¿Quién es Carmen Romero?
Hablar de Carmen Romero en Chile es hablar de una mujer que ha puesto el alma en las artes escénicas, una verdadera arquitecta de la cultura. No es actriz (aunque muchos lo crean), sino una gestora cultural que ha transformado el panorama del teatro en el país y ha empujado con fuerza nuestras obras más allá de las fronteras. Carmen Romero Quero —así, con apellido completo— lleva décadas dándole vida al teatro chileno desde todos los frentes posibles.
¿Su rostro no te suena? No te preocupes: seguramente has asistido a una obra en el Festival Santiago a Mil, has visto un montaje potente en plena calle o escuchado sobre la Fundación Teatro a Mil. Bueno, ella es la mente y el corazón detrás de todo eso.
Además, tiene una historia de vida de esas que parecen sacadas de un guion teatral: amor, dictadura, resistencia, viajes, militancia artística y una profunda convicción de que el arte no es un lujo, sino una forma de vida y un derecho.
Y sí, lleva más de 40 años al lado del actor Francisco Reyes, uno de los rostros más queridos de la escena chilena. Pero de eso hablaremos más adelante.
Ahora que sabemos quién es, pasemos a descubrir cómo llegó a convertirse en una de las figuras más importantes de la cultura chilena contemporánea.
Biografía de Carmen Romero
Lugar y fecha de nacimiento
Carmen Romero nació el 9 de noviembre de 1958 en Santiago de Chile… aunque, ojo, hay quienes dicen que en realidad fue en La Calera. Esta pequeña confusión geográfica ya da pistas de que Carmen no es una figura común: es de esas personas que pertenecen un poco a todos lados, porque ha construido cultura en cada rincón al que ha llegado.
Formación académica y primeros pasos
No viene del mundo del teatro como actriz ni dramaturga, sino como gestora, una palabra que a veces suena fría, pero que en su caso significa “la que hace que todo pase”. En plena dictadura, cuando el arte estaba acorralado, Carmen fue parte de esa camada de creadores y creadoras que se organizaron para recuperar los espacios culturales. Desde muy joven entendió que el escenario no es solo un lugar donde se actúa, sino un espacio de resistencia, memoria y futuro.
Durante los años 80, viajó a Europa —primero Italia, después París—, donde se empapó de experiencias culturales y trabajó en proyectos que la marcaron para siempre. Fue en ese exilio que su mirada sobre el teatro se volvió más global, más política, más humana.
A su regreso a Chile, ya no era solo una productora. Era una líder cultural con una misión clara: democratizar el acceso a las artes, abrir los teatros, tomar las calles y decir —a través del arte— lo que durante años no se pudo decir en voz alta.
Carrera artística (y cultural) de Carmen Romero
Teatro: participación en obras emblemáticas
Aunque no sube al escenario como actriz, Carmen Romero ha sido protagonista tras bambalinas de las obras más potentes del teatro chileno de los últimos 30 años. Su papel no se mide por aplausos al final de la función, sino por la cantidad de veces que ha hecho posible que el telón se levante. Desde los años 90 ha trabajado con grandes nombres del teatro chileno como Alfredo Castro, Francisco Reyes, Juan Carlos Zagal o Mauricio Celedón, empujando obras que marcaron una época y un país.
Ella no escribe guiones ni dirige ensayos, pero construyó una plataforma para que las historias chilenas se escuchen fuerte, tanto en escenarios nacionales como internacionales.
Santiago a Mil y el nacimiento de una revolución cultural
En 1994, cuando el país aún estaba sacudiéndose el polvo de la dictadura, Carmen —junto a Evelyn Campbell y otros artistas rebeldes— creó el Festival Teatro a Mil. Al principio era una locura: hacer teatro en verano, con pocos recursos y en una estación culturalmente “muerta”. Pero la idea funcionó. Y cómo funcionó.
Hoy, el Festival Internacional Santiago a Mil es uno de los eventos culturales más importantes de América Latina. Es una fiesta del teatro que cada enero llena plazas, calles y salas de espectáculos con obras nacionales e internacionales. Gracias a Carmen Romero, miles de chilenos han podido ver teatro gratuito en sus barrios. El arte dejó de ser elitista y se convirtió en algo tan cotidiano como tomarse una cerveza al atardecer.
Proyectos que cambian el mapa cultural
Además del festival, Carmen ha impulsado otros proyectos que han transformado el paisaje cultural chileno:
- Platea, una plataforma que conecta a programadores de todo el mundo con creadores latinoamericanos.
