y la conciencia del momento presente.

Es una historia que mezcla reflexión, resistencia y amistad, donde el verdadero logro no es volver a competir, sino encontrar sentido en la travesía.

Siete años en el Tíbet (1997)

Siete años en el Tíbet es una película basada en hechos reales que narra la experiencia del alpinista austríaco Heinrich Harrer, interpretado por Brad Pitt. Durante la Segunda Guerra Mundial, Harrer es capturado en la India británica, pero logra escapar y llegar al Tíbet, donde conocerá al Dalái Lama aún niño.

La historia es una travesía profunda, tanto física como espiritual. Harrer, acostumbrado al éxito, el ego y la competencia, descubre otra manera de ver el mundo: basada en la compasión, el silencio y la conexión humana. A través de la amistad con el joven líder espiritual, el protagonista se transforma por completo.

Esta cinta, como Come, reza, ama, nos habla de cómo una persona puede abandonar su antigua vida para descubrir una nueva forma de existencia, marcada por la reflexión y el aprendizaje. Aquí no hay comida italiana ni playas de Bali, pero sí paisajes inmensos y un choque cultural que remueve las certezas más profundas.

Comer Rezar Amar (1994)

En esta joya del cine taiwanés dirigida por Ang Lee, la comida es el vehículo de las emociones. La historia gira en torno a un chef viudo y sus tres hijas, quienes viven bajo el mismo techo, pero transitan vidas muy distintas. Cada comida dominical es un momento de tensión, confesión y transición, donde los sabores dicen lo que las palabras callan.

Al igual que Liz Gilbert en Come, reza, ama, los personajes aquí buscan encontrar su camino, salir de sus moldes, romper con lo establecido. Lo hacen desde lo cotidiano, desde el hogar, pero también con valentía.

Esta película muestra que el autodescubrimiento no siempre requiere cruzar océanos; a veces ocurre a través de una relación complicada con un padre, una carrera frustrada o un plato compartido en silencio.

Frances Ha (2012)

Frances Ha retrata a una joven bailarina que lucha por hacerse un lugar en el mundo artístico de Nueva York. Vive mudándose, con trabajos inestables, y relaciones personales que cambian de forma constante. Su travesía no es geográfica, sino emocional: cómo madurar sin perder la espontaneidad, cómo crecer sin dejar de ser una misma.

La estética en blanco y negro, el ritmo narrativo y la naturalidad de los diálogos convierten a esta película en un retrato honesto de esa etapa confusa entre la juventud y la adultez. Como Liz Gilbert, Frances se enfrenta a cambios abruptos que la obligan a redefinir sus deseos, su trabajo, su amistad, su visión del amor.

Es una historia sobre el valor de seguir bailando, aunque no sepas aún cuál es tu coreografía final.

Alma viajera (2010)

Alma viajera cuenta la historia de Tom, un padre que decide completar el Camino de Santiago tras la muerte de su hijo durante esta misma ruta. Lo que empieza como un acto de homenaje se transforma en un viaje de conexión con otros peregrinos, de duelo compartido y de redención.

En cada paso, Tom va entendiendo mejor a su hijo, a sí mismo y a las personas que lo rodean. Esta película habla de segundas oportunidades, de silencios que curan, y de cómo el camino físico se convierte en un espejo interior.

Como Come, reza, ama, esta historia mezcla la pérdida con la belleza del mundo, los encuentros inesperados con la reflexión profunda. Una obra para quienes buscan sanar caminando.

Hacia rutas salvajes (2007)

Basada en el libro de Jon Krakauer, Hacia rutas salvajes narra la vida de Christopher McCandless, un joven que, tras graduarse, dona sus ahorros, rompe lazos con su familia y se lanza a recorrer Estados Unidos rumbo a Alaska. Busca libertad, verdad, algo más allá del consumo, del éxito o de las reglas impuestas.

En su ruta, encuentra personas que lo marcan profundamente, pero también se enfrenta a la dureza de la naturaleza y sus propias decisiones. Como Liz Gilbert, quiere escapar del sistema y buscar una vida más auténtica. Pero su historia es más trágica, más extrema, más solitaria.

Esta película es un canto a la libertad, pero también una advertencia sobre lo que cuesta romper con todo. Una travesía tan bella como dolorosa.

Por qué este tipo de películas inspiran en Chile

Películas como Come, reza, ama y sus similares conectan con el público chileno porque tocan fibras universales: el deseo de cambio, la búsqueda de sentido, el dolor de las pérdidas, la reflexión tras una crisis, la importancia del viaje (sea interior o exterior). En un mundo que se mueve rápido, estas historias invitan a detenerse, a mirar hacia adentro, a reconectar.

Chile es un país de contrastes geográficos, culturales y emocionales. Y quizás por eso, estos relatos de autodescubrimiento, espiritualidad y reconexión con lo esencial resuenan tan profundamente. Nos hablan del valor de reinventarse, del coraje de dejar ir, y de la posibilidad de empezar de nuevo, en cualquier parte.

Conclusión

Las 11 películas parecidas a Come, reza, ama nos recuerdan que hay tantas formas de sanarse como personas en el mundo. Ya sea viajando a Italia, caminando por el bosque, cocinando para la familia o perdiéndose en una ciudad nueva, todas estas historias son un espejo para quienes buscan sentido más allá de lo superficial.

En cada paso, en cada relación, en cada decisión, hay una oportunidad de reencontrarse con lo que realmente importa: el amor propio, la libertad, el presente. Porque a veces, como le ocurrió a Liz Gilbert Julia Roberts, solo necesitamos dejar todo atrás… para por fin encontrarnos.

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