- Teatro Hoy, un ciclo que promueve la dramaturgia chilena contemporánea.
- La Red de Festivales, que descentraliza el arte y lo lleva a regiones como Antofagasta, Valdivia o Punta Arenas.
Todo esto no lo hace desde una oficina con aire acondicionado. Carmen ha estado en las calles, en las regiones, en las ferias, con artistas emergentes, con gestores locales. Siempre con la misma idea: el teatro no es solo entretención, es herramienta de transformación.
Vida personal
Una historia de amor en tiempos difíciles
Si hay una pareja que representa el cruce entre el arte, la política y el amor en Chile, es la de Carmen Romero y Francisco Reyes. Su relación no nació en un set de televisión ni en un cóctel cultural, sino en pleno barrio Bellavista, allá por 1983. En esos años, ese rincón de Santiago era algo así como el epicentro de la resistencia cultural contra la dictadura. Y en medio de ese hervidero de arte y protesta, ellos se conocieron.
Más de 40 años juntos. ¿Casados? No. Nunca les hizo falta el anillo para comprometerse. Su relación ha estado marcada por la libertad, el respeto mutuo y una complicidad profunda, tanto en lo íntimo como en lo profesional.
Exilio, militancia y teatro en Europa
Durante la dictadura, Carmen viajó a Italia y luego a París, buscando nuevas formas de hacer cultura desde el exilio. Francisco se le unió después, y juntos llevaron el teatro chileno a los escenarios europeos. Participaron en el Festival de Otoño de París, trabajaron con colectivos internacionales y, al mismo tiempo, militaron por los derechos humanos y la democracia en Chile desde el extranjero.
No eran solo pareja: eran compañeros de lucha.
Familia artística
Fruto de ese amor y esa historia nacieron tres hijos, todos profundamente ligados al mundo del arte:
- Rocío, cantante lírica.
- Ismael, artista visual.
- María Elisa, cineasta.
No es casualidad. Con padres como Carmen y Pancho, el arte era casi un idioma materno. Han crecido entre obras, festivales, montajes y conversaciones sobre memoria, estética y política. Son, en cierto modo, una segunda generación de creadores.
Socios en la vida y en la cultura
Aunque cada uno tiene su carrera, Carmen y Francisco han seguido colaborando. De hecho, él es vicepresidente del directorio de la Fundación Teatro a Mil, que ella dirige. En entrevistas, ambos hablan del otro con una ternura que no suena acartonada ni impostada: son una pareja que ha construido un proyecto de vida, cultural y familiar, juntos.
Ella lo llama su “tremendo compañero”. Él dice que sin Carmen no sería el artista ni la persona que es.
Aporte cultural y educativo
Fundación Teatro a Mil: más que un festival
Si tuviéramos que ponerle un monumento cultural a Carmen Romero, sin duda sería la Fundación Teatro a Mil, que fundó formalmente en 2004 tras una década de producir el festival del mismo nombre. Esta institución no es solo una oficina organizadora: es un músculo vivo que conecta artistas, públicos y territorios.
Desde ahí, Carmen ha impulsado una visión clara: la cultura debe ser un derecho, no un privilegio. La fundación trabaja todo el año, no solo en enero, para hacer circular obras chilenas dentro y fuera del país, traer espectáculos internacionales de primer nivel, y abrir espacios donde la gente se reencuentre con el arte.
¿Sabías que gracias a su gestión han llegado a Chile compañías desde Francia, Alemania, Corea del Sur, Italia, Sudáfrica? ¿Y que muchas de esas obras se presentan gratis, en espacios abiertos, con públicos que nunca antes habían ido al teatro? Eso es democratizar la cultura de verdad.
Platea y la internacionalización del teatro chileno
Otra de sus joyas es Platea, una plataforma dentro del festival que reúne a más de 200 programadores de todo el mundo cada año. Es como una feria del teatro, donde los artistas chilenos pueden mostrar su trabajo, hacer contactos y saltar al escenario internacional.
Gracias a este espacio, muchas compañías han llegado a festivales como Avignon (Francia) o Weimar (Alemania). El teatro chileno —tan potente, tan político, tan poético— ha encontrado su lugar en el mapa global en gran parte gracias a Carmen Romero.
Red de Festivales y descentralización
Pero Carmen no se quedó en Santiago. También impulsó la Red de Festivales, una iniciativa que une a más de 26 proyectos culturales a lo largo de Chile. ¿La idea? Que el teatro llegue a Antofagasta, Valdivia, Punta Arenas, a comunas rurales y ciudades sin infraestructura tradicional. Porque el arte no es solo para la capital ni para las elites.
Y ojo, no se trata solo de montar obras, sino también de formar públicos, de crear instancias de diálogo, reflexión y comunidad. En ese sentido, Carmen Romero ha sido también una educadora.
Una visión cultural con compromiso social
En todo lo que hace hay una línea que cruza su obra: la memoria, los derechos humanos, la justicia social. Desde las obras seleccionadas hasta los conversatorios que organiza, todo está atravesado por una idea: el teatro como una forma de entender el mundo y transformarlo.
No es raro que haya sido reconocida en todo el mundo con premios como:
- Chevalier de l’Ordre des Arts et des Lettres (Francia, 2004)
- Cavaliere dell’Ordine della Stella d’Italia (Italia, 2014)
- Medalla Goethe (Alemania, 2024)
Sí, en serio: es la primera mujer chilena en recibir esa última medalla. Y aún así, sigue caminando por las salas de teatro como si nada, preocupada de que las luces se enciendan, que el público llegue, que el teatro siga vivo.
Presencia actual y relevancia pública
Liderazgo cultural en tiempo real
Carmen Romero no es de esas figuras que se retiran después de haber hecho historia. Al contrario, sigue en la primera línea de la gestión cultural, liderando con energía proyectos que hacen vibrar a miles de personas cada año.
Como directora ejecutiva de la Fundación Teatro a Mil, sigue siendo el cerebro y el motor detrás del Festival Internacional Santiago a Mil y de una red de iniciativas que se expande como rizomas por todo el país. En 2024, por ejemplo, organizó nuevas versiones de Platea, impulsó alianzas con organizaciones de Europa y América Latina, y reforzó el trabajo en regiones, convencida de que la descentralización cultural no es un eslogan, sino una urgencia.
Reconocimientos que cruzan fronteras
Ese compromiso constante no pasa desapercibido. En agosto de 2024, Carmen Romero recibió la Medalla Goethe de Alemania, uno de los premios más prestigiosos del mundo cultural. Con esto, no solo hizo historia como la primera mujer chilena en recibirlo, sino que dejó bien claro que su trabajo tiene impacto global.
Otros reconocimientos como la Orden del Mérito (Francia) o la Stella d’Italia (Italia) la posicionan como una de las gestoras culturales más importantes de América Latina. Pero ella, lejos de celebrar desde un pedestal, sigue trabajando codo a codo con artistas emergentes, gestores regionales y colectivos independientes.
Presencia en debates sociales
Además de su rol artístico, Carmen participa en espacios de reflexión sobre el país. Ha sido parte de la plataforma “Tenemos que hablar de Chile”, una iniciativa que busca imaginar colectivamente el futuro post-crisis social y sanitaria. Desde ahí ha defendido con fuerza que las artes no son decoración ni lujo, sino herramientas de transformación política y social.
Con una mirada crítica pero profundamente constructiva, sigue levantando la voz por un Chile donde el arte sea accesible, relevante y necesario. Y lo hace con la misma pasión con la que empezó en los 80, pero con décadas de experiencia, visión internacional y una red de artistas que la respetan profundamente.
Conclusión
Hablar de Carmen Romero es hablar de una mujer que no actuó en escenarios, pero cambió el escenario mismo. Que no escribió guiones, pero escribió historia. Que no necesitó ser protagonista bajo los focos para ser protagonista del teatro chileno y latinoamericano.
Con su visión, su terquedad creativa y su convicción de que el arte debe ser un derecho y no un privilegio, ha abierto puertas, cruzado fronteras y tendido puentes entre artistas, públicos y territorios.
Gracias a Carmen, miles de personas han visto por primera vez una obra de teatro. Gracias a Carmen, Chile se proyecta al mundo como una potencia en artes escénicas. Gracias a Carmen, hay una generación entera que entiende el arte como un espacio de pensamiento crítico, emoción profunda y encuentro colectivo.
Y lo más bonito de todo es que Carmen Romero sigue activa, pensando el país desde el escenario, escuchando las calles, apostando por lo nuevo y conectando lo local con lo global.
Así que si alguna vez vas a una función de Santiago a Mil, y ves a una mujer caminando rápido, hablando con técnicos, saludando actores, organizando todo detrás del telón… quizás estás viendo a Carmen.
La mujer que, sin actuar, nos ha enseñado a ver